La conquista sin fin

-Por Jorge Luis García Ruiz

(15 de septiembre de 2020)

Se van a cumplir 528 años de la llegada de Colón a las Indias Occidentales, daba comienzo la Conquista de los territorios que hoy se llaman América, y aún seguimos luchando en las calles. Ningún otro proceso histórico ha durado tanto, todos los países pudieron cerrar sus propios procesos a tiempo para seguir adelante. Todos menos España.

Alemania es un país de gente trabajadora y exitosa, esa es la primera impresión que todo el mundo tiene, en comparación con ellos, los españoles son considerados, casi siempre, inferiores. Pero todos los alemanes se van a España a vivir la jubilación o a pasar sus vacaciones. Nadie asocia Alemania con los nazis, a pesar de que fueron alemanes y los acontecimientos ocurrieron en Alemania, como si fuesen cosas totalmente independientes. Algunos hasta ven con cierta envidia la potencia de sus ejércitos, que a punto estuvieron de conquistar el mundo en dos ocasiones. Nadie se acuerda, sin embargo, que esas dos acciones causaron más de 80 millones de muertos de forma directa y ni se sabe cuantos de forma indirecta. A nadie se le ocurre sacar a colación esos temas cuando se inicia conversación con un alemán.

Japón es la maravilla asiática, todos envidian su cultura milenaria, y también la actual, llena de fantasía. Sus despiadados samuráis, son objeto de adoración, también los valerosos kamikazes, que daban su vida en el sagrado y romántico sacrificio final. Pocos saben que Japón invadió Rusia en los inicios del siglo XX causando destrozos importantes entre la población civil, y después, en la segunda guerra mundial, hizo otro tanto con China, donde cometieron barbaridades de todo tipo con los pobres civiles chinos. Tampoco se acuerdan, por mucho empeño que ponga el cine americano, de los pocos prisioneros que hacían los nipones y la calidad, por lo mala, de sus campos de concentración, donde militares y también civiles sufrieron de lo lindo viéndolos pasarse la convención de Ginebra por el forro. Nadie se atrevería a mencionar en presencia de un japonés cualquiera de esas lindezas, todos derivarían la conversación hacia el sushi o las geishas.

Que podemos decir de los rusos sino lo bien que nos caen y lo mucho que reímos sus locuras, la envidia que nos produce su alegría siempre acompañada o producida por el vodka. También nos acordamos del frío que hace por aquellos lares. Se nos olvida que históricamente han tenido puesta su bota sobre muchos de sus vecinos, los 20.000 polacos asesinados en Katyn, o esos maravillosos Gulag, mera sofisticación de los campos nazis, donde el sufrimiento se alargaba mucho más que en los campos germanos, al menos estos acababan antes con sus víctimas. El estimado de muertos en el lado ruso se aproxima a los 60 millones de personas, mayoritariamente entre su propia población. Las hambrunas generadas en Ukrania por Stalin o sus continuas purgas, y las finuras con las que se deleitaba Beria, su secuaz. ¿Quién osará mentarle algo de esto a un ruso? Qué simpáticos son los cosacos y cómo bailan de rodillas será la modélica conversación. Y es que tampoco se nos vienen a la memoria esos temas cuando los vemos invadiendo nuestras playas españolas, la costa mediterránea es ya prácticamente suya.

¿Quién le va a hablar a un belga sobre el exterminio en el Congo? Los holandeses tampoco se portaron muy bien allá dónde fueron. ¿Alguien piensa recordarle a los franceses los 50.000 guillotinados en su revolución o el desmán que crearon los ejércitos de Napoleón dónde pisaron? Principalmente en España, de dónde tuvieron que echarles a patadas, por su mal comportamiento con la población, aunque ahora, España sea su principal destino vacacional.

¡¡Por Dios, hablemos de vikingos con los nórdicos!! Verán que cosas tan bonitas escuchamos, nadie se acordará que pasaron a cuchillo a media Europa, hasta Sevilla llevaron una vez sus desmanes. Y que me dicen del imperio Otomano, exterminador de culturas, pero con una lujuria oriental que nos seduce.

No, de los musulmanes no vamos a hablar, esos siempre han sido muy agresivos, recordemos que no hacían prisioneros y se llevaban la cabeza de los enemigos o de los civiles si les placía. Por cierto, aún les siguen maravillando las mujeres blancas, como antaño, hicieron de la esclavitud un modo de vida, harenes de mil mujeres no eran tan inusuales, la mayoría capturadas, raptadas en el norte cristiano. Además, se nos metieron hasta la cocina y eso nos trae malos recuerdos y, aunque se nos han vuelto a meter, preferimos mirar hacia otro lado antes que decirles algo.

Pensar en recordarle hoy, mañana y pasado, en el desayuno, la comida y la cena, a un norteamericano las dos bombas atómicas que soltaron sobre Japón, o el exterminio de tagalos y la destrucción de la Manila colonial española, solo por ser precisamente eso, española, no viene ni al caso porque ni nos van a mirar ni dirigirnos la palabra, imaginen si sacáramos el listado de todas las tropelías.

¿Qué me dicen de nuestros hermanos portugueses? Gracias al cine americano y a Spielberg, nuestra España es conocida como un país esclavista y, sin embargo, ni palabra de Portugal, el mayor traficante de esclavos, seguido muy de cerca por británicos y holandeses. Pueden consultar a Hugh Thomas si no me creen. España fue el primer país del mundo en prohibir y perseguir el tráfico de esclavos y, aunque no prohibiese su posesión, si fue un avance muy importante hace un puñado de siglos, tanto que los esclavos huidos de las posesiones británicas y estadounidenses corrían buscando la protección española y la libertad. El mundo al revés, se asocia España con esclavitud y en cambio, de Portugal solo nos acordamos de su Fado o de su Oporto, o incluso de Cristiano.

Pero, por favor, no me dejen hablarles de la pérfida albión, porque no terminaría nunca, lo que hicieron allí donde pisaron, a los Zulús, a los Boers, en la India, Australia, Norteamérica, Irlanda… la lista es interminable, para que ponerse, además son las cinco y es hora de tomar el té, y como están siempre borrachos y saltando de balcón en balcón, adivinen dónde, en España claro, porque ya no solo pasan su jubilación en nuestro país, si no que mandan a toda su chusma juvenil a que nos destroce nuestros pueblos costeros.

Pero ay amigo, si nos encontramos con un español, a ese no hay que darle respiro, se hable de lo que se hable, ya sean churras, merinas o chumberas, no se tarda ni dos segundos en soltarle a la cara lo de los indios maltratados y el oro que se robaron. Ese ejercito de tarados ignorantes que debemos sufrir los españoles peninsulares en cualquier sitio dónde vayamos, sobre todo en América, pero también en España, que es lo que más escuece, hace mucho que pasó de castaño oscuro. Da igual que sólo en la América hispana haya mestizos, son precisamente ellos los más agresivos contra España y los españoles, tendríamos que preguntarnos si esos mestizos existirían si la conquista la hubiesen realizado anglosajones. Nos acusan de las pestes que les llevamos, pero no se acuerdan de que fue precisamente España la que llevó la vacuna para tantas enfermedades, vacunando a toda la población sin coste alguno, a todos por igual, porque los virus tampoco hacen distinciones, No se aprecia esa filosofía española del todo gratis, cuando en los países anglosajones se paga casi hasta por respirar.

Da igual que España haya sido el mejor y más fiel aliado que los Estados Unidos haya tenido nunca, ni siquiera Inglaterra le ha dado tanto a los americanos. No les reclamamos la deuda económica que mantienen con nosotros desde su independencia, parece ser que nunca se les reclamó y nunca la pagaron. Ni se les pide cuentas por la guerra que se inventaron contra España para quedarse con Cuba, Puerto Rico, Guam y las Filipinas, ese auto atentado del Maine merece una publicidad mucho mayor. Ni el apoyo incondicional que se les ha brindado durante tantos y tantos años, usando suelo español para sus múltiples guerras en oriente y occidente. Cuando hables con un norteamericano será probable que te hable mal de España, de lo sucia que es y de lo mucho malo que hizo en América. Pobre ignorante, no sabe que la mayoría de lo malo e incluso de lo peor, lo hicieron los suyos hasta no hace tanto. Seguramente tampoco viajó nunca a España como para saber qué tanto y cada cuánto limpiamos nuestras sábanas.

Da igual que España haya sido nombrada el mejor lugar del mundo para vivir, ni que tenga la expectativa de vida más alta de todo el planeta, o que la sanidad sea pública y gratuita, además de universal, ni que nuestra enseñanza pública sea mil veces mejor que la estadounidense. Tampoco saben que llevamos siglos de estar al frente del mundo en avances de todo tipo, tanto dentro como fuera del país, principalmente con los cerebros que exportamos, ya que, desgraciadamente, no tenemos otra cosa, así que exportamos genios, trabajadores, gestores, gente con huevos en pocas palabras. Gente que damos lo mejor de nosotros mismos en nuestros países de destino y tenemos que aguantar a cambio las estupideces y el recurso fácil, directo y automático a la leyenda negra, porque es algo que se ha convertido en el deporte nacional en muchos sitios, echar mierda a España, da igual lo mal que estén en su país o las carencias que allí tengan, su minuto de gloria queda satisfecho hablando mal de España.

No me malinterpreten, estoy muy a gusto en América, conozco a muy buena gente aquí, mexicanos, norteamericanos, colombianos, de todas partes, de hecho, soy norteamericano de adopción, pero en algunos momentos, algunas personas, están consiguiendo que esto se parezca a Francia, que es mucho más bella sin franceses.

Para terminar, permítanme decirles un par de cosas que forman parte de nuestra herencia cultural, la de los que nos criamos en un lugar llamado España. Una es la poca paciencia que tenemos, sin igual en el mundo entero, y la segunda es la desproporcionada y mala reacción que experimentamos cuando esa paciencia se agota. Así que, por favor, dejen de tocar las bolas con la Conquista y vayan un rato a tocárselas a rusos o alemanes, además, así aprenderán idiomas.

*Jorge Luis García Ruiz
Doctor en Arqueología e Historia.
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