Desde que se creó en 1992, se ha circunscrito a la capital o sea a la ciudad de La Habana, ahora que el 70% de los españoles vive en capitales provinciales o en el campo
Es la opinión de escritor de origen canario Ramiro Manuel García Medina
Caminando por el remozado y hermoso Casino Campestre de la ciudad de Camagüey, uno de los parques arbolados más grandes de capitales cubanas, me encontré con el amigo Don Pancho quien, como casi siempre, tiene una inquietud a tratar. Nada más saludarnos, me invita a sentarnos y, de inmediato, me suelta su inquietud: “Oiga, amigo, hace poco tuve la oportunidad de ver por Internet una breve información del Consejo de Residentes Españoles de Cuba o CRE como le identifican por sus siglas. Como no sé nada de eso… ¿Qué me puede decir al respecto?” De inicio, el tema, no me hizo gracia pues tratar de un órgano que representa actualmente a casi cien mil personas con ciudadanía española, entre naturales y descendientes, ante las autoridades consulares de España en La Habana no me pareció fácil. Más, razoné mentalmente, como el tema era entre Don Pancho y yo sentados en un banco apartado de oyentes indiscretos… ¿Por qué no tratarlo?
Así que, en voz baja, le expresé: “Mire, Don Pancho, uno de los principales problemas del CRE de Cuba es que, siendo un órgano representativo de tantas personas, no es medianamente conocido en sus funciones ni trabajo por esa masa como, tampoco, por la población cubana en general. Lo que han hecho, desde que se creó en 1992, se ha circunscrito a la capital o sea a la ciudad de La Habana. En el interior de la Isla, donde radicamos más del 70% de los que tenemos ciudadanía española, el CRE es prácticamente desconocido.”
Don Pancho, entusiasmado con las novedades, me detiene en mi razonamiento. “Ud. que lleva estudiando esas emigraciones desde 1980 a la fecha… ¿No ha hecho propuestas a ese órgano?” A lo que, con renovada paciencia, le respondo: “Por supuesto pero nadie las ha tenido en cuenta. En un amplio y detallado análisis que elevé al ejecutivo del CRE de Cuba con fecha 14/9/2010, entre otras cosas, exponía: «En las provincias de Camagüey y Ciego de Ávila, variando su cantidad, existen organizadas asociaciones de comunidades españolas que, salvo la canaria, no están legalizadas ni reconocidas, conforme la Ley de Asociaciones, ante las autoridades cubanas. No tienen sedes o locales, usando las viviendas de los presidentes. Tampoco son atendidas, en ningún sentido, por sus homólogas que se autotitulan nacionales. Sin embargo realizan actividades de todo tipo con sus naturales y asociados, utilizando recursos propios para destacar la cultura hispana y estrechar los lazos de amistad entre Cuba y España. Siendo anacrónico, en mi opinión, que exista un estatus diferenciado para la ciudad de La Habana —donde sí están legalizadas, poseen suntuosos edificios para sedes sociales y se les da recursos— y otro para el interior de la Isla. El CRE de Cuba debe trabajar, de forma priorizada, por normalizar esa situación…».
“Eso fue, don Pancho, hace cinco años y nada se ha modificado. Porque es lo mismo de siempre: todo lo que se trata y decide en el CRE de Cuba es de La Habana…” Aquí, ya sobresaltado, Don Pancho no aguantó más y soltó un exabrupto: “¡Ah, carajo…! ¿Pero el Consejo de Residentes Españoles de Cuba es de toda la comunidad radicada en la Isla o solamente de ciudad de La Habana?”
Miré al viejo interlocutor y, tratando de tranquilizarlo un poco, le especifiqué: “Ese es un viejo mal habanero pues no son pocos los que por residir en La Habana, se creen representativo de todo lo cubano… Fíjese si es así que también tenemos a la llamada Federación de Asociaciones Españolas de Cuba, sin embargo, solamente está integrada por las asociaciones que actúan en la capital de la República sin tener presente que en las provincias del interior —como la de Camagüey— existen, actúan y representan a naturales y descendientes, con más de 3,000 miembros, varias agrupaciones de Comunidades Autónomas españolas…”
Don Pancho, en su cara lo vi, pensó seguir con sus curiosidades por lo que, con todo respeto, lo interrumpí: “Amigo, por hoy no tengo tiempo para más, aunque me comprometo a seguir analizando el tema en otro momento…”. A lo que Don Pancho, irónico, me contesta: “Oiga, paisano, no se preocupe que lo dicho queda entre nosotros… Y si por casualidad alguien se entera y se emberrincha por las cosas expuestas, para endulzarlo un poco, le sonamos nuestras tipinaguas…”