Gustavo Castro Soto, mejicano pasión

Ya se va dando cuenta; ya se va percatando del duro turrón que es la realidad social española. La inquietud española, si por inquietud se puede racimar una preocupación enfermiza, delirante, por la complejísima ingeniería del futbol, y por lo malo que es un potaje de arroz con habichuelas habiendo hamburguesas de vacas con las tetas azules o verdes, a esta España viene Gustavo a contarnos una verdad, que como duele, hacemos lo mismo que estamos haciendo por los ahogados en las pateras: no comemos pescado de la zona donde sabemos que han sido pienso de calidad para ellos.
En España, la opinión social; la opinión pública, no existe. En España, si tú preguntas a un español de los que saben leer y escribir porque se acuerdan de cuando iban a la escuela, por asuntos como qué opinan sobre la contaminación, las multinacionales, el capitalismo, el socialismo, el futuro y demás cosas “sin importancia social”, contestaran opinando exactamente igual y empleando las mismas palabras de las televisoras, o de los programas concebidos, pagados y sufragados para que la gente no se preocupe por otra cosa que no sea el estilo romano imperial de la decadencia: de cada tres días, uno de fiesta, en nuestro caso de futbol alternado con romerías a la miles de vírgenes que tenemos.
En España, el admirado mejicano Gustavo se va dando cuenta, que un pueblo con otro, una ciudad con otra, especialmente cuando aprietan los calores, la vida en ellos se ha hecho casi insoportable; porque cuando no son terrenos encharcados por purines de cerdos, son restos mineros latentes de miserias de minas anteriores que siguen contaminando los suelos; ciudades dormitorios, inhumanas que les ponen banderines de colores en las fiestas tal y como se ponen cuatro o más cirios en el entorno inútil de alumbrar la cara de un difunto con la caja mortuoria abierta.
La América Latina no existe; porque si ya es un jodienda de primer orden despojar a aquellos inmensos y hermosos territorios de sus nombres originarios y no haber hecho una compilación de los nombres habidos con los de los llegados, lo de Latinoamérica, es un toque de cojones más, en un profundo desprecio hacia las grandes leguas navitas habidas: Maya, Náhuat, Quechua, Aymará, Arawuaca. etc. etc, que se quieren trocar por un latín, que intentaron los católicos vaticanos últimamente imponerlo como lengua diplomática mundial, y menos mal que Francia e Inglaterra los mandaron al carajo con sus pretensiones; pero, España, la católica y pía España, todo lo que sea atender el voto de obediencia y sumisión que como país tiene con el Vaticano, no le importa absolutamente nada lo de Latinoamérica, como si hubiese, por ella, por España, adjetivada las tierras indianas como frayamérica.
Lo que los comemeildas de los medios de comunicación españoles y los otros más al servicio del asesinato mundial; prácticamente más culpables que las multinacionales del descalabro en el que estamos metidos para que cuatro bien peinados chupen cámara y las empresas acumulen en la actualidad la imbécil INUTILIDAD DEL ORO Y LA PLATA, no publicitan la maravilla que representa que el agua dulce potable del planeta, el 30% de toda ella que es la subterránea, esté, en un porcentaje altísimo, en subsuelos de Brasil, Colombia, Perú, Venezuela, Chile, Argentina, Bolivia, México, Ecuador, Paraguay…en ese órden de importancia.
Brasil ocupa el primer lugar de capacidad de agua dulce potable del planeta, en sexto lugar aparece Colombia, y Perú en el octavo; al tiempo que Rusia ocupa el segundo puesto mundial, y Estados Unidos de Norte América el tercero.
Ahora bien, si uno mira en la lista de países poseedores de los inútiles lingotes de oro, en la cual relación no figura el Vaticano porque ellos son pobres de solemnidad, Venezuela aparece en el puesto diecisiete de poseedores del inútil oro, y, España, a pesar del oro que robaron los rojos republicanos y se lo regalaron a Moscú, gracias a las minas que aparecieron en plena  Castellana de Madrid con la democrafranquista, ocupa el número 20. Pero es significativo que los países productores de oro se queden con el socavón, la peladura de bosques, y el oro vaya a parar a Alemania, por citar un país depredador.
En toda la edad que tengo no he comido en ocasión alguna ni un cachico de oro, no me he vestido con prendas que lo lleve, ni tampoco lo he llevado en funda de diente alguno.
El oro, un metal estúpido, innecesario en nuestro tiempo actual, al margen de que es el causante en los países donde existe de las enfermedades cancerígenas, es el agente, el producto más inútil y el que más contamina las aguas y desforesta. Y supuesto que la inmensa mayoría de su producción duerme hecho barras en cámaras acorazadas y todavía tienen que estar por ahí oro de hace siglos que no ha vista la luz del sol ni ha servido para nada, ya va siendo hora de que nos dejemos de gilipolleces mortales para nuestra existencia, y pensemos por nuestra cuenta como lo está haciendo gente como el valiente mejicano Gustavo Castro Soto.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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