«…El padre Javier Arzuaga, capellán de La Cabaña lo narra así: «El Che nunca trató de ocultar su crueldad, por el contrario, cuanto más se le pedía compasión, más se mostraba cruel. Estaba totalmente dedicado a su utopía. (…) En La Cabaña, cuando las familias iban a visitar a sus parientes, Guevara, en el colmo del sadismo, llegaba a exigirles que pasaran delante del paredón manchado de sangre fresca«…
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