Juan Sebastián del Cano

Porque si uno destaca por el color del cabello, emblanquecido por las canas, el “de”, que tanto actualmente gusta anteponer al apellido a efectos del deporte nacional que es el barrigueo, quedará, para algunos muy bonito, propio y clasista; pero en el caso del hijo de Catalina del Puerto, casada con un armador de nao de pequeño porte, madre de nueve hijos, entre ellos Juan Sebastián (Del Cano, tal y como él firmaba sus documentos),  que se sepa, no se ven figurar en ninguna línea de hidalguía, y con toda probabilidad estamos frente a un norteño, navegante, que a un familiar allegado suyo, antes de lo que es habitual le blanquearon las canas la cabeza. Y ese, Cano, con toda probabilidad, fue su mote de distinción familiar.

Si Del Cano en vez de navegar en una nao con el pabellón del rey impuesto en Castilla por el Vaticano, hubiese navegado en una nave bajo la bandera, por ejemplo  inglesa, a su vuelta, en vida, inmediatamente que algunos, no todos, se percataron que aquella nave que había arribado a Sevilla, porque le dejaron hacerlo ya en el último avatar los portugueses de las islas de Cabo Verde, su majestad inglesa  hubiese incluido en la lista de nobles a Del Cano, y lo hubiese capacitado para el mando supremo de una nao o de una escuadra.

Pero en la peculiar España, siempre rara e imprecisa a la hora de relatar la crónica, aunque haya gente encuadrada en la rojería, que están creídos que el tema de la Autonomías Españolas, es un asunto social de descentralización de un gobierno, y que se debe al empuje de la gente de la calle que demandaron una mayor proximidad del gobierno central a sus necesidades diarias, la realidad las Comunidades Autonómicas en España es que son un invento monárquico que están sustituyendo los Estados que en su día tenían bajo su ordeno y mando la llamada nobleza española.

Alcanzar nobleza en España, por la vía de tener una mujer guapa, o disponer de una masculinidad que atraiga al rey ambidiestro; llevar con aire gracioso el jarrillo de los meaos, o las reales cagadas, siempre han tenido un camino más corto y numerosos para ostentar nobleza en España, mucho más que el darle, por ejemplo, la vuelta al mundo por la primera vez, y así calcular el valor real del grado terrestre, y saber con toda certeza que el mundo es redondo, en contra del parecer de los infalibles santos sabios del Vaticano; y para envidia de otras marinas.

Y cuando vuelvas, no solo es que no te den ni licencia ni para poner un estanco, sino que en tu profesión de navegante; de buen navegante como demostró serlo el que navegó a las órdenes del extraordinario marino y noble portugués don Fernando de Magallanes, don Juan Sebastián Del Cano, no fue ennoblecido por el rey de Alemania y de España, porque probablemente al rey de España, don Carlos I que no sabía español, no le tradujeron bien lo que había pasado.

Y cuando hay tratadistas que consideran como algo fabuloso, en esta España de, para méritos, los de los jarrillos y orinales, que Del Cano estuvo muy bien compensado, pagado, algún día si dispongo de tiempo voy a tratar de investigar la rentabilidad económica que le quedó a los supervivientes de la expedición comercial de Magallanes por fuera Del Cano, que con recibir de la Corona, en poder adquisitivo actual, la cuantía equivalente a unos 1.129 € mensuales, lo despachó una corte cicatera, avarienta, muy roñosa y muy propia de mal trato hacia sus súbditos.

Antes de que existieran la citadas Comunidades Autonómicas, el mando monárquico español, estableció que el capitán de una nave, tenía que ser un hidalgo de título, nada de marino. Y salvo las naves que la capitanía la ostentaba su propietario, a pesar de que se fijaron en tres el número máximo de sobresalientes (bailaguas; vamos enchufados) por nave, lusitanos, ingleses, franceses, holandeses, hicieron y cuajaron marinas poderosas, todos profesionales, al tiempo que España creó Comunidades Autónomas a flote para colocar a sus abundantes nobles, que entorpecieron en muchos casos la vida a bordo de los buques con su pijadas.

Otro país que no fuera España, con toda seguridad que la segunda armada que se dio a la mar a consolidar el periplo magallánico, la hubiese mandado el navegante Del Cano; pero como no lo hicieron noble, no podía mandar no ya una escuadra, sino una nave.

De ahí lo de Piloto Mayor con la escuadra de Laoisa, fletados todos, como casi siempre, por Alemania.

 Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

en la peculiar España, siempre rara e imprecisa a la hora de relatar la crónica

Salir de la versión móvil