Bautizo del cubano español José Martí

Durante el transcurso del segundo mandato en la Capitanía General de Cuba del general don Arsenio Martínez Campos, año de 1.895 a enero de 1.896, para el primaveral día del 18 de mayo del citado año de 1.895, cuando apenas han transcurrido poco más de dos meses del afamado Grito de Baire, cae abatido de su caballo por el tiro del práctico Antonio Oliva, el cubano español, o el español cubano José Martí.

A todos los efectos de crónica tradicional, José Martí Pérez, hijo de la canaria Leonor Pérez Cabrera, y del valenciano Mariano Martí Navarro, había nacido en la ciudad cubana de La Habana corriendo el día 28 de enero del año de 1.853. Y como La Habana dispone de archidiócesis eclesial desde 1.787 separada de la fundada en Santiago de Cuba en 1.515, al recién nacido, de bautizarlo, tuvieron que hacerlo y anotarlo en los libros que al respecto se llevaban en todas las parroquias católicas.

Por eso no deja de resultar extraño, que en un periódico de la época, del cual guardo copia, el Gobernador Militar de Cuba, cargo que ostentaba el Capitán General antes citado, se pida, mediante carta, a la diócesis de Sevilla en España, la partida de nacimiento de José Martí, licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza en junio de 1.873.

La crónica nos cuenta que fuerzas de caballería, pertenecientes al Regimiento de Hernán Cortés, al mando del coronel José Jiménez de Sandoval, cuando se percataron de que el abatido por el disparo del práctico era José Martí, en la localidad de Romanganaguas, el médico Aureliano Valencia se dispuso a embalsamarlo para que fuera enterrado en Santiago de Cuba.

Semejante deferencia hacia un enemigo como lo era José Martí para las tropas españolas, portar un cadáver en plena guerra por la zona oriental cubana los próximo a los doscientos kilómetros que separan la localidad de Dos Ríos, perteneciente al municipio cubano de Jiguaní, con Santiago, es algo que no se hace con todos los caídos en una guerra, supuesto que la identificación del muerto con ideas publicitarias de desanimar a la tropa cubana, se puede realizar perfectamente en la zona donde cayó, el, para entonces, no tan conocido, y mucho menos popular, José Martí, que, al parecer, tuvo un enterramiento sufragado por los paupérrimos soldados españoles.

La crónica también da anotación de que el reloj que portaba José Martí y su revólver, se lo regaló el coronel citado de caballería, al general Juan Salcedo y Mantilla de los Ríos, jefe militar de la zona de Sancti Espíritus. Y es de esperar que tales objetos, descansen en la actualidad en cualquier museo cubano.

Siguiendo con lo del bautizo de Martí, de inmediato me desplacé a la ciudad de Sevilla en España con idea de localizar la carta que, en su día, tuvo salida de la Capitanía General de Cuba hacia la diócesis de Sevilla.

Pasé en primera instancia por el Archivo de Indias. Y allí me dijeron que nada sabían al respecto.

Del Archivo de Indias me fui al de la Diócesis sevillana, en el que, después de tragarme un puñado de papelorios que no tiene sentido alguno que se archiven porque carecen de valor alguno, salí pensando en la precariedad archivística  en la que estamos sumergidos en una España que desperdicia en la calle la harina, y archiva el salvado.

No encontré la carta, ni, por el momento, tengo mucha esperanza en hallarla; Y, sin embargo, tengo la certeza que tal carta salió de Cuba y llegaría, con seguridad a España. Pero del mismo modo que no existe una autoridad en concreto que vigile y controle lo que se archiva, y lo actualice de conformidad con las últimas técnicas que vayan surgiendo en cada momento. Estamos sumergidos dentro de una triste realidad que desarrollan algunos de los reyes de los Reinos de Taifas que son los archivos, en el caso español politizados a tope, y con una pobreza generalizada de solemnidad.

Sobre la Inquisición, cada vez quedan menos asuntos; y de ese modo ya hay tratadistas que ante la falta de documentación directa, no tienen más remedio que considerar el asunto casi como si fue una pequeña “pupa” que afectó a la Iberia y a Iberoamérica. Y, sobre la pasada Guerra Civil Española, entre lo que falta por clasificar y ponerlo al día por falta de recursos humanos y económicos, y lo que ya se le ha pegado fuego, con el paso de los años no es de extrañar que se hable de desfiles militares y paseos de tropas al atardecer por los diferentes parques de las capitales españolas.

Son detalles, servicios como estos, los que hablan de la cultura, de la civilización o no de una sociedad, y no es que uno hable así porque todavía no ha podido localizar la citada carta que salió de Cuba hacia España, sino que en estos asuntos que son públicos y de necesidad, se emplea el dinero con cuenta gotas, mientras que se gasta en cantidad para cohetes, y bailes tribales entorno al tótem del fuego sagrado de la hoguera.

Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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