Tradicionalista auténtico, pero no tradicionista folclórico

-Por el filósofo Manuel Fernández Espinosa

TRADICIONALISTA AUTÉNTICO, PERO NO TRADICIONISTA FOLCLÓRICO

Los alemanes tienen en su lengua dos palabras para «Tradición»:

Tradition

Überlieferung.

La primera es de raíz latina y se ha visto siempre más reservada a algo estático: así como un depósito de cosas del pasado.

La segunda (Überlieferung) es de raíz germánica y se forma con el prefijo «Über» (sobre, por encima…) y «lieferung» (entrega), y yo entiendo que esa «entrega» se hace «por encima» del tiempo que pasa, superando las contingencias del curso del tiempo. El concepto contenido en «Überlieferung» sería, por tanto, más dinámico que el que contiene la hierática «Tradition».

Heidegger, con su perspicacia para las cuestiones filológicas, puso en curso esta diferencia y a mi juicio marcar esta diferencia es crucial. Ernst Jünger también jugó con esta diferencia entre Tradition/Überlieferung.

Y es importante puesto que hay por ahí algunos que se pensaron que son más españoles por vestirse del Cid Campeador y eso no deja de ser una astracanada. Con actitudes así se le hace muy poco favor a la auténtica Tradición, pues ese tipo de postureos impertinentes la ridiculizan. Disfrazarse del Cid Campeador no es ser el Cid Campeador. La Tradición es más bien hacer pasar algo valioso «por encima» de las contingencias del tiempo y de nuestra existencia personal, con todas sus vicisitudes, superando la distancia temporal para vivir con arreglo a lo que, en el caso del Cid, el Cid nos entregó con el ejemplo de su heroica vida en la tierra: Lealtad, Coraje, Prudencia, Constancia, Fe, Justicia…

En España, Xavier Zubiri trató de establecer la diferencia entre una Tradición (de antiguallas) y la Tradición en su sentido más efectivo y eficaz. Pero a Zubiri le faltaba una palabra castellana de curso común para ello, por lo que ensayó el sintagma «transmisión tradente»: demasiado rebuscado a mi juicio.

En estos casos así, hay que devolver la fuerza a las palabras. Y eso se puede hacer de muchas maneras.

Para la «tradición» estática hay que emplear «acervo» (con «v», por favor: que con «b» es cosa muy distinta).

Para los que gustan de los disfraces historicistas podríamos hablar de «tradicionistas». El «tradicionismo» es estéril y esterilizante: estar más pendiente de un vestuario que de una forma de ser es propio de superficiales. Siento un desprecio absoluto por esas frikadas: me da igual que se vistan de falangistas que de bolcheviques, NO LO SON.

Y para los auténticos tradicionalistas, no queda otra palabra que TRADICIÓN. Pues no hay que ceder aquí, dejándole vocablos poderosos a gente inauténtica que no hace eficiente lo que dice ser, por más que se llamen tradicionalistas «carlistas» o «tridentinos». Me parecen ridículos muchísimos sujetos así. Son de una miseria intelectual pasmosa y, a veces, hasta de una miseria humana que supera a la intelectual.

Hay que empezar a ser inequívocos, llamándole a las cosas por su nombre y no caer en equívocos. Y no dejar pasar ni una. Y que no te metan en sus películas. Vivimos en el año 2020, resistiendo a la Gripe China, no en la Guerra de la Independencia ni en el Imperio Español de Felipe II.

Salir de la versión móvil