¿Quiénes realmente dividen en el campo opositor?

José Gabriel Barrenechea.

Los americanos no van a mandarnos a sus soldados a liberarnos del Castrismo. Sobre todo no los va a mandar el tigre de papel Donald J Trump, lo cual quedó más que demostrado en estos días en Miami, cuando el señor que hoy ocupa la Casa Blanca se cuidó muy bien de que los cubanos de acá fuéramos a hacernos ilusiones de que en algún momento vaya a reestablecer pies secos, pies mojados. Y es que él sabe lo que un nuevo éxodo migratorio significaría, tras la advertencia de Clinton, en 1994, de que algo parecido a lo ocurrido ese año no sería tolerado de nuevo por ningún gobierno americano posterior (Trump sólo restablecería pies secos, pies mojados, si perdiese en noviembre, para dejarle esa papa caliente a la administración demócrata entrante).

Tampoco los cubanos del Neo Exilio van a armar una nueva Brigada 2506, como la que combatió heroicamente en aplastante inferioridad numérica y de material en Playa Girón. Y ni tan siquiera parecen muy decididos a impedir que el régimen los convierta en su URSS del presente, lo cual se evidencia en la inmensa cantidad de personas que en Cuba asedian desde este lunes las flamantes tiendas en divisas que aquel ha abierto para sacarle el kilo a los emigrados.

Sólo nos quedan los cubanos de la Isla, a quienes si soy sincero no les veo mucho ánimo de repetir la hazaña de fines de julio y principios de agosto de 1933, cuando sus ancestros se fueron a una Huelga General, hasta que se fuera el animal Gerardo Machado.

No obstante, menos se verán animados a hacerlo con las propuestas que les pone delante la nueva oposición exiliar de la Payá o de Eliécer Ávila. Es en realidad muy poco probable el que los cubanos de la Isla se animen a seguir a quienes promueven un discurso profundamente revanchista: escuchar y hasta reírse con las maneras chusmas de Otaola cuando revela la generalizada corrupción de la élite castrista, los chismes y bretes sobre los hijos de Fidel, o sus comentarios sobre las crecientes barrigas de Díaz-Canel y Torres Iríbar, pase, todos lo harán, hasta muchos segurosos lo hacen en la intimidad de sus hogares, pero considerar seriamente las propuestas revanchistas de ese Neo Exilio, no. Porque el asunto es que bajo un sistema en que todos, de una forma u otra, hemos colaborado, y colaboramos cada día, es imposible que se logre convencer a alguien a poner en movimiento eventos que podrían ponerlo en un futuro frente a un tribunal, sea por haber pertenecido al PCC, a la UJC, o la OPJM, por haber levantado la mano en aprobación cuando en su Brigada de la FEU se discutía la expulsión de la Universidad de un condiscípulo, por haber firmado el libro de condolencias a la muerte de Fidel, o simple y llanamente por quedarse en casa cuando la policía política nos ha impuesto un ilegal arresto domiciliario (mi caso…).

Entiéndase: se colabora en Cuba al coger la cuota o ir y sacar un pasaporte o el carnet de identidad, porque eso es reconocer la legitimidad de un tinglado institucional por completo interdependiente.

El revanchismo no tiene futuro hacia el interior de la sociedad isleña porque al parecer la única manera de evitar el ser señalado con el dedo a la caída del Castrismo está por lo que parece en emigrar (ya que permanecer en Cuba y romper por completo con el régimen muy pocos lo harán… si es que alguien), y en el Exilio hacerme más anticomunista que McCarthy. Que es lo que se colige en definitiva de los argumentos con que algunos han salido a defender ahora a Susana Pérez.

Mas emigrar, sin esos pies secos, pies mojados, que Trump se apresura en declarar no se restituirá, no está abierto para la gran mayoría de los cubanos que tendremos que esperar en la Isla a que los revanchistas se hagan con el poder, y nos echen en cara nuestro colaboracionismo.

El anticomunismo a lo McCarthy funciona quizás (en lo personal no lo creo) para evitar que una Democracia sea derribada desde adentro por el Comunismo, pero no sirve para derrotar a un sistema comunista, en que todos, desde el Primer Secretario hasta el último disidente, tiene su caca… a no ser, claro, que se haya sido un mártir de la consecuencia y sus huesos reposen en algún cementerio.

Por otro parte si ese discurso va unido a otro pro libertad económica a ultranza, tampoco adelantará mucho en ganar el corazón de los cubanos de la Isla, dado que acá todos estamos muy conscientes de que en una Transición dependeremos de la persistencia de un Estado Fuerte que nos mantenga los servicios sociales básicos; que nos defienda esa pequeña propiedad que será en la mayoría de los casos el único capital con que contaremos para enfrentar los cambios; que nos asegure el acceso a microcréditos; que defienda nuestros derechos laborales frente a los empresarios y empresas que serán bien recibidos, pero que no vienen por altruismo…

Señalarle estas verdades evidentes a los promotores de caravanas, bicicletadas o cacerolazos (¿en cubano no es calderolazo?), en Miami, no es fomentar la división, es más bien salirle al paso a quienes la fomentan entre el Exilio y la Isla, al promover propuestas y discursos que nada tienen que ver con la realidad de los cubanos de este lado del Estrecho: los únicos que en verdad cuentan para derribar al castrismo. No es torpedear trabajos que hacen avanzar, sino denunciar lo que sólo fomenta el status quo, para regocijo de algunos que al parecer quisieran vivir en una eterna, alegre y bonita caravana por la Libertad.

Nada es más ofensivo para la inteligencia ajena que acusarte de fomentar la división cuando le sales al paso a un sector del arcoíris opositor que nos quiere imponer, antes de haber alcanzado la Democracia, el color que está tendrá. Cuando se le sale al paso al sector de Dios, Patria, Familia, Trabajo, que pretende nada menos que el que todos aceptemos obligatoriamente como nuestro su citado lema, porque si no… ¡eres comunista!

Hay que decirlo: Se fomenta la división antidemocrática cuando usted pretende restringir la Democracia a su sector del arcoíris opositor. Cuando pretende que lo democrático sólo es lo que usted piensa, y cree que aceptar que otras posturas, discursos y propuestas también pueden serlo es pecaminoso relativismo.

Ante el intento de saltarse un paso, y de llegar a la Democracia y a la vez, sin competencia democrática, hacerse con el control de lo democrático, hasta restringirlo a mi opción, nadie puede criticarme si en respuesta yo también me salto un paso y desde ahora me opongo a esa reducción impuesta adelantada. En todo caso es evidente que no he sido yo quien ha empezado a dividir con su desespero por imponerse como la única opción, dizque Democrática.

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