Cañonazos entre marqueses

La España de entonces era exactamente igual a la España actual, y la prensa de entonces es primica hermana de la de ahora

Los más de treinta años de guerra en Cuba dieron para mucho. Y puede que lo que quedó en extremo más claro y brillante como consecuencia directa de todos aquellos tristes y desastrosos años y acontecimientos, fueron varias cosas que, por desgracia, siguen vigentes, vivas y coleando especialmente en la sociedad española. De la cubana, de ser posible, hablaremos en otro momento.
Una parte muy importante de la guerra, de su alocado existir, fue debido a la inconsecuencia y la irresponsabilidad gigantesca de la prensa española, que actuó con altísimos índices de una parcialidad fanfarrona, que se puede anotar como asesina hacia las clases populares españolas, ocultándoles a los pocos que sabían leer la tremenda realidad del escenario donde iban a morir los mozos españoles vestidos de rayadillo, mientras los ricos de cupo, o los miembros de los casinos, aplaudían lo que ellos denominaban heroísmos. Y nunca ya sabremos si aquellos aplausos fueron en plan de mofa, supuesto que a altos niveles del mando español tanto sacrificio tenía un claro final predecible contrario a España.
La España de entonces era exactamente igual a la España actual, y la prensa de entonces es primica hermana de la de ahora, hasta repitiendo nombre de sus cabeceras. Y en el desarrollo, por ejemplo de la construcción de un buque de guerra por aquel entonces, se puede ver reflejada pelo a pelo nuestra actualidad de falta de previsión en lo que respecta a ser escrupulosos con la decencia del empleo del dinero público.
Para construir un buque de guerra del tipo crucero, por supuesto diseño no original español porque la ingeniería estaba tan solo a nivel de levita y sotana, pagando por tanto por construir una réplica de los barcos de los bárbaros y herejes extranjeros a nuestras santas fronteras, la imperial España que tenía territorios ultramarinos, y en vez de explotarlos ella los alquilaba, como hacen ahora los ayuntamientos con los servicios que se los dan a explotar a intermediarios para que florezca con esplendor el mundo de la sisa y la comisión.
Por aquella España imperial y colonial, las minas más rentables, las vegas más feraces, normalmente se alquilaban a ingleses o franceses, holandeses o gringos, para que sus empresarios crearan empresas de aquellas matrículas, y los mandamases españoles pudiesen trincar un sobresueldo y celebrarles algunas misas aunque fueran protestantes.
Para el caso que nos ocupa vamos a hablar del crucero réplica de una serie de cruceros protestantes ingleses, que llevó por nombre el de “Marques de la Ensenada”, que desde que se dio con urgencia, debido a la necesidad del momento, la orden de su construcción en 1.886 en los astilleros españoles, hasta que quedó listo para el servicio, pasaron ocho largos años, 1.894, y el concienzudo y super estudiado presupuesto de construcción calculado en 1.828.000 Ptas. pasó por gracia y arte español presupuestario a 3.400.000 Ptas. Como claramente se ve unas cuantas pesetillas de más.
Aunque se construyó para proteger las costas de la isla de Cuba, no fue enviado al apostadero de la armada española en La Habana, hasta el año de 1.897. Pero claro eso puede obedecer a tácticas guerreras especiales que tienen cierta similitud, guardando las distancias, con las apariencias del hombre y la mujer, que muchas veces la cosa con ropa promete y ambos después encueros solo dan para lágrimas.
El crucero “Marqués de la Ensenada” que se sepa, no entró en acción de su labor guerrera en vez alguna; y cuando volvió a España virgen, al parecer de hechos guerreros en 1.899, fue dado de baja en 1.900, con una vida activa en “servicio” de seis años, dos años menos de los que necesitó para ser concebido como buque.
España, una nación, un reino, señalada por las alturas celestiales, según, para ser guía y faro de luz de otros pueblos, al margen de tener una honda convicción moral de que está y estaba destinada a ser imperial y madre de otras naciones, cuando se llega la hora tecnológica del avance en las comunicaciones y se empiezan a tender los cables submarinos que unían los continentes con una velocidad de noticia de asombro, España, siempre con un claro y alto criterio, entiende que tal asunto es tema de herejes protestantes, o de franceses amanerados, y mientras esos dos países emplean recursos en favorecer el futuro, nosotros, la imperial España, pregona con su fiel prensa que el inteligente reino español disfrutamos de unas tarifas baratísimas para usar los cables de los otros, y como somos clientes de mucho uso, nos guardan un respeto y miedo comercial de puta madre.
En la punta oriental de la isla de Cuba, en la Punta de Maisí o Maicí, cuando el crucero español “Marques de la Ensenada” hacía su viaje inaugural de empezar a lamer sus hierros las aguas del Caribe haciendo de escolta a tres nuevos cañoneros que España le había comprado construidos a nuestros, para la ocasión, “aliados y hermanos”,  ingleses, después de haber hecho escala el crucero en Puerto Rico procedente de Glasgow, el “Marques de la Ensenada” tuvo que buscar resguardo al doblar la dicha punta hacia el sur, en La Caleta, porque la mar se lo comía.
Una vez dentro de la citada caleta, al resguardo de la mala mar, fondeado el buque, si vio sorprendido en la noche por los disparos del cañonero “Marqués de Molins”, de bandera española, que nada sabía, problema de las comunicaciones respecto de la posibilidad de que aquel buque fuera español.
En el “Marques de Molins” navegó mi abuelo Pepe. Él no pudo contármelo. Me hubiese encantado escucharlo de su voz el incidente, que, para la prensa española tuvo mucha gracia y le sacó el provecho fanfarrón de lo eficaz que estaba la vigilancia sobre las costas cubanas.
Salud y  Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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