26 de julio de 1953 día que el “gran héroe” se perdió en Santiago

La jugada ajedrecística del 26 de julio de 1953*

El asalto al cuartel Moncada* no fue más que la plataforma propagandística de Fidel Castro para instalarse en la geografía del país, pues –conociendo su carácter y psicología– debe haber sufrido bastante que en el ámbito universitario su personalidad no haya ayudado a calar en el movimiento estudiantil, liderado en ese entonces por José Antonio Echeverría, quien nunca le dedicó una sonrisa al inferir sus ambiciones políticas y su falta de escrúpulos para usar el medio que fuera necesario con tal de lograr su fin, máxime su fama gansteril, y el haber matado a un rival de las huestes mafiosas que pululaban en la época, el joven Manolo Castro.
asesinato de Manolo Castro
Y tan fue así, como para corroborar las sospechas de Echeverría, que Fidel usó el golpe al Moncada –dado su desespero mediático– para relucir en el ámbito nacional . Sacrificó aquellas vidas “inútilmente”, para que su nombre resplandeciera, ya que en La Habana no tenía espacio ni credibilidad. Fidel Castro supo siempre que esa acción sería un fracaso total, y exactamente así fue su plan.
Con las precarias armas y la poca preparación militar de los civiles que usó, los envió a una muerte segura, pero antes –por supuesto– se aseguró de no exponer su vida, la que puso a buen resguardo, y no entró al cuartel “al no encontrar la puerta”. Cualquiera que haya estado en el lugar, desconfiaría de que fuera cierto, pues hasta un niño de cinco años la hallaría. De hecho, después de 1959, el cuartel pasó a ser escuela, y jamás se supo de un un solo caso de algún estudiante que perdiera el rumbo; menos le ocurriría a Fidel que estudió en esa ciudad, y fue el primero en llegar –antes del asalto– para planificarlo personalmente.
Si todas estas pruebas no fueran suficientes, ¿por qué no regresó en busca de la puerta? ¿Acaso los disparos en aquel amanecer, que se escuchaban en toda la ciudad, no fueron suficientes como para ubicarse? ¿Por qué entonces no fue a otro de los tantos puntos de combates de los planificados? Engañémonos al pensar que Fidel Castro perdió la puerta para entrar al cuartel, y obviemos que sus hombres, que por primera vez visitaban la ciudad, sí la encontraron. Es ridículo escuchar en su propia voz cuando explica que el auto que iba delante dobló, y el de atrás también, solo el suyo continuó. Pensemos que tampoco encontró los otros puntos de combate, que allí, como en el resto de la guerra, no hizo un solo disparo, y que jamás participó en una escaramuza, ni fue expuesto a la cercanía de una bala. Borremos esa realidad para preguntarnos, en el improbable caso de haber tomado el cuartel y al que solo lo tendría por unas horas, en lo que el ejército regular se encaminaba al contraataque desde las ciudades cercanas y comenzara el bombardeo de la aviación, si no debería haber tenido un plan de escape, lo más lógico hacia las montañas de la Sierra Maestra. Sin embargo, ese plan, que más que un plan se trataba de un despliegue logístico, una cadena de contactos que garantizara la retirada y salvaguardara las vidas, jamás existió.
Fidel Castro lo único que encontró para él, mientras sacrificaba a sus compañeros, fue un hueco en la casa de un campesino, y la mediación de la Iglesia Católica para que le respetaran la vida una vez entregado.
Así nació la leyenda del Titanic caribeño, y como el ave Fénix, según su planificación, Fidel Castro emergió como gran héroe de aquella traición a sus hombres, de aquel asesinato masivo al que los guió, gracias al poder de convencimiento que siempre poseyó, el mismo con que arrastró a esta nación al precipicio.
Era lógico que Haydee Santamaría se pegara un tiro. ¿Cómo podía vivir con el infinito dolor de saber a su amado hermano traicionado? De alguna manera ella también, con su silencio, participaba de esa deslealtad. Pero el ojo de su hermano, visto sobre una mano, quemaba perenne como el hierro que marca a las reses, y finalmente hizo lo inaplazable, aunque mejor, como Corday a Marat, debió librar a este país de tanto sufrimiento a costa de nada, salvo del hambre y el sacrificio que Fidel obligó a rendirle a varias generaciones.
Como en un juego de ajedrez, Fidel Castro hizo su envite con el ataque al Moncada y pudo avanzar sus piezas. Luego cumplió condena, el mismo tiempo que hoy cumplen triplicado aquellos que se atreven a gritar “Abajo Fidel”. Lo mejor de todo es que la jugada iniciada en aquel “fracasado” asalto, según como se mire porque exactamente así lo planificó Fidel, aún no ha terminado. Nunca quisieron creer en la historia, acomodada, cercenada por más de medio siglo. No les valdría de nada porque, infaliblemente, ella se ocupará de ubicar a cada cual en su lugar. Y ese será el Jaque mate a Fidel Castro y a su élite de secuaces fracasados, que como damas consortes, recibirán el castigo de su propio juego.

Ángel Santiesteban-Prats
Prisión asentamiento de Lawton. Julio de 2014
*Nota de La Editora: Este post fue enviado por Ángel en el mes de julio para ser publicado el 26, pero las circunstancias obligaron a posponerlo.
* Nota de la Editora: Hoy se conmemora un nuevo aniversario del asalto al Moncada y con él, el nacimiento de una leyenda que debe ser desmontada, por eso publico nuevamente este post que escribió Ángel Santiesteban el año pasado en prisión para esta misma fecha.

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