Sin novedad en España

Tanto se apretó desde la España del franquismo profundo, al brillo de los oropeles de las vestidura clericales y su aperos dorados empapados de sudores y dolores populares que, como un vehículo que se le rompen los frenos cuesta abajo, la España franquista que estamos viviendo dotada de un desparpajo para la mentira y el robo, ha logrado un mal social que va a costar sus añicos para que el mundo laboral entienda que un obrero no puede ser conservador, y que defender sus intereses no forma parte de ningún manual de guerrillero.
Ha sido un trabajo muy bien hecho aquel que empezó nada más terminar la sublevación armada; y una vez que desde fuera de nuestras fronteras se fue afeando a España que el fusilar a gente normal, aunque después se celebra una misa y se pidiera con fervor y devoción por su alma, era una putada a la vida y a la convivencia pacifica, el miedo de todo aquello que se vivía en los más apartados rincones del país, pues es muy difícil que en España exista alguna vivienda de vecinos que no esté cercana a una melena de campana, cuajó una sociedad jornalera conservadora en los campos, respetuosa con el señorito a nivel servil en los campos; y cuando las hambrunas lo llevaran a la ciudad, siguió sin apenas evolucionar, y eso que tuvo delante de lo mejorcico que ha dado el sindicalismo español cuando existía como estamento antes de morir en la necesidad creída de que primero es la pela.
Tanto se apretó trabucando la crónica, mintiendo día, noche y madrugada, que ahora la lucha de clases, si existe alguna, es de la, podemos llamar, la burguesía que tiene trabajo, contra los jornaleros que se han emperrado en que estudiando las tácticas del futbol, teniendo un mayor en la casa olvidado durante todo el mes menos el día que le llega la pensión, la lucha callejera es asunto del rojerío pagano, palabra, la de pagano, que procede y acredita a la gente que viene y vive en el campo, el origen, por tanto, del obrero de derechas español, el obrero conservador español, que descubrió el futbol y centró su existencia en él y su enervante, para ellos, ingeniería.
Al haberse invertido los papeles, es decir, al ser el personal mal pagado y jornalero español el que aprieta todo lo que puede para que los de siempre sigan mandando, según consignas lanzadas sin descanso desde los medios de comunicación, el progreso, el aumento de la calidad de vida, y la fundamental justicia social para la convivencia, es probable, y no es injusto escribirlo supuesto que a las manifestaciones del tipo que sea no van nunca, no asisten a ellas ninguno colectivo de obreros en paro o trabajando con sueldos de esclavos, y más bien se ven colectivos colocados, más o menos bien posicionados en la vida, es cuando mejor se aprecia que en España no existe novedad alguna, porque el obrero ha logrado mentalmente sentirse como un señorito posicionado, y lo quiere espejear porque entiende que eso le da esplendor social.
Para que una sociedad se sienta oprimida o se sienta mal, tiene, lo primero, que sentirse dominada por ese sentimiento de puro desasosiego. En las calles españolas se puede ver la preocupación en la gente responsable que no deja de asistir a todas y cada una de las manifestaciones sociales que por reivindicaciones justas se producen. La ausencia en ellas de gente en el paro o con jornales de miseria nos está diciendo que probablemente los enemigos que tenemos enfrente son los mismos obreros conservadores que quieren que la sociedad no cambie, porque el llanto por el patrón tirano, las lágrimas por su injustica, seguramente los relaja mucho más que una pastilla para los nervios.
Y nervios de vida, angustia vital fuerte y profunda, en la España sin novedad que estamos viviendo, no existe ninguna que supere un ascenso en la categoría futbolera o que una romería a una virgen determinada transcurra sin esa puta lluvia que suele caer para arruinar un acto de devoción mariana.
La España que ha surgido mediante una moción de censura contemplada en la Constitución simplemente, que no es poco, para derogar cualquier gobierno que no guste al resto de la Cámara, y ni qué decir para uno que está adjetivado por los tribunales españoles como banda organizada para robar y delinquir, es una España que va a ser defendida, que está defendida por gente que tenemos jornal; al tiempo que los parados, los mal pagados, los que trabajan más de diez horas, siguen mirando hacia el televisor en vez de mirarse hacia sí mismo y contemplar el grado de deterioro de clase que han experimentado hasta el extremo de sonreír con cierta suficiencia cuando nos ven desfilar en una manifestación desde el mostrador o la mesa de un bar gastando los euros de la abuela o del abuelo.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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