Íberos en Puerto Rico antes de Cristóbal Colón

Los puertorriqueños son más europeos de lo que el estado admite, y muy probablemente españoles desde antes que Cristóbal Colón descubriera la isla.


Era el año 1880 y el padre José María Nazario y Cancel era párroco en Guayanilla. Una anciana que conocía que el cura era aficionado de la historia y la arqueología, no dudó en decirle dónde estaban la “biblioteca de Agüeybaná”, una colección de 800 piedras con trazos muy peculiares. Diversas teorías han surgido sobre su origen, significado y antigüedad, pero más importante aún, su posible relación con viajes transatlánticos previos a los del almirante Cristóbal Colón.
La primera mención oficial de las piedras la hizo en 1890 el investigador francés Alphonse Pinart, quien se entrevistó con el padre Nazario y concluyó que las primeras piezas halladas eran auténticas. Luego, en 1903, vino al País el arqueólogo estadounidense Jesse Walter Fewkes, quien le ofreció $800 al padre Nazario para que le vendiera su colección, pero no las vendió.  Entre 1911 y 1912, el padre Nazario enfermó y pasó de Guayanilla al obispado de San Juan. Se llevó las piedras consigo y allí lo visitaron importantes historiados locales, como  Cayetano Coll y Toste y Adolfo de Hostos, hijo de Eugenio María de Hostos.
Ambos historiadores entendían que las piedras eran de importancia para el País y que había que abordar el tema, pero no se hizo. No se sabe cómo, pero desde el obispado las piedras comenzaron a segregarse. De la colección original de 800 piedras, solo 200 terminaron en el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), donde nunca se ha hecho una gestión específica para estudiarlas.
Tras la muerte del padre Nazario en 1919, quien retomó el estudio de las piedras, en la década de 1980, fue el ingeniero Aurelio Tió, entonces presidente de la Academia Puertorriqueña de la Historia. Tió contactó al científico Barry Fell, profesor emérito de la Universidad de Harvard y estudioso de epigrafía, quien argumentó que la escritura en las piedras está relacionada con el silabario antiguo de los vascos, quienes se habrían movido por el océano Atlántico hasta las Américas. Tíó escribió más de 30 artículos sobre las piedras, pero la comunidad arqueológica no escribió ni uno en reacción a estos.
En la actualidad el arqueólogo Reniel Rodríguez quien tiene un doctorado en el estudio de las herramientas de piedra de las sociedades indígenas del Caribe, sugiere la hipótesis de que «esta es una escritura que tiene orígenes fenicios.» Sea cual sea la teoría, todas apuntan a una cultura prerrománica e ibérica (actual España). En términos del estudio del origen de las materias primas,  se estableció que se trata de peridotita y que ese tipo de roca probablemente fue obtenida de fuentes que se encuentran en el suroeste de la Isla de Puerto Rico. Lo que plantea esto, por lo tanto, es que la piedra que se trabajó es de origen local, o sea, que la escritura se hizo en Puerto Rico. Esto no fue que alguien lo trajo en barco desde Europa.
Es sabido que Cristóbal Colón describió hombres de raza blanca en el Nuevo Mundo, y cito; «…de muy buena disposición y no negros, salvo mas blancos que otros que haya visto en las Indias, y de muy lindo gesto y fermosos cuerpos y los cabellos largo y llanos, cortados a la guisa de Castilla (actual España)…» Esto contradice la percepción generalizada y popular de que los pobladores precolombinos de América eran de origen exclusivo de Asia que cruzaron por el Estrecho de Bering. Como la Catedral de Garðar fue la sede del obispado católico en Groenlandia, desde el 1124 y sigue en funciones hasta hoy en día. Hasta la genética del Haplogrupo C, con que tanto se relaciona a los indígenas hoy sabemos que estaba presente en el mundo entero.
Una respuesta tal vez a la palidez de los puertorriqueños comparados con el resto de los antillanos. Guayanilla, Agüeyaba y la Villa Sotomayor, todo relacionado entre sí, y todo ocultado en favor de una historia oficial que difiere de la verdadera… una verdadera historia que hace a los puertorriqueños más europeos de lo que el estado admite, y muy probablemente españoles desde antes que Cristóbal Colón descubriera la isla.

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