Franco pagó a sus mercenarios con españolas republicanas

Les dio exactamente igual que fueran solteras o casadas, vírgenes niñas o maduritas; un grupo compacto de españoles que presumen por más de medio siglo de ser los dueños de su patria amada, todos de la misma tipología de los que se visten con la bandera de España, de su España, y no se les ha visto soplando por Galicia apagando ni una ascua de fuego, y si, bocadillo, autobús, hotel, y lo que haga falta; albañiles patrios, remendando España para que no se rompa, le ofrecieron sus antepasados las mujeres españolas, republicanas o no, a las tropas mercenarias moras, con la sola condición de que las mujeres elegidas fueran gentes humildes, en aquella famosa “cruzada” que la derechona clerical española, en un monopolio informativo vergonzante y vergonzoso, viene publicitando como le ha dado la gana más de ochenta años.

No fue cómplice, ni mucho menos, el silencio de los españoles que sobrevivieron a la sublevación armada que principió el clero español vaticano porque perdía sus subvenciones y propiedades “heredadas” de sus abuelos, y encontró unos militares, en su mayoría africanistas, expertos en la guerra con Marruecos, adecuados para sus fines cuando hubo dinero de sobra procedente del fascismo mundial que lo obtuvo con facilidad con el tabaco de contrabando y la venta de armas, y contrataron mercenarios por miles, que subieron para la Península. Y, repitiendo luchas religiosas de antaño, antes se cansó el acero de herir, que el brazo de degollar.

Se guardó silencio en España por miedo, por represalias de todo tipo, condición y bajezas. Y porque incluso hoy en día, con muchos años por detrás, una prensa fascista, subvencionada, unos ayuntamientos sin ley ni legalidad, siguen arrimándoles fondos públicos a la iglesia trinitaria vaticana, a una secta religiosa que en España no goza del reconocimiento de la Constitución, pero eso no es óbice para que a la vista de todo un entramado de unos herederos del franquismo, que empieza en el Pepé y abarca al Pesoe, lo permiten tranquilamente, con una impunidad de destemplanza social.

Ayer tarde, en una ciudad como lo es (o lo fue) Cartagena, editado por la Asociación para La Memoria Histórica, un libro de mi autoría, cedido a ellos al objeto de intentar lograr fondos de subsistencia, por efecto de una reacción ante una acción que supera con creces el medio siglo de tiempo, mucha gente, para lo que es una ciudad totalmente hipotecada por unos medios de comunicación, prensa, radio y tv. al servicio descarado de la derecha y la derechona más casposa y retrógrada, acudió gente sin miedo a escuchar cosas, para algunos novedosas respecto a lo que por tantos años nos hemos tenido que tragar solo bajo el punto de vista clerical y del casino.

La Revolución que se inició en el norte de África, en Marruecos, contra el colonialismo esclavizador y humillador, y que España, auxiliada por la derechona europea y mundial, lo sesgó utilizando por primera vez en la historia de la humanidad gas letal contra las poblaciones de civiles indefensos. La revolución social que estaba gestando en España la república, dándole valor al trabajo jornalero y estableciendo el principio del que quiera cura que se lo pague, a todo aquello se le aplicó la misma medicina, aunque sin gas en el caso del territorio español, pero con los mismos matices de no dejar vivo a nadie, y los que quedaran vivos, que se quedaran mudos llenos de miedo.

Durante muchos años se ha publicitado en España aquello de que los dos bandos, los legales y los rebeldes, fueron despiadados; y claro, después de tantos años de publicitarlo y ocultar la atrocidades de un franquismo vaticanista, que después del alto el fuego no fusiló a más porque no quedaban cunetas suficientes en España, haciéndolo de un modo totalmente gratuito y solo por implantar el miedo que aún se deja ver en nuestra actualidad junto a frases hechas que repiten la crónica mentirosa, parcial de unos años en los que la verdad siempre la han tapado y la siguen tapando para que la gente lo ignoremos.

Hace unos años pude testimoniar a algunos de aquellos soldados moros, por lo general rifeños, que a cambio de un jornal, además de especies y legumbres, y la posibilidad de hacer lo que les viniera en gana con las mujeres españolas que se encontraran a su paso, motivó que muchos de ellos se alistaran como mercenarios, recordando, algunos pocos de ellos, a los suyos que fueron masacrados por las tropas españolas en su intento de fraguar su independencia colonial.

En cualquier país, incluso en algunos lugares de España, la presentación de un libro, siempre es un acto cultural al que suele acudir gente, especialmente los que cobran para ello, y los medios locales de información, cuando reciben subvenciones para fomentar la cultura. Pero, en Cartagena tan solo acuden los medios de comunicación y las llamadas autoridades vestidas de domingo, a aquellos actos locales donde se haga una reiteración de las excelencias de estar gobernados desde posiciones políticas y económicas que las marca la sacristía con sus distintas sectas, y el casino a rebosar de señoritos del pío pío.

Y cada vez con más olor al franquismo profundo que padecemos, que con rabia se opone a que se refiera la verdad y que cada cual obre, posteriormente, en consecuencia.

Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

 

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