María Luisa y la estampida del San Fermín habanero de las 5 a.m.

Foto: Cubanos esperando a las puertas de una tienda para intentar comprar algo.

París, 12 de marzo de 2021.

Querida Ofelia:

¿Te acuerdas de María Luisa? Aquella bella y simpática chica que estudiaba conmigo en el Instituto de La Habana.

Hace unos días pudimos hablar por teléfono, después de años sin saber algo de ella. Un amigo común, hoy residente en España, me dio su número de teléfono. María Luisa me contó que sus padres fallecieron hace años, también que se había divorciado de Mayito, el que fuera su único y gran Amor, pero que no tuvo hijos con él, esperando tiempo mejores para tenerlos, tiempos que jamás llegaron.

Así ella vive sola con su perrito Yulí en aquel apartamento del primer piso de un inmueble de dos. Recuerdo el balcón de hierro forjado, la sala, la saleta, la fila de cuartos que daban a un pasillo exterior con baranda -desde donde se veía el patio de la planta baja-, y al final el comedor y la cocina cerraban en forma de ángulo de 90° el apartamento.

Me cuenta que se jubiló que pasa su vida leyendo, escuchando los viejos longs plays y escribiendo cartas a los amigos esparcidos por el Mundo, pero que no las envía por correo pues no llegarían. Las entrega a un amigo diplomático extranjero, el cual las envía por la valija diplomática al exterior.

Cree que de sus compañeros de la Facultad de Letras de la Universidad de La Habana, solo queda ella en Cuba. “Los intransigentes, los chivatos, fueron los primeros que se fueron hacia el extranjero, casi todos viven hoy en Miami, en las entrañas del ex odiado monstruo imperialista” – me dice riéndose-.

Mayito vive en Suiza desde hace muchos años y desde allí siempre la ha ayudado económica y moralmente. Gracias a él se puede conectar a la Internet y conocer algo de lo que realmente sucede en el Mundo.

Le pregunté si no había tratado de irse de Cuba y me contestó: “Nunca lo he intentado, pues deseo ver cómo termina esto”

Con su voz pausada y algo melancólica me contó:

“Felito, mi amor, tú no puedes imaginar cómo ha cambiado nuestra sociedad, los cubanos en 63 años han evolucionado: “la lucha”, “resolver”, etc., han llevado a desarrollar una picaresca que dejó pequeña a la de la literatura.

Como la policía prohíbe hacer colas en las puertas de las tiendas antes de las 5 a.m., la vecina de los bajos que vive con su hijo, permite que las personas hagan la cola dentro de su hogar. Ella les cobra un dólar por permitirles esperar en su casa a partir de las 2 de la tarde. El hijo reparte papelitos con el orden de llegada.

A las 12 p.m., ya la casa está llena de personas que conversan -gritan-. Los hay que traen reguetón y en el patio lleno se baila- si a eso se le puede llamar baile-.  Para mí es imposible dormir. Claro que todo es conocido por la presidenta del C.D.R. Pero Yuseilys -así se llama mi vecina-, le da un % de las ganancias diarias.

Así es cada noche de lunes a viernes, pues solo puedo vivir en paz en la noche el sábado.

A las 5 a.m. Yunior -así lo escribe él- se pone al lado de la puerta y con un silbato anuncia que abrirá la puerta. La estampida de personas corriendo desesperadas que se caen, unas les pasan por encima, los gritos, las broncas matinales, no tienen nada que envidiar a los toros de los Encierros de Pamplona durante los San Fermines.

Pero esto no es todo. En la copa del situado frente a casa se esconden personas durante toda la noche y a las 5 a.m. se dejan caer y salen corriendo hacia las puertas de las tiendas, lo que me hace recordar las películas de Tarzán de nuestra infancia.

Cada madrugada poco antes de las 5 a.m. me voy al balcón a ver el triste espectáculo surrealista de mi cuadra. Pero hace unos días ocurrió algo muy curioso. Al mediodía me percaté que al pie de un árbol habían colocado un gran saco de yute, el que  a veces se movía un poco. Pensé que sería algún animal que irían a sacrificar por la noche, como parte del sincretismo religioso cubano.

Pero imagínate mi asombro cuando al sonar el silbato de las 5 a.m. del saco salió una gruesa mujer corriendo con él en la mano, mientras gritaba- ¡soy el uno!, acompañado de groserías, se lanzaba junto a los que se habían tirado desde lo alto del árbol y se fajaban con los de la estampida de los bajos de casa.

¡Esto es demasiado Felito!

Bueno, no quiero cansarte, pero te repito, la picaresca cubana no tiene límites. Figúrate que Yuseilys me propuso que yo también podría entrar en el negocio de alquilar mi apartamento para que las personas hagan las colas hasta las 5 a.m. Le respondí que no quería entrar en negocios que al final terminan complicando la vida a los que los practican.

Yo ya he leído muchas de tus Cartas a Ofelia, pues Hortensia me había dado la dirección de tu sitio web. Me encantan también las fotos de tu familia que he podido ver en Facebook.

Hay tantos lugares de nuestra ciudad que me hacen recordarte: El cine Payret, el Paseo del Prado, el Club Intermezzo, El Ten Cent de Obispo, Galiano, el cine América, La Concha, Santa María del Mar, el García Lorca,  y un largo etcétera.  

Espero que Dios permita volver a vernos más temprano que tarde, pues ya ambos somos viejitos de 72 años y…los años pasan demasiado rápido.

Besos para Giancarlo-dile que me alegra que tenga una familia tan bella-, para Marta y para ti, querido amigo,

María Luisa.”

Un gran abrazo desde París azotado desde hace un año por la terrible pandemia de Covid-19,

Félix José Hernández.

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