InicioCulturaDescubriendo Historia: Acueducto Tiquire Flores (Aragua, Venezuela)

Descubriendo Historia: Acueducto Tiquire Flores (Aragua, Venezuela)

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Durante la época virreinal se construyeron innumerables y magníficas obras de acueductos en todo el territorio de lo que era la América Española, construcciones que no se ve en ninguna colonia inglesa, francesa u holandesa de la época y hoy quedan algunas de ellas como huellas de nuestro pasado, se han detectado unas 225 sólo en México. Además de la belleza arquitectónica que representan, algunos de estos acueductos son verdaderas maravillas de la ingeniería, no sólo por su longitud y porque desafían los terrenos montañosos o desérticos por los que transitan, sino porque algunos de ellos, como el del Padre Tembleque, aún siguen en funcionamiento y es mucho más extenso que el de Segovia (España). Diseñados para distribuir agua a las ciudades, sorteando todo tipo de accidentes naturales, son testigos de la integración de las tecnologías introducidas por los europeos en el Nuevo Mundo, y sus vestigios ayudan a entender la conformación de las redes urbanas durante el virreinato, base de la América actual.

En Venezuela también conseguimos huellas de grandes acueductos como los arcos de la hacienda Tiquire Flores, en el estado Aragua, del siglo XVIII, representa, además la obra de infraestructura hidráulica más importante y completa del periodo colonial de la región central del país, donde su sistema constructivo, mediante técnicas y materiales de la zona, está basado por un sistema de puentes soportados por arcos de piedra ladrillo y mampostería, producidos en el sector, para abastecer la población rural, el cultivo y extracción del jugo de la caña en las haciendas del Valle de Aragua. La hacienda – trapiche Tiquire, la cual sus ruinas todavía perduran en el tiempo como símbolo del progreso de la conquista española.

El impulsor del acueducto fue el dueño de la hacienda el canario tinerfeño Don Felipe Lorenzo Fernández, también se puede apreciar en el lugar el Trapiche de caña de Tiquire Flores, hasta donde llegan los 32 arcos que convergen en fila inclinada. Es un testimonio histórico de interés excepcional y único con más de cuatro mil quinientos metros de longitud que, bordeando el pie del cerro, desde la quebrada de Macuaya corría casi paralela al camino real que comunicaba Caracas con La Victoria, en el trecho entre esta ciudad y el pueblo. La función del ingenio era abastecer de agua a los poblados rurales del valle de Aragua, pero también permitía el funcionamiento de un antiguo trapiche de caña de azúcar, y servía para el riego de las siembras de caña brava. Las aguas eran conducidas desde la Quebrada de Maletero.

Tras más de tres siglos de haberse edificado, hoy lo que queda de la obra sucumbe a la habitual omisión de unas autoridades que tendrían que preservarlas si atendieran –y entendieran- la Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural, promulgada en 1993. Pero es bien sabido que ese órgano jurídico está, como las ruinas del acueducto de Tiquire Flores, postrado por desuso.

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