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A confesión de parte, relevo de pruebas

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Para investigar la “independencia” de la América Española, hay que ir a los laberintos de los mal llamados “libertadores”. Porque no es sólo Bolívar. Es que el mismísimo Francisco de Miranda, el llamado “Precursor” (que fue traicionado por Bolívar, dicho sea de paso), murió arrepentido de su obra, pidiendo que lo dejaran ayudar en la reunión de Venezuela con su Madre Patria.

“Terribles días estamos atravesando: la sangre corre a torrentes: han desaparecido los tres siglos de cultura, de ilustración y de industria: por todas partes aparecen ruinas de la naturaleza o la guerra”. S. Bolívar.
Antonio Moreno Ruiz
Simón Bolívar, flamante dictador de la Gran Colombia, dijo en 1814: “Terribles días estamos atravesando: la sangre corre a torrentes: han desaparecido los tres siglos de cultura, de ilustración y de industria: por todas partes aparecen ruinas de la naturaleza o la guerra”. En 1815, decía: “Yo deseo continuar sirviendo a mi patria, para el bien de la humanidad y el aumento del comercio británico”. Y ya en 1830, en carta al general Flores (el venezolano que fue el primer presidente de la república del Ecuador), escribía: “1° V. sabe que yo he mandado 20 años y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos. La América es ingobernable para nosotros. 2°. El que sirve una revolución ara en el mar. 3°. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. 4°. Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos los colores y razas. 5°. Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos. 6°. Sí fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, este sería el último período de la América.” Ese Año de Nuestro Señor de 1830 fue muy interesante, pues también dijo el mentado dictador: “Créame Ud., nunca he visto con buenos ojos las insurreciones; y últimamente he deplorada hasta la que hemos hecho contra los españoles”. Y al Congreso Constituyente: “¡Conciudadanos! Me ruborizo al decirlo: la independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de todo lo demás”.
Leer y escuchar al filósofo Gustavo Bueno QEPD (1) me enseñó, entre otras muchas cosas, que hay que ir a las fuentes. Y qué mejor fuente que Bolívar. Y como dice el sabio refranero español, a confesión de parte, relevo de pruebas. Para investigar la “independencia” de la América Española, hay que ir a los laberintos de los mal llamados “libertadores”. Porque no es sólo Bolívar. Es que el mismísimo Francisco de Miranda, el llamado “Precursor” (que fue traicionado por Bolívar, dicho sea de paso), murió arrepentido de su obra, pidiendo que lo dejaran ayudar en la reunión de Venezuela con su Madre Patria. José de San Martín, el que fuera soldado borbónico durante más de dos décadas y traicionara a su rey y a su patria en plena invasión napoleónica, yéndose a Inglaterra y luego encabezando las luchas separatistas del Río de la Plata al Perú, dijo el 1° de noviembre de 1831: «Ya es tiempo de dejarnos de teorías, que 24 años de experiencia no han producido más que calamidades. Los hombres no viven de ilusiones, sino de hechos: ¿qué me importa que se me repita hasta la saciedad que vivo en un país de libertad si por el contrario se me oprime?… ¡Libertad! désela usted a un niño de tres años para que se entretenga por vía de diversión con un estuche de navajas de afeitar, y usted me contará los resultados. ¡Libertad! Para que un hombre de honor se vea atacado por una prensa silenciosa, sin que haya leyes que lo protejan y si existen se hagan ilusorias. ¡Libertad! Para que si me dedico a cualquier género de la industria, venga una revolución que me destruya el trabajo de muchos años y la esperanza de dejar un par de bocados a mis hijos. ¡Libertad! Para que se me cargue de contribuciones a fin de pagar los inmensos gastos originados porque a cuatro ambiciosos se les antoja por vía de la especulación, hacer una revolución y quedar impunes. ¡Libertad! ¡Libertad!… Maldita sea la libertad, ni será el hijo de mi madre el que vaya a gozar de los beneficios que ella proporciona, hasta que no vea establecido un gobierno que los demagogos llamen tirano y me proteja contra los bienes que me brinda la actual libertad».
Pues eso, que al final, muchos de estos iluminados acabaron como el militar peninsular Riego: Arrepentidos, abjurando de sus ideas y hasta llorando. Riego, por cierto, uno de los mayores traidores de la Historia de España que los liberales nos quieren convertir en héroe. Con su golpe en Las Cabezas de San Juan (Sevilla) en 1820, evitó que veinte mil soldados ibéricos fueran a ayudar a los realistas americanos, que en ese momento tenían la balanza bélica a su favor. Pero aquel nefasto Trienio Liberal acabó por darle un balón de oxígeno a la causa secesionista; balón de oxígeno que ésta no desaprovechó. Luego, vendrían los pactos entre San Martín y La Serna, y la pantomima de Ayacucho; donde los mismos que decían liderar el ejército realista del Perú, a los años, liderarían el ejército liberal en España contra el carlismo, aliado de Inglaterra, la misma gran impulsora de las secesiones. ¡Qué casualidad! Y todo atado y bien atado entre liberales y masones (si es que esto no es reiteración). Destruida la Monarquía Hispánica, fuimos cayendo presa de la división y el desorden. Doscientos años de soledad ya es mucho tiempo. Deberíamos recapacitar y entender de una vez por todas que ni España se entiende sin América ni América se entiende sin España, y, aprendiendo de nuestros errores, hacer valer que si algún valor tiene en nuestro lenguaje la palabra geopolítica, es sinónimo de Hispanidad. ¿Lo haremos? ¿O tendremos que seguir lamentándonos, como hicieron Miranda, Bolívar, San Martín o Riego?

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