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1810: La negrada del rey y la mitología oficial

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EL IMPERIO CONTRAATACA EL 2 DE AGOSTO DE 1810 O LA NEGRADA DEL REY Y LA MITOLOGÍA OFICIAL:

Recordemos en este aniversario del 2 de agosto de 1810 que la tropa limeña del comandante Arredondo fue negra y parda en casi su totalidad, que el chauvinismo ecuatoriano en su odio racista ha llegado a comparar a aquellos «españoles» -en su sentido eurocéntrico- con los oficiales de campos de concentración nazis, que a esa tropa negra en su tránsito por las poblaciones del Reino de Quito las recibían de manera triunfal, demostrando su oposición a los manejos políticos de los marqueses quiteños. Recordar también que el ataque al Cuartel Real o Cuartel de la Real Audiencia, mal llamado «Cuartel Real de Lima», fue una acción temeraria, alevosa y con el claro conocimiento de la reacción que desencadenaría.

Recordemos asimismo el carácter de guerra civil de estos hechos, no sólo por la tropa limeña, sino por la oficialidad quitense, como por ejemplo el capitán Gregorio Angulo y Ante, el ferviente realista criollo, natural de Popayán, que ordenó el famoso cañonazo para que se abriera la pared divisoria entre los dos cuarteles -el Real y el de Santa Fe-, para que así bajo sus órdenes el Santa Fe pudiera irse encima de los presos, iniciando la masacre perpetrada intramuros por una prácticamente totalidad de soldados americanos. Recordar que la reacción de los negros limeños se da al ver morir a su jefe inmediato el capitán Galup y a algunos de sus compañeros en manos de los atacantes, sólo entonces los mulatos se amotinan contra las propias autoridades virreinales que intentaban apaciguarlos, matando a algunos de los juntistas del 10 de agosto del año 9, y lanzando a las calles una incontenible explosión de violencia popular de BANDO Y BANDO. Y digo popular, porque los soldados, esos soldados negros, proclaman a gritos «¡VIVA EL REY!» con un odio de siglos contra quienes los habían esclavizado y en defensa de quien había sido su única única defensa, valga la redundancia: el monarca. LA VIOLENCIA CONTRA LA POBLACIÓN QUITEÑA NO ES TANTA COMO SE NOS HA QUERIDO HACER CREER, obviando que las matanzas de los «libertadores» nunca se nos han contado. El estallido de violencia del 2 de agosto se enfoca principalmente en el saqueo de los más ricos almacenes y la destrucción de las ostentosas mansiones nobiliarias: espejos, alfombras, bargueños, arañas de cristal, gobelinos, porcelanas y más lujos aristocráticos son destruidos y tirados a la calle. Los habitantes de los barrios populares levantan barricadas para defenderse de los amotinados, pues se ha regado la voz de que estos tienen licencia para matar y robar a toda la población, pero una vez consumado el ataque a los grandes comercios y a las mansiones señoriales del centro, los limeños se recogen a sus cuarteles y no salen de ellos hasta el día de su partida. A su paso de retorno a la capital del Virreinato del Perú, las poblaciones seguían ovacionándoles como triunfadores. Y finalmente recordemos que Bolívar en su fanatismo sectario utilizó la luctuosa jornada de ese día como pretexto para su guerra a muerte, guerra a muerte que se extendería a la misma Quito donde su pueblo, éste si que pueblo, en mayo 1823 -apenas a un año de la «gloriosa libertad»- fue masacrado a manos de la tropa libertadora por negarse a enlistarse en una guerra entre hermanos. Recordemos que de estos mártires, nadie se acuerda.

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