Cada vez que Gabriel García Márquez era cuestionado por su amistad con Fidel Castro, echaba mano a un argumento demagógico que lamentablemente algunos cubanos han dado por válido. GGM se justificaba así de su complicidad con el tirano:
“No podría calcular la cantidad de presos, de disidentes y conspiradores, que he ayudado, en absoluto silencio, a salir de la cárcel o a emigrar de Cuba en no menos de veinte años”.
¿Cuántos presos políticos y “conspiradores” (así les llamaba él) en realidad tuvieron la dicha de contar con la mediación de GGM? Según mis cálculos, sobran dedos de una mano para contarlos, aunque yo pudiera estar equivocado. Nunca he visto la misteriosa ‘lista de Gabo’.
Pero si fueran dos docenas, o incluso un centenar, tampoco sería para tirarle confetis. No por haber conseguido la excarcelación de un puñado de presos, la mayoría escritores y todos injustamente encarcelados, hay que perdonarle lo otro, pues es en ese ‘otro’ donde está lo definitorio.
En cualquier análisis costo-beneficio siempre pesará mucho más el daño que le ha hecho a Cuba la legitimación de la tiranía por parte de un escritor célebre y uno de los máximos exponentes de lo que se ha dado en llamar ‘la mística latinoamericana’. Lo cual no es más que la bobería telúrica del castrismo en Macondoamérica. Una pejiguera delirante.