Los cubanos se lo merecen

He enunciado cubanos, porque con este gentilicio encuadro perfectamente a las cubanas y hasta aquellos que están dudosos de sentirse hombres o mujeres, según la lengua que procuró quitarle la soltura irregular y la anarquía, el andaluz Antonio de Nebrija, y que supo deleitarnos con su uso el irrepetible mestizo austral Inca Garcilaso de la Vega.
Los cubanos, dentro del contexto mil millonario de habitantes de este planeta, son una puntica de nada, que noche tras noche sin cenar, mañana tras mañana sin desayunar lo que han tenido en gana, y almuerzos de tirar la jornada, se merecen más que de sobra un respeto universal por su sacrifico en el que, como siempre, ha llevado la peor parte la gente del común.
Los cubanos, si el amasijo imperial quiere, y es probable que en el ánimo de algún subnormal perteneciente a ese club de comemieldas en ocasiones entre la posibilidad, podían ser arrasados en cinco minutos de la faz de su hermosa isla, y hacerlos volar a todos agarradicos a su dignidad por el éter, y el planeta, este hermoso mundo plagadico de gilipollas, se quede con la misma indiferencia a como está, o estamos, actuando cara a todo el elenco que, politiquillas, o politicazas, grandilocuencias y principios celestiales, por muchos años han tenido, y tienen, jodidos a gente que no se merece, ni mucho menos, ese trato mundial de que Cuba esté como está por derecho de opinión de los babosos medios de comunicación, sus amos y muchos comemieldas.
Los cubanos, ya no tienen nada que demostrar. Para su desgracia, y quiero pensar que tan solo para el contento de cuatro imbéciles y sus limpiaculos, la isla de Cuba, los cubanos, están pagando muy caro su dignidad y su derecho a ser aquello que les salga de sus compañones.
Como superviviente de una cristiana dictadura, en la que yo sufrí profundamente y en la que de vez en cuando me sigue alcanzando algún ramalazo de tres pares de cojones; en esta santísima dictadura que yo sufrí, los únicos que se hicieron grandes y poderosos fueron los seminarios, para sacar a la calle con un garfio en cada mano, la boca abierta y un gancho en la espalda, y, según, servir y salvar al pueblo, los que antes y ahora se llevan el efectivo nacional para su patria verdadera: el Vaticano.
Los jóvenes, los chiquillos, en cuantico empezaban a tomarle gusto a la escuela, ya tenían que irse a trabajar, y el que tenía influencias y podía sacarse el pasaporte antes de “hacer la mili”, con sus manos jornaleras en franco periodo de expansión para convertirse en verdaderas herramientas de apretar y sostener cosas, se marchaba con la bendición apostólica de su santidad (nunca he sabido qué coño era eso) a trabajar al extranjero porque en la España victoriosa de Franco, el trabajo que existía era de estraperlo y lo controlaban los cuatros victoriosos o ganadores de la rebelión que había en cada pueblo.
De potenciar la educación la escuela, la medicina, la ciencia; de todo esas cosas propias de gente extranjera, durante la dictadura franquista en España se cumplió todo a rajatabla, y hasta estaba mal visto y castigado severamente, salirse del pensamiento nacional cristiano, especialista en partir un huevo frito para dos o tres personas, en una España de eructar en público para demostrar que se había comido, fue aquella España que nadie me ha referido y que yo la visioné con mis propios ojos.
He sacado lo de la dictadura franquista al renglón; porque influenciados por los medios de comunicación, en esta España residual donde la involución hacia todo lo franquista ya es un hecho, y como entonces la poca liquidez efectiva en dinero se la vuelve a llevar el mismo clero avariento de entonces, potenciando viacrucis, ejercicios espirituales, jubileos y privilegios de sectas religiosas, deja sin cuidado e indiferente a la población que despeguen aviones extranjeros en territorio español para bombardear a gente inocente con los que ni estamos en guerra ni deseamos estar.
Los cubanos siguen pagando un altísimo tributo por su dignidad, mientras la inmensa mayoría de las jóvenes repúblicas de su entorno, aún desconociendo que exista un solo país en el universo que siendo amigos de los Usa-vaticanos viva con justicia y calidad de vida, aplauden a destajo, con la ilusión de que los premien desde este mundo absurdo, imbécil, que estima y aprecia mucho más la miseria y la injusticia que la vida placentera y justa.
La Cuba de los cubanos continúa, está ahí, se llame como se llame el presidente de la república. Y me gustaría que alguien me explicara que, aparte de joder al pueblo cubano, para qué cojones sirve el embargo económico hacia la isla del amasijo de mamones que lo defienden sabiendo que solo jode de verdad a las gentes de la calle.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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