¡Ay Cuba!, ¿Hay Cuba?

Texto e imagen publicados originalmente el 10 de abril de 2024 en la red social X, perteneciente a Cuba con H de Ortografía (@CubaOrtografia), enlace original a pie de artículo. El texto se reproduce íntegramente.

Podrá parecer un cliché, una idea trillada, pero todos tenemos derecho a una opinión, por inverosímil que sea. Aquí doy la mía, como siempre, anclada en el pragmatismo. El tema de Cuba, o mejor dicho, el trauma de Cuba, el problema de Cuba, la crisis de Cuba no se va a resolver a través de Estados Unidos ni con ninguna intervención militar o humanitaria. Está más que demostrado, tristemente demostrado, que Estados Unidos no va a atacar a Cuba, aterrizar en Cuba ni invadir Cuba. Puede que sean cómplices en muchas áreas, desde la ayuda monetaria de la familia Rockefeller a Fidel Castro en la década del 50, o a través del apoyo que le negaron a Batista para confiar en el nuevo «hombre fuerte» del M-26-7. En cualquier caso, no es asunto de Estados Unidos resolver y eliminar el karma que seguiremos pagando por la ignorancia, la complicidad y la manipulación que permitimos ante los pies del engendro maligno. El tema de Cuba; y vuelvo a corregirlo, el trauma de Cuba, infinitamente en bucle, lo tendrán que resolver los cubanos, dentro o fuera de la Isla. No hay una sola organización internacional que sirva, que tenga vergüenza y en la que podamos apoyarnos para pedir asistencia. La ONU debería volar en pedazos como el PCC. Han sido unos esclavos miserables, e innecesarios, de la dictadura castrista durante décadas. Han inflado todas las estadísticas, han mentido al mundo propagandizando un sistema médico y educativo falso y fallido, han cerrados los ojos ante las denuncias continuas de los desmanes y crímenes bajo la égida de Fidel Castro. Ni la ONU ni la OEA, ni la Unión Europea ni ningún Parlamento hará nada concreto por Cuba. Y repito: no tienen por qué hacerlo. Incluso si tuvieran un comportamiento más certero, o si hubiese fuertes pronunciamientos desde sus sedes, la responsabilidad final es de los cubanos. Hay quien sueña con una Cuba libre, con una Cuba reconstruida y recuperada, con una Cuba que avanza y progresa. Soñar no está mal, en lo absoluto. Pero mucho cuidado con los sueños, que millones de cubanos comenzaron a soñar en 1959 sin sospechar que todo se volvería una gran pesadilla. Para que las cuatro letras del país donde nacimos vuelvan a retumbar no bastará con encarcelar a Canel, arrastrar a Raúl, escupir ante la piedra de Fidel, fusilar a todos los militares y policías manchados de sangre, enjuiciar a todos los chivatones de los CDR y destruir cada uno de los vestigios estatales que han dominado la vida en la Isla desde hace 65 años. ¿Cómo se reconstruye una nación sin pueblo, una sociedad sin valores, una población sin educación, unos símbolos patrios maltratados y mal usados? ¿Cómo se rehace un país irreversiblemente adoctrinado y se arranca de raíz la envidia del ADN del cubano? ¿Cómo borrar de la mente y del espíritu el sentido de escasez, de miseria humana, de justificar un robo con «resolver» y de dividirse en un abismo de ideología y política? ¿Cuántos muertos más harán falta para que acaben de alzar los brazos y recojan una bandera que languidece, apenas sin color, injuriada y vapuleada desde ambas partes, desde el exilio y desde la cueva del castrismo? ¿Cómo deshacernos del fanatismo político, ciego, febril e histérico que sigue despertando pasiones y mucha ira en todas partes, desde el «comecandela» idiota que se rasga la piel gritando ¡Fidel! hasta el cubano supuestamente libre en el exterior que pretende subirse al pedestal más alto de los «patriotas» del Olimpo? Somos un caos, una masa amorfa de sentimientos hundidos, un esqueleto de dignidad, una raza enclenque de cobardía y amoralidad. Yo no tengo pelos en la lengua. Nunca los tuve, y nunca pedí permiso para decir lo que siento. Más de uno, en algún momento, se habrá avergonzado de sentirse cubano, de saberse cubano, de haberse visto obligado a convivir con gente miserable y envidiosa. Y no toda la culpa de ese sentimiento es debido al régimen castrista, sino a la confabulación y el contubernio de millones de cubanos a lo largo de la historia. Si quieren seguir con la historia boba de que Fidel Castro engatusó, ilusionó y engañó a los cubanos con sus ideas o de que traicionó los ideales de mucha gente, pueden hacerlo. Quizás era entendible en 1959, en 1960, en 1970, hasta incluso 1980, a pesar de que ya para esa última época los muros de La Cabaña no aguantaban un disparo más, las mazmorras de Isla Pinos estaban manchadas de la sangre de los plantados, las UMAP se habían cobrado varias víctimas, los homosexuales casi no podían salir a la calle, la universidad se quedó solo para los «revolucionarios», más de 125 000 se fueron del país bajo los gritos frenéticos y las agresiones de sus vecinos… Y no hablo de las expropiaciones y las confiscaciones, la censura, el robo, el destierro, la prohibición de las Navidades y la religión, el llamado «diversionismo ideológico» y la persecución política. Dejamos que nos robaran la libertad. Y fuimos conscientes de eso, idiotamente conscientes. Todavía en los 90 había cretinos que defendían a la «Revolución», otros tantos desmemoriados que regresaban bajando la cabeza ante su «Revolución», otros a los que la nostalgia no los dejaba separarse de su «Revolución», muchos otros, cretinos también pero más inteligentes, que continuaban apoyando a su «Revolución» con el refrigerador lleno de comida, un techo digno donde guarecerse y todas las necesidades resueltas, que no pudieron encontrar solución dentro de la «Revolución». Cuánto desearía equivocarme. Pero mi cuartucho del solar en Buenavista; las noches de insomnio por los mosquitos, los apagones o el hambre; la discriminación sistémica; las vicisitudes y la hipocresía de mi entorno me enseñaron a no perderme entre tantas ilusiones, a no languidecer en el anhelo infinito de lo inalcanzable. ¡Ay, Cuba! ¿Hay Cuba?

Referencia de origen. Tomado de la cuenta de X, de Cuba con H de Ortografía.

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