El tema de las cooperativas en Cuba, ofrece mucha tela por donde cortar.
El tema de las cooperativas en Cuba, ofrece mucha tela por donde cortar. En primer lugar, sería interesante conocer a quién se le ocurrió la absurda idea de dividirlas en dos tipos: agropecuarias y no agropecuarias. Debido a esta aberración idiomática, una cooperativa que se dedique a la reparación, fregado y engrase de vehículos se denomina no agropecuaria, al igual que una que se dedique a fabricar artículos plásticos, utilizando materia prima reciclada. El calificativo de no agropecuarias debe precederles como un castigo divino.
Pero además, los cuentapropistas agrupados en éstas, al igual que los campesinos que componen las agropecuarias, no son independientes, sino que se encuentran sometidos al control de organizaciones e instituciones burocráticas gubernamentales, las mismas que durante infinidad de años han sido incapaces de resolver los problemas productivos y de servicios, como los ministerios de Agricultura, Transporte, Construcción, Comercio Interior y otros, quienes ahora responden por su creación, regulación, funcionamiento y fiscalización. Estos ministerios ineficientes se niegan a reducirse o a desaparecer, inventando nuevos mecanismos para subsisitir, ahora a costa de los campesinos y cuentapropistas.
O sea, en realidad los proclamados cambios no son más que simples adecuaciones gubernamentales, para continuar ejerciendo el poder en todos los ámbitos de la sociedad, manteniendo un férreo control, ahora sin tener que responder directamente por la producción y los servicios, tareas que han trasladado a los hombros de los campesinos y cuentapropistas. Como plamtean las autoridades, en Cuba no cambia la propiedad, que continúa estando en manos del Estado, sino la gestión de la misma.
Así, las tierras que se entregan a los campesinos en usufructo y los locales que se arriendan a los cuentapropistas, continúan perteneciendo a estos ministerios, quienes, fracasados en el cumplimiento de sus tareas principales, ahora ejercen también tareas de agentes inmobiliarios.
De todos estos engendros económicos, como es lógico, no se puede esperar mucho.
Pero además, los cuentapropistas agrupados en éstas, al igual que los campesinos que componen las agropecuarias, no son independientes, sino que se encuentran sometidos al control de organizaciones e instituciones burocráticas gubernamentales, las mismas que durante infinidad de años han sido incapaces de resolver los problemas productivos y de servicios, como los ministerios de Agricultura, Transporte, Construcción, Comercio Interior y otros, quienes ahora responden por su creación, regulación, funcionamiento y fiscalización. Estos ministerios ineficientes se niegan a reducirse o a desaparecer, inventando nuevos mecanismos para subsisitir, ahora a costa de los campesinos y cuentapropistas.
O sea, en realidad los proclamados cambios no son más que simples adecuaciones gubernamentales, para continuar ejerciendo el poder en todos los ámbitos de la sociedad, manteniendo un férreo control, ahora sin tener que responder directamente por la producción y los servicios, tareas que han trasladado a los hombros de los campesinos y cuentapropistas. Como plamtean las autoridades, en Cuba no cambia la propiedad, que continúa estando en manos del Estado, sino la gestión de la misma.
Así, las tierras que se entregan a los campesinos en usufructo y los locales que se arriendan a los cuentapropistas, continúan perteneciendo a estos ministerios, quienes, fracasados en el cumplimiento de sus tareas principales, ahora ejercen también tareas de agentes inmobiliarios.
De todos estos engendros económicos, como es lógico, no se puede esperar mucho.