Tras la crisis sanitaria, la crisis económica

“Y la ira va creciendo en los ojos de los hambrientos, empujando en el alma del pueblo las uvas del cólera”. El ministro de economía francés ha retomado una frase célebre de la novela de John Steinbeck para ilustrar lo que se nos viene encima si el parón de la economía, decidido por los líderes mundiales no se detiene. Bruno Lemaire compara la situación actual con la crisis de 1929, y teme que la actual, desemboque en una contracción mundial equivalente o peor. Por memoria, recordemos que aquella crisis que provocó un cortejo de miseria y odio, terminó en el nazismo y en la Segunda Guerra mundial.

El ministro francés no es el único preocupado. Poco a poco va creciendo preocupación entre los creadores de riqueza, alarmados por el apagón que han impuesto los políticos en nombre del interés general. Todos temen que se produzca el colapso de toda la economía en Occidente, por eso algunos responsables de grandes empresas como Engie, quieren que la actividad se mantenga a pesar de todo, teniendo en cuenta la dificultad de volver a poner en funcionamiento todo el aparato industrial. Así Airbus ha decido seguir produciendo aviones, y los responsables de las empresas privadas exhortan a sus empleados a regresar a la oficina “si las condiciones de seguridad lo permiten”.

El ministro francés recordó en su rueda de prensa del pasado 24 de marzo que toda la economía es interdependiente por lo que resulta imposible autorizar una actividad económica en detrimento de otras “para vender un litro de leche hacen falta camiones, carreteros, edificios, garajes, electricidad, todo está relacionado”, explicó a los periodistas que lo interrogaban a propósito de la lista de las actividades autorizadas tras la segunda batería de medidas de confinamiento decretadas por Emmanuel Macron.

Actualmente uno de cuatro empleados trabaja en Francia, declaró el economista y presidente de Natexis Patrick Artus, recalcando además que la tasa de utilización de la industria actualmente es de 25%. Sin embargo, otros especialistas consultados por Le Monde, consideran que contrariamente a lo ocurrido en 1929, no nos enfrentamos a una crisis en la que no circule el dinero entre las instituciones financieras. “Por primera vez enfrentamos una crisis de la economía real que la finanza puede salvar”, asegura Olivier Passet, otro economista que trabaja para el grupo Xerfi. Considerando que la estrategia seguida por el antiguo director de la FED, Ben Bernanke, inundando el mercado de liquidez, evitó el desastre en 2008.

Lo que ocurre hoy no tiene parangón porque las instituciones bancarias son sólidas, lo que ocurre es un parón brutal de la demanda. La gente no compra coches, y aunque pudiera, las fábricas no están produciendo nada. Así es que aquí puede ocurrir todo lo contrario, que la economía real termine impactando a la financiera. Por eso los especialistas consultados estiman que lo importante es evitar la quiebra de las empresas y aconsejan que para ello el Estado asuma sus facturas mientras dure la crisis. Es lo que piensa el patrón de Natexis, Patrick Artus; por su parte otros van más lejos y sugieren que el Estado debe evitar cualquier licenciamiento sosteniendo a las empresas en dificultad a cualquier precio.

Como ocurre con este tipo de crisis estamos asistiendo a la intervención estatal de la economía a través de planes de salvamento inéditos. Hasta Alemania le ha dado la espalda al rigor presupuestario y acaba de aprobar un plan de mil millones sin excluir nacionalizaciones llegado el caso.

La clave de todo está en el tiempo y por supuesto en la solvencia de los estados, ya que a la larga ellos solos no podrán sostener las economías en bancarrota. En este sentido, Laurence Boone, economista a cargo de la OCDE considera que si la crisis se prolonga demasiado habrá que aumentar el déficit, y para ello una vuelta a la compra de bonos por parte de los Bancos centrales, o sea poner a funcionar la máquina de hacer dinero con todas las consecuencias que esto conllevaría.

Fuente: Le Monde 26/03/2020.

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