La discriminación de la memoria francesa de Andalucía

Hablábamos hace poco de cómo nuestra memoria histórica italiana ha sido discriminada de nuestra tierra en pro de exclusivismos étnico-ideológicos.

Desde la teoría de las «Tres Culturas» del ensayista -que no historiador- Américo Castro, a nuestro tiempo con las «Cinco fuentes de la cultura andaluza», se ha intentado utilizar especialmente a moros, judíos y gitanos (y en nuestros días, también a los negros) porque nos aportan «exotismo», y como todo aquello que pueda ser usado como «hecho diferencial» separador y distintivo del resto de España, en contra de lo que nos suene a «Roma» o «Castilla»; vale, pues válganos (valga la redundancia…) Gramsci para trasladar la lucha de clases a la lucha de mitos étnicos. 

Otra memoria que ha sido discriminada de nuestros pagos por el pseudorromanticismo barato y el marxismo cultural ha sido la memoria francesa. No ya a lo que el polígrafo Menéndez y Pelayo llamaba «cultura afrancesada» del XVIII, sino al franco como actor de la repoblación medieval y como soldado aliado de Castilla. En Sevilla tenemos la calle Francos. No se sabe muy bien su etimología: Puede ser de franceses que entraron con San Fernando (y seguramente, introductores del culto a San Martín de Tours, a la sazón, nombre de la parroquia de Bollullos de la Mitación, por ejemplo), o de comerciantes libres. Sea como fuere, durante siglos, la arribada de franceses a Sevilla y Cádiz es evidente ,e incluso en el siglo XVII, cuando tantos problemas político-militares había con Francia, un amigo portugués me hizo notar cómo ostentaban la primacía en el censo de extranjeros de Sevilla.

No es sólo el siglo XVIII. No es sólo la corte borbónica. No es sólo la colonización hispanofrancesa de la Luisiana. Va todavía más allá en el tiempo y en el espacio, y raro es el español que no tiene un apellido francés en su árbol genealógico (yo mismo tengo uno, al menos hasta donde yo sé), y raro es el francés que no tiene algún apellido español en su genealogía. 

Andalucía tiene una gran memoria histórica francesa presente en su cultura cotidiana, hasta en su forma de vivir el romanticismo, e incluso un poco en la cocina (¡vivan las croquetas! Aunque lo de la cocina hay que contar mucho con lo que robó Napoleón). El peinado que achacamos al tipismo torero procede de una moda ilustrada francesa, como gustaba de recordar el filósofo José Ortega y Gasset. El poeta Gustavo Adolfo Bécquer se llegó a ganar la vida como traductor de francés por mor de haber aprendido francés en casa de su madrina, con su tío político francés. Asimismo, la querencia de los románticos franceses para con Córdoba y Jerez de la Frontera es latente, y de Andalucía (como de otras partes de España), procede la implantación romántica de la tauromaquia en suelo francés tal y como se conoce ahora, aun teniendo raíces mucho más antiguas.

Así las cosas, en pro del reconocimiento a nuestra memoria histórica, reivindiquemos la castigada memoria francesa de Andalucía y rechacemos los injustos privilegios hacia otras etnias por motivos de interés político-turístico-económico. ¡Ojalá pronto se hagan reportajes, largometrajes y todo eso! Seguro que nuestros progres están pensando en proyectos para reivindicar esta memoria histórica con todo tipo de subvenciones…

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