Cien mil dólares para María Cristina

No sé cómo será el tratamiento futuro que le dará el imperio gringo, y su vocero Google a los hechos históricos acaecidos; pero tiene todos los indicios de que van a seguir dentro de la línea clerical vaticana de que aquel documento que nos les venga bien a sus maulas, se le pega fuego, y se escribe otro que refleje la “verdadera historia”. Porque las Academias, entre ellas la de Historia, no están para corregir esas semillas que darán, sin duda alguna, un fruto de indigestión en el futuro.
Me ha llevado sus horicas leerme tranquilamente (porque los escribanos tenían una letra parecida a la mía, que al cabo de unos días no sé qué coño había querido escribir) el avance del protocolo, firmado en el Vaticano entre un Cardenal, Secretario de Estado (a lo mejor con más sueldo y más recibidos en especies que cualquier secretario de estado de países productores y pagando sus impuestos), haciendo de intermediario “desinteresado” entre Alemania y España, y no he sido capaz de encontrar ni un solo renglón que beneficie a España en relación a Alemania, como afirma Google que aconteció con aquella firma.
Lo que si queda claro y meridiano, supuesto que los nativos de aquellas islas o de otras tierras continentales, no cuentan para nada en los protocolos de los santos países imperialistas que, para aquel año de 1.885, firman el Protocolo de Reconocimiento de Soberanía de España sobre las islas Carolinas y la de los Palaos, signado por el español Marques de Molins y en ministro plenipotenciario enviado por el rey de Prusia, es que España ya había caído de lleno en las garras del poder Vaticano, y el “maldito oro y la plata” americana había tenido la culpa de un tremendo poder económico de “este mundo”, que ante su tradicional flujo de entrada por la vía católica española, se estaban ordeñando los recursos del residual imperio español en mesas sobejanas de tal modo que todo quedaba en palacio y en la sacristía.
El paripé del principio de Soberanía de una llamada potencia sobre un territorio, por el que se necesitaba la presencia física imperial sobre el territorio a campear, está claro que no se dio en el Oceano Pacífico en razón de su gran número de islas e islotes cuyo número se aproxima a los cuarenta mil entre Filipinas, Micronesia, Polinesia y Melanesia, solamente. Y, en el caso concreto de España y el ejercicio de su soberanía, sólo en Filipinas, sin contar los archipiélagos en el litigio Alemania-España de Las Carolinas y Los Palaos, son más de siete mil islas las reconocidas de pertenecer a las citadas Filipinas en las que había tenido que tener asiento la alpargata española para ser soberana.
Aquellos tratados en un mundo que a la altura de 1.884, había comenzado los reuniones en Washington (una ciudad de EE.UU. cerca de Nueva York, creo) de una veintena corta de países para tratar de fijar para el lado sajón, dejando de lado a ibéricos pioneros, de la fijación mundial del meridiano cero, no adoptado de inmediato por Francia o Brasil, dio como consecuencia que la fijación cartográfica de muchas islas, no quedara reflejada de un modo fehaciente y claro en los diferentes tratados.
Revivir lo de las islas Guedes, Corcas, Coroa o Pescadores, que se quedaron fuera formando las Carolinas Orientales sin tener nada que ver con las otras Carolinas, cuando se fijó con Alemania el protocolo soberanista español de las islas comprendidas al norte del Ecuador hasta los 11º de latitud norte, y que emergieran sus tierras entre los meridianos de los 133º E. y los 164º E., cuando el meridiano cero sajón de Greenwich estaba en pañales, es simplemente una siembra de inexactitudes que hicieron relamer los labios a los mandamases de aquellos tiempos tan semejantes a los de ahora.
El reconocimiento de la soberanía española sobre las islas Carolinas y los Palaos, lo arreglo el papa León XIII, amo real de lo español, con 25 millones de pesetas en el contrato, y en “negro” vaya usted a saber, y se arregló su santidad la pascua y el turrón del año 1.885.
Lo de las Filipinas, con cien mil dólares que le endiñaron los gringos a doña María Cristina de Habsburgo Lorena, en Washington en el año de 1.900, no existe constancia escrita u oral que le hicieran llorar a la reina regente española, en espera de papeles para reinar de don Alfonso XIII.
En la tradición oral española. En las pláticas que hace ya muchos años mantuve con un superviviente de la guerra de Cuba al que conocí y disponía de una cultura y conocimiento envidiable de la época, no se sabe de reparto alguno de dinero entre las gentes española por aquellas ventas imperiales de España incluida la zona caribeña.
Y documentalmente he tratado en ocasiones de encontrar la utilidad de uso de aquellos dineros, y, al parecer, figuran en la gran partida tan española de gastos gastaos.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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