¿Y pa' qué sirve?

No. Sería incapaz, por el respeto que le tengo, parafrasear al cantautor argentino José Larralde y preguntar y preguntarme pa qué sirve la OEA vista desde aquí, desde está España, vientre alquilado, por no decir trasero alquilado, a los caprichos y devaneos del Eje Europa (Alemania y Francia) y, por aquello de que a la abuela le gusta el tabaco, siempre aparece, porque está de lleno repizcando a lo pellizco de monja los EE.UU. esté o no esté preñada la abuela, y estén los de vaticano de rodillas rezando, o en otros menesteres como atándose los zapatos.
Del mismo modo que cuesta entender mirando desde la calle que los españoles y otros ciudadanos de aquellos estados que están geográficamente en Europa, cada vez se nos aprieta más la vida, y, proporcionadas a nuestras pérdidas en calidad de todo a Francia y Alemania y a Usa, a sus élites, se les pone más cara de ricos, nadie, oficialmente, quiere caer en la cuenta que todos los demás países, que se pueden definir perfectamente con el adjetivo calificativo de comemieldas, estamos aguantando el egoísmo del trío del Eje, de sus élites, que acuden a todos los entierros luciendo sus mejores galas, pero sin pedir perdón.
La OEA, en un mundo nuevo, la Organización de Estados Americanos que nació prácticamente a mitad del siglo pasado, el siglo de los genocidios mundiales, no sé qué tipo de explicación histórica va a darle a los tratadistas futuros cuando alguno quiera entender el porqué de que tanto estado poderoso vivan todos los de las Américas soportando y sufriendo las rapiñas, eructos y vejaciones de los EE.UU, en cuyos centros escolares por no saber, no saben sus alumnos ni ubicar donde tienen geográficamente sus estados serviles.
Todo eso si el mundo sigue girando a la velocidad constante y perfecta actual, que según los griegos, la mejor y más perfecta cultura y civilización nunca habido ni tenida por el género humano, estableció que tan solo la Tierra tiene una variación de un escaso segundo de tiempo en su giro, en espacios más de sesenta mil años, y los expertos en explosiones atómicas, no la frenan en seco y en caliente.
La OEA es otro vientre, otro trasero alquilado por los EE.UU y sus poderosísimos socios mercantiles, los del Vaticano, que logran realizar lo que resulta imposible de entender, que países inmensamente ricos en recursos, por culpa de unos políticos de caca seca, tanto monta monta tanto con los viejos políticos europeos, se desviven en solucionar económicamente en primer lugar sus asuntos personales, y en segundo y para siempre, a sus países los pongan a los pies de esos dos jamelgos apocalípticos insaciables como son EE.UU y el Vaticano, mientras los pueblos, las gentes, se lo consentimos.
La prueba más palpable de la triste realidad imperante, no radica en lo gracioso, ocurrente y reflejo perfecto de la sociedad actual estadounidense que espejea a la perfección el “rubio del norte” Trump, sino que la tristeza mayor es aquel machaqueos constante, que hace daño a la inteligencia más parca, que para gobernar un país, para llevarlo por el camino del bien, hay que preguntarle primero en un continente (por no mencionar más mundo) al Eje actual europeo, y en las Américas a dos miembros EE.UU y el Vaticano, que son los únicos que saben comprar papel higiénico para los supermercados, y si no fuera por ellos el tremendo índice de pobreza en medio de un mundo rebosante de posibles para todos, existiría.
Pero ellos cuidan con celo y esmero que tal cosa no ocurra; que no haya desigualdad, miseria ni pobreza, por fuera de Cuba y Venezuela (lo de Honduras en asunto de sacristía, de tapete de altar). Y por eso desde la OEA no saben cómo darle las gracias, como reírles las gracias a sus bonachones salvadores de patrias.
De ahí que se les vaya la pinza a muchos de los bailaguas que están viviendo con una clara misión que hasta ahora la están logrando: Empobrecer sus países, sus gentes, en beneficio de las élites de EE.UU.
Porque el Vaticano no tiene élites. Es todo una.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

Salir de la versión móvil