Adiós a un patriarca de la poesía y de la libertad: Rafael Alcides

Por: Wilfredo Cancio Isla
Ha muerto en La Habana, a los 85 años, Rafael Alcides Pérez, uno de los grandes poetas cubanos contemporáneos y figura indiscutible entre los cultores del coloquialismo poético en Hispanoamérica. Hacía años estaba sentenciado por un cáncer que terminó llevándoselo este martes, dejando un vacío profundo en la intelectualidad cubana, es decir, entre los creadores y pensadores que pueden merecer aún ese calificativo honorable. Ha muerto un patriarca de la dignidad, la decencia y el pensamiento libre de la nación.
Rafael Alcides deja una extensa obra poética, que cultivó hasta el final de sus días. Con La pata de palo (1967), se colocó entre los autores de liderazgo en su generación, con elogios de Virgilio Piñera. Tardaron después años, pero cuando en 1983 publicó Agradecido como un perro, Rafael Alcides se reafirmó, ante muchos que habían olvidado su nombre y otros que lo desconocíamos por completo, como un maestro y un profeta. Por esos años, se ganaba la vida haciendo radio, con un exquisito programa que sirvió para dar a conocer a numerosos poetas y escritores jóvenes: «En su lugar la poesía».
Conocí fugazmente a Rafael Alcides cuando Agradecido como un perro se ganó el Premio de la Crítica entre los mejores libros de ese año. Desde entonces admiré sus versos y sus libros con el valor añadido del impacto que me dejó su recia personalidad. Fui también admirando al hombre digno, al intelectual cabal, que se apartaba de todas las ceremonias, la banalidad propagandística y los ditirambos oficiales para refugiarse en las verdades de la creación, el estudio y el compromiso histórico con su patria.
En marzo, la palabra y la dignidad de Rafael Alcides brillaron en la Cinemateca de Coral Gables con la presentación del estremecedor documental Nadie, de Miguel Coyula. Es un diálogo del poeta con la imagen de Fidel Castro, antes y después de su muerte. Una pieza cinematográfica que desgarra tanto como hace meditar en nuestro descalabro nacional de las últimas seis décadas.
Un país que tuviera un ápice de normalidad y respeto por sus valores culturales estaría hoy de luto por la muerte de Rafael Alcides. Una prensa que se respetara tendría el obituario en sus primeras planas impresas y digitales. Pero no podemos pedirle peras al olmo. Reviso esta mañana los libelos Granma, Juventud Rebelde, Cubadebate y otras perlas de la matraca oficial, y para verguenza ciudadana no hay una sola mención a la muerte del poeta. Tal vez el ministro de Cultura, Abel Prieto, que tanto fustigó las injusticias poéticas en su tiempo de incendiario y burlón, debiera interceder para al menos paliar esta infamia de la censura oficial.
Pero Rafael Alcides no lo necesita para estar en el sitial que merece. Reconocido como lo que es. Un cubano que ejerció la libertad y enseñó a sus compatriotas a asumirla como el más preciado de los derechos en nuestro efímero paso por este mundo. Un creador de cantos sublimes y un hacedor de belleza. Adiós, Rafael Alcides. Los hombres buenos, como los libros, tienen sus propios hados. Cuba te recordará siempre.

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