Autonomía definida

Román Baldorioty de Castro: «los pueblos cuando pierden la esperanza, o se degradan o suicidan»

El concepto de la autonomía pertenece a la Antigua Grecia. Para el filósofo Cicerón autonomía tenía que ver con autoregulación y darse leyes propias. La palabra griega «auto» significa uno mismo, mientras «nomos» quiere decir ley y costumbre.
Ni los romanos ni los medievales utilizaron el término para la política o forma de gobierno. No es después de la Revolución Francesa que la autonomía vuelve a tener vigencia, desde un punto filosófico, y más tarde, en el Siglo XIX de nuevo en la política. El historiador Bockenforder en ese Siglo XIX usó la palabra autonomía para describir en la situación en la que quedaron algunas ciudades griegas dentro del Imperio Romano. Es desde entonces que Baldorioty de Castro adopta y rescata esta opción política para las circunstancias particulares de Puerto Rico bajo el absolutismo español.
Algunos confunden la autonomía con la soberanía que definía Bodino (1853), pero la soberanía es independencia, y la independencia es estática, radical y definitiva. No es flexible, ni relativa, ni dinámica, en resumen, no se adapta o acopla al mundo dinámico del presente Siglo XXI de confederaciones como la Unión Europea o el Commonwealth de Inglaterra, Canadá y Australia.
Podemos ver en un diccionario de francés y alemán de 1596, según Littré, como por primera vez se define la autonomía modernamente. En el idioma catalán, según Coromines, relaciona su uso, cerca del 1868, con el político español Pi Margall. Pero todavía en esa época no se menciona a Puerto Rico en consideración de la autonomía.
Ya Ramón Power y Giralt, diputado a las Cortes Españolas de Cádiz de 1809 a 1813, en un discurso suyo del 14 de octubre de 1810 en las cortes gaditanas puede verse el «embrión autonomista». Power (se pronuncia PoVęr, NO Pauher) hablaba de «una sola nación y una sola familia, que los ultramarinos son iguales en derecho a los de la península (España).» Ramón Power y Giralt era liberal y puertorriqueñista, a la misma vez que veía a la Península Española con Puerto Rico como «una sola nación», así nació la puertorriqueñidad, reconociendo la igualdad, más nunca la separación o división independentista tan ajena, hasta el día de hoy del espíritu puertorriqueño.
Con Román Baldorioty de Castro nació el autonomismo puertorriqueño, cuando éste rechaza la invitación que le hiciera Betances por creer firmemente en los métodos pacíficos, legales y la evolución natural de la voluntad puertorriqueña. Dijo Baldorioty siendo diputado de las Cortes Españolas: «Puerto Rico tiene hambre y sed de justicia…, dentro de la legalidad nacional (incluyendo a España)…, aquí reclaman sus representantes sus derechos,… y si la suerte le es adversa, pierde la esperanza, por un pugilato desigual o imposible, temo su desgracia, porque los pueblos como los individuos, cuando pierden el último rayo de esperanza, o se degradan o se suicidan…»
Fue Baldorioty, en mi humilde opinión, más que un prócer, un profeta. Pues hoy, al recordar cuando dijo que: «los pueblos cuando pierden la esperanza, o se degradan o suicidan», vemos nuestro pueblo degradado en el colonialismo vulgar del reggaetón niuyorican, con aspiraciones al suicidio nacional en el «pugilato imposible» de la transculturación estadista norteamericana.
Así pues, del ideario político autonomista de Baldorioty, ya desvirtuado, tergiversado y profanado, del gobierno propio y costumbres, que no es otra cosa que la cultura, hoy existe el Partido Popular Democrático. Aunque subordinado por Washington, y sin esperanza de consumación por la incompatibilidad con el estado de derecho estadounidense. Y de la igualdad y misma nación que heredó el Partido Nuevo Progresista, queda la aberración de la asimilación por una nación ajena y diferente a nosotros. Hecho que pretenden ignorar las masas incultas en favor de la satisfacción de las necesidades más primitivas que no nos diferencia de los animales.
De esos votos inconscientes de una multitud ciega, nos queda una fuerza bruta que sustituye la razón y la justicia por la misma aclamación popular y democrática con que salvaron a Barrabás para condenar a Jesucristo. Si existiera una sola alma superior en la clase política actual, que antepusiera su codicia insaciable del poder en favor de los derechos constitucionales y bienestar del pueblo, y a su rebaño irreflexivo pudiera guiar hacia la autonomía, única y verdadera vocación del puertorriqueño. Y a sabiendas, de que la misma no tiene futuro con los Estados Unidos, y que la estadidad nunca ha recibido un solo proyecto de apoyo desde Washington. Nos destruye el posponer el proyecto nacional, el mismo que nació con España, mismo que en menor medida también tiene que mirar al resto de Hispanoamérica. “Porque SOMOS una misma nación, porque es nuestra familia.”

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