Aquellos terribles primeros años

Por: Nicolás Aguila

Noto, entre analistas y politólogos cubanos de tomo y lomo, una cierta tendencia a idealizar los años iniciales del castrato. Pero lo que aquel humorista mexicano definiera trivialmente como ‘la revolución con pachanga’ tenía un lado muy siniestro que enseguida limitó la espontaneidad pachanguera.

El régimen de Fidel Castro, que se estrenó con un baño de sangre sin precedente y con encarcelamientos masivos arbitrarios, se consolidó a base del terror, la sevicia y la vesania. A lo que se agregaba la escasez creciente y los cambios traumáticos en la vida nacional que degradarían el nivel de vida de la población, a pesar de las medidas populistas de los comienzos para granjearse el apoyo de las capas más pobres. Por otro lado, la histeria antirreligiosa a partir de 1960 y el adoctrinamiento con base en el ateísmo obligatorio, más el enfoque prosoviético, al año siguiente, terminarían polarizando una sociedad dividida en ñángaras y gusanos. Eran tiempos de sectarismo a tope, de sarampión ideológico, de empacho político.

‘Sarampionados’ (por lo del izquierdismo como enfermedad infantil) les llamaban a aquellos ‘empachados’ que te salían al paso a la manera revolucionaria: «Negativo, compañero». Mientras tanto, a todas horas, en la radio ponían la conguita ‘La ORI es la candela’, por no hablar de los interminables discursos del charlatán en jefe. El país se nos volvía aburrido e inhabitable. Ni al cine se podía ir, porque solo exhibían películas rusas y chinas, tipo ‘Lenin en Octubre’ y ‘Arroz para el Octavo Ejército’.

Como bien se ha dicho, la gente ya no iba al cine para evadirse de la realidad, sino que salía de la sala oscura para refugiarse en la vida gris y chata que nos había tocado. Era preferible reunirse en la esquina con los amigos para oír el último cuento subversivo de Pepito. Tal era la irritación y el descontento acumulado en los primeros años que, en 1965, el régimen se vio obligado a abrir la válvula del éxodo para soltar el exceso de presión de una caldera a punto de estallar. Camarioca fue la culminación del desastre económico-social del régimen castrista en sus primeros cinco años. Un pueblo en estampida que decía NO al comunismo y votaba con los pies.

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