Vuelta final con Simón Bolívar

Más que doler, el Libertador Simón Bolivar, aún en silencio, está jodiendo: poniendo en cara a todos esos mojigatos de la América obediente, de la América estúpida, que se vendió y se vende cada día al capital yanqui por un puñado de dólares que, por cierto, cuentan, que, encima, no  pueden sacar los dólares de sus traiciones de los bancos gringos si no es al ritmo que ellos, sus corruptores gringos, los autoricen, aunque estén dispuestas las cuentas en paraísos fiscales o en la banca vaticana que, hoy por hoy, es el mejor y más seguro paraíso bancario.
El Libertador Simón Bolívar empleó en su campaña guerrera libertadora y liberalizadora de gentes cinco años y once meses. Y como batallas memorables venció en las de Junín y Ayacucho, con cuyas victorias guerreras aseguró toda la independencia de las Américas del Sur.
Para cuando Simón Bolívar entró en Santa Fe de Bogotá corriendo el día catorce de Noviembre de 1.826, y asumió la presidencia de Colombia, para esa fecha había creado ya la república libre de Bolivia y la de Ecuador. Y del Cauca al Potosí, del Bravo a Magallanes había llenado de dignidad a la América Tostada, la América Negra y la América Blanca; y ya había llenado de indignación en aquel entonces a los lameculos al servicio del imperio de dios, que no se cansan de decir los gringos que es el suyo, y como los vaticanos dicen que también es el suyo y es el verdadero, uno de los dos tiene que estar mintiendo y engañando.
Pasados nada más que once días de su presencia en tierras que fueron de los indios bogotanos, Bolívar, para ese mismo mes de noviembre entra en tierras que también fueron propiedad de los nativos indígenas caracas, y va a intentar arreglar los asuntos venezolanos. Y el Libertador comprende que su trabajo, su gesta única, no es una gesta que puede estar amasada con milagros y demás conveniencias que aplica el sistema en una magnitud directamente proporcional a la pobreza miserable para dejar a los pueblos pidiéndole, rogándole, a los palos secos de las imágenes, pero a sus gobernantes no le exigen nada: solo les bailan el agua en espera de alguna migaja, que ese el capítulo primero del pueblo bien aborregado.
El clero que se decía español pero tenía obediencia a Roma, para cuando el Libertador enfundó su espada y su gesta fue ensalzada por otros grande hombres de los llamados “protestantes” o cristianos de los que primero hacen que se cumplan las leyes y después si les apetece rezan, ya habían logrado con holgura un trabajo opuesto en su totalidad a Bolívar porque  a los ojos de cualquier habitante de aquellas tierras sureñas, la presencia de cualquier vecino lo consideraban con el mismo amparo de asilo que un jaguar puede considerar a otro animal que entra en su territorio, porque la mala política estaba ya echada en aquellos años.
Y si el papa de Roma necesitó de más de cuarenta años para aceptar que los nativos americanos eran personas pertenecientes al género humano, todavía, después de haber pasado menos de trescientos años desde que Bolívar, y otros líderes más, intentaron y lograron, y demostraron, que es posible la dignidad y la unidad de los “tostados” frente a los “rubios del norte” y las “manos blancas vaticanas”, alguna vez se tendrán que levantar generaciones de personas que apliquen la lógica a sus existencias, y comprendan, entre otras muchas cosas, que un teléfono móvil, un televisor plasma, una hamburguesa, una gorra con la visera hacia atrás, un brazo lleno de tatuajes, un corte de pelo a lo guajiro, son puras salchichas que las está mordiendo el perro que ya, sin necesidad de pastor, está llevando las manadas por donde quiere y le place.
Ante lo que defendió y por lo que luchó Bolívar y muchísima gente de agrupar y fortificar gentes que estaban y siguen aplastadas por la misma máquina aplastadora, siempre tendrá enfrente a los que de un modo miserable y sin otra regla que el amontonamiento económico personal y el abundamiento en la miseria colectiva de los pueblos, no se cansan de mantener lo que han logrado de involución vergonzosa de que los EE.UU, hagan lo que quieran, violenten lo que les de la gana, y encima son capaces y exigen el aplauso por su mal hacer en los supervivientes.
Lo mismo que hacían los dueños de las haciendas años atrás cuando pasaban por delante de sus esclavos luciendo su altanería.
Pero Bolívar pasó, y su viento de dignidad agita algunos ramajes por esa América de futuro, a pesar de que ahora mismo el 90% de sus suelos cultivados estén en propiedad del clero vaticano, y el resto en las multinacionales gringas, que llegaron más tarde.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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