Cuba es una provincia española, una parte integrante de la nación

Siempre es bueno decir la verdad, y en algunos casos absolutamente indispensable aunque hiera ciertas susceptibilidades y lastime ciertos oídos, y hay circunstancias en la cuales puedo interpretarse el silencio como despreciable cobardía o completa falta de razón.
El gobierno español ha declarado una vez y ciento que la Isla de Cuba es una provincia española, una parte integrante de la nación, pero de ningún modo un todo, mejor o peor, separado. Al hablar de la nación española se habla de Cuba, lo mismo que de Cataluña, Andalucía o Castilla; y los que gritan ¡viva España! gritan implícitamente ¡viva Cuba!, lo mismo que Galicia, Asturias o Aragón. Dentro de la gran nacionalidad española no hay autonomías particulares; puede existir el espíritu de provincialismo, pero es necesario que eso espíritu está subordinado a otro sentimiento más grande, al sentimiento nacional.
Hemos llamado más de una vez a Cuba y Puerto Rico la España americana, y, por Dios, que les cuadra bien este honroso nombre. Ni en Cuba ni en Puerto Rico existe raza indígena, que pueda pensar en revindicar el territorio ocupado por españoles hace cuatro siglos; la raza que lo puebla es española y no tiene a la tierra más derechos que los otorgados, bajo la bandera de Castilla, a los que llegaron primero y a los que han venido después; porque en Cuba y en Puerto Pico solo puede haber españoles, más o menos reconocidos a la patria.
La existencia política de Cuba como provincia española es una verdad profundamente arraigada en todos los corazones. El día en que, por desgracia, deja de serlo, se hundiría en un abismo insondable, donde desaparecería su ilustración, su riqueza y su porvenir. No llegará, sin duda este evento, por que Cuba es eminentemente española, y esto basta para demostrar que será siempre noble y agradecida; porque así lo exigen la índole del país y la sangre que circula por las venas de sus amantes hijos. Todos esperan confiados y tranquilos las concesiones que ha de hacerles el Supremo Gobierno, y desean que llegue este momento para desengañar a los ilusos y que comprendan, desde ahora para siempre, que no es posible separar a esta hija predilecta de la Madre Patria, mientras haya cubanos en su fértil suelo, dispuestos a sacrificar sus vidas antes de permitirlo.
Editorial del Diario de la Marina del 15 de diciembre de 1868.

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