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¿Celebrar a los «libertadores» y a sus repúblicas?

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BOLÍVAR: «YO SÉ MEJOR QUE NADIE HASTA DÓNDE PUEDE IR LA VIOLENCIA, Y TODA ELLA SE HA EMPLEADO» CONTRA LOS PUEBLOS DE QUITO.

El militarismo apátrida comandando por venezolanos, desangró hasta la ignominia al antiguo Reino de Quito, Francisco Aguirre Abad diría en su momento:

»Hasta el año de 1828 se vivía en el Sur (Quito o Ecuador) bajo el régimen del terror[…] estas escenas de sangre servían a Guayaquil para avivar la odiosidad con los colombianos, y (también) las demás provincias[…] Con todo, la Constitución de Colombia no existía sino en el nombre, en los Departamentos del Sur, gobernados arbitrariamente (¡Cómo se deben haber extrañado las leyes de Indias!) por un Jefe Superior, empleo inconstitucional que dependía del Libertador […].

Por su parte, Óscar Efrén Reyes sentenciaría sobre esta situación: «De un pueblo acongojado y devastado era difícil conseguir ya, espontáneamente, mayores sacrificios. Pero entonces se recurría al despotismo y a la arbitrariedad. Hombres y mujeres y quienes tenían algo o no tenían nada, eran como si hubieran sido conquistados.»

José María Le Gohuir no dudó en calificar de terror republicano a las acciones de la soldadesca venezonala contra Quito: «El general Salom era el hombre de Bolívar. Tenía establecido ya de atrás, discutido y puesto en práctica su sistema de pacificación terrorista, aun antes de ser investido de las facultades extraordinarias.»

Una vez obtenida esta «ansiada» «independencia» por el pueblo del Reino de Quito más independentista que la Independencia y más bolivariano que Bolívar, como se nos repite una y mil veces ad nauseam, era de esperar su participación entusiasta para continuar con una tarea a la altura de su fanatismo «libertario», a fin de sellar la «libertad» total de América, en particular la del Perú, que todavía era un importante bastión realista.

El propio Simón Bolívar nos detalla la situación en carta a Santander desde Guayaquil del 15 de abril de 1823, a menos de un año de la batalla de Pichincha donde se selló la separación de Quito y el inicio de la libertadura:

»Trato de levantar tres batallones de gente del país, más no servirán de nada, porque al mover un cuerpo de un lugar a otro se desertan todos […] La mayor parte de los reclutas que hemos mandado a Lima son casados y con hijos, porque se casan muy temprano los muchachos en este país […] he agotado el manantial de mi rigor para juntar los hombres y el dinero con que se ha hecho la expedición al Perú. TODO HA SIDO SOBRE VIOLENCIA. Los campos, las ciudades, han quedado desiertos para tomar 3.000 hombres y para sacar doscientos mil pesos. YO SÉ MEJOR QUE NADIE HASTA DÓNDE PUEDE IR LA VIOLENCIA, Y TODA ELLA SE HA EMPLEADO. En Quito y Guayaquil se han tomado LOS HOMBRES TODOS, EN LOS TEMPLOS Y EN LAS CALLES, PARA HACER LA SACA DE RECLUTAS. El dinero se ha sacado a fuerza de bayonetas.

Tan celoso de la gesta independentista fue ese pueblo, que el mismo caraqueño había reconocido poco antes la necesidad de llevar presos a los soldados al campo de batalla para que no desertaran: «Los veteranos se llevan amarrados al enemigo».

No sorprende en lo absoluto, entonces, la masacre que nuestro «libertador» Bartolomé Salom perpetraría poco después contra ese mismo pueblo quiteño para obligarle a luchar por fantasías liberticidas de las que claramente no eran afectos.

De mi libro, QUITO FUE ESPAÑA: HISTORIA DEL REALISMO CRIOLLO.

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