Luis Ignacio Lula de la Selva y los pobres de Brasil

En aquellos territorios del formidable Brasil, un mulatón, un blanco, un negro, o un indígena nativo, se le apellidaba con lo de “de la Selva”: da Silva, y quedaba encuadrado perfectamente en un linaje que no le pertenecería, en el mejor de los casos, solo levantar los brazos para trabajar y bajar los ojos cuando pasara un blanco privilegiado.
Sobre las tres cosas que el pueblo hemos considerado como básicas para vivir la vida: salud, dinero y amor, se oponen a ellas cuatro fuerzas, cosas o estamentos que, como cuatro son más que tres, hasta ahora están ganando siempre la partida; pero no existen fundamento que las pueda considerar invencibles: el clero, el capitalismo horrendo, una justicia, que apenas duermen y unos medios de comunicación que no existen penal lo suficiente de riguroso para que paguen su inculta y parcial y babosa brutalidad; Y es curioso que ninguna de ellas, de estas cuatro cosas, las canta como necesarias copla alguna como anheladas entre las relacionadas que son necesarias para la vida feliz y completa; y que son las responsables directas de la podredumbre que nos invade a todos incluidos a los que las dirigen que solo tienen dinero.
Brasil es gigantesco y formidable en recursos de todo tipo. Brasil asusta al clero, a esa justicia de los hombres, y al capitalismo que no duerme y pone en marcha cada día los noticieros y el rodar de la rotativas, porque si Brasil se para a reflexionar un segundo, caso como cuando dirigido por Lula el partido que fundó en años del pasado siglo, el PT, Partido de los Trabajadores, elevó los ojos del suelo a la gente, y Lula, juntamente con unos pocos al principio, empezaron a definir lo que era un pobre y lo que era Brasil, hasta una facción del propio poderosísimo terrateniente clero, desarrolló un por si acaso, como fue la llamada Teología de la Liberación, que no pudo despojar de sus vestimentas de seda a los viejos prostáticos acaparadores cristianos vaticanistas.
Pero los pobres brasileños, como todos los pobres del mundo, tienen la inmediatez egoísta de su necesidad que hace que sus manos se conviertan en garras con uñas afiladas, y se ponen a arañar, con pleno conocimiento de causa, hasta a aquel que, como en el caso de Lula da Silva, le enseñó, les enseña cada día, cada minuto, cada segundo, a los brasileños que ellos pueden ser lo que quieran ser si ponen en marcha un programa verdadero de salud pública universal, una campaña de amor solidario, y una obtención de aquellos recursos que sean necesarios para el sustento colectivo, que Brasil los tiene y en cantidad de lonja de abastos; es decir funcionando la salud, el dinero y el amor.
Pero el mayor terrateniente brasileño, el clero trinitario vaticano, el poder de sus empresas trasnacionales que encabezan o figuran sus “hermanos en el dólar” los gringos, adjuntados a una justicia brasileña que, como en España y en muchas partes del mundo no es LA JUSTICIA sino UNA, los cuatro poderes o estamentos al alimón, a los pobres de la tierra que han empezado a comer gracias al empuje de gente como Lula da Silva, les cuentan milongas que avivan sus egoísmos particulares y privados, sus pancismos, y los convierten en gatos salvajes que les importa un pijo tres cuartos morder y arañar la mano, a las manos, que le han permitido, que están luchando, defendiendo sus necesidades básicas que nunca por nunca las recibirán por la vía del triunvirato que llaman de dios, juez, capital inversor y los babosos de los comemieldas de la mayoría de los medios de comunicación.
El avance del conocimiento que vamos teniendo los pobres de la tierra que ya no es tan sumamente de bestias de corral como al principio del siglo pasado, supuesto que los teléfonos móviles llegan a muchas partes del mundo, todavía es probable que no sean suficiente para que suplan las voces de los que al líder mundial Lula da Silva lo han medido con la vara sucia y asquerosa que ellos utilizan, a sabiendas que gentes como él, pondrían en su justo lugar y medida a ese desenfreno acaparador de un clero generador de desigualdad y pobreza, a una justicia con un trabajo efectivo de generar rabia e impotencia entre los desheredados de la tierra, a un capital exterminador del planeta para nada, y a unos aplaudidores que, por sus malas artes, los muy bobos se creen estar encuadrados entre los poderosos y cuando les cierran la redacción de sus babosos medios, se tienen que ir a pedir limosna por las esquinas.
Lo de Luis Ignacio Lula da Silva, solo puede acontecer en este mundo en el que por el momento, y ya con muchos momentos, campan a su placer las sotanas, los banqueros y los de la judicatura dándose revolcones en la misma cama, mientras que los medios de comunicación no desaprovechan segundo para decir que son gente que la tienen muy grande y erecta.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis

Salir de la versión móvil