Hablando no hace mucho con un amigo canario con el que coincidí en el Perú, amén de la hermandad entre indianos, recordé la dulzura del español atlántico que allá se halla (*). Que cada isla tendrá su acentito, naturalmente. Pero esa tonalidad tan diáfana, como mezcla de Andalucía y Caribe con prolongaciones hasta los más remotos confines andinos, es una de las formas que más me gusta de nuestro idioma, con permiso del acentico paisa colombiano.
Asimismo, también me acordé de cómo en Lima, los sábados, mientras desayunaba antes de irme a trabajar, veía el programa «Tenderete» en el canal internacional de Televisión Española, nutriéndome de folías, malagueñas, sorondongos; el baile del santo, el baile del vivo, el canto de la meda… Muchas músicas que podríamos llamar en Andalucía como «preflamencas» están vivitas y coleando. También podemos ver parentesco con Portugal, Asturias, Vasconia… Asimismo, el parentesco para con América se respira muy naturalmente
Canarias es el eslabón de nuestra Atlántida. En el Atlántico, sobre África, une Europa y América. He ahí nuestra geopolítica, nuestro sentido, nuestro porvenir. Cualquier cosa de cualquier movimiento hispanista serio ha de pasar por las Islas Afortunadas, justo jardín de las Hespérides, mitología que se hace carne y sangre con todos nosotros.
Canarias es nuestra profecía.
Canarias es nuestro paraíso.
Canarias es lo nuestro.
(*) Recuérdese: