Volver sobre lo trillado

La escritora Zoé Valdés reacciona a los comentarios de Orlando Luis Pardo Lazo, quien la acusó recientemente en las redes sociales de servir al castrismo por no apoyar el proyecto de ‘Cuba decide’.

Por Zoé Valdés, (de Facebook)

Empezaré por afirmar, o mejor dicho, reafirmar, una vez más, que yo no fui ni soy ni seré nunca poetisa oficial, ni en Cuba ni en ninguna parte. Yo he sido poeta, siempre, poeta, subrayo, P-O-E-T-A. Mucho menos nada de oficial, porque jamás me pagaron por ser poeta, ni siquiera con aquel único poema publicado en la sección de Lectores de ‘El Caimán Barbudo’ por un amigo que allí trabajaba en los tiempos de mi juventud. Tampoco mantuve -previa demanda- una sección semanal en Granma con un poema diseñado para la ocasión polítiquera que tocara. Mucho menos me autorizaron a mantener durante años una tertulia literaria en la azotea de mi casa, puesto que no poseía casa propia y mucho menos azotea, desde la que se estudiaba e informaba mediante agentes allí sembrados y admitidos por la dueña de la casa, el estado de opinión de los poetas de varias generaciones. Jamás me gané el Premio ‘Sahara’ de Poesía, así le llamaban al premio Casa de las Américas, porque casi siempre quedaba desierto, y cuando no quedaba desierto se lo ganaba Reina María Rodríguez (dos veces triunfadora) o cualquier poetastro letrinoamericano que alabara a la revolución castrista. Nunca dediqué un poema al carnet de identidad ni a un discurso de Fidel Castro, titulándolo algo así como «Esta noche hablará Fidel»… No, nada de eso. Pero.
Entre mis 17 y 20 años escribí mi primer libro serio de poesía, se titula ‘Respuestas para vivir’, ganó un premio de poesía en México, con un jurado de gran prestigio: Efraín Huerta y José Emilio Pacheco, Fayad Jamís, entre otros. En ese libro hay poemas eróticos e irónicos, bautizados por mi como «erónicos», como también hay poemas políticos reales y políticos-históricos irónicos. Nunca he escondido esos poemas, ahí están publicados en un libro, que se publicó en Cuba siete años más tarde de que el libro ganara el premio en México, y cuando yo contaba 27 años. La editorial Letras Cubanas se negaba a editarlos porque, según me explicó Raúl Ruiz, el editor, había demasiada carga erótica en ese libro. Esos poemas también los he publicado en mi primer blog iniciado en 2004, en Skyrock, y en distintos sitios. Nunca me he arrepentido ni me arrepentiré de lo que he escrito. Jamás. Algunos de esos poemas los pensé y repensé de mil formas, y otros salieron de un tirón. ‘Comunismo poético’ fue y es uno de mis poemas preferidos, escrito a los 17 años, ya me preguntaba desde entonces y desde el título si podía existir un comunismo poético, como algunos imploraban en aquella Cuba de los fusilamientos y las cárceles, y a través de él me remonto hasta el ‘lord inglés’ y la Era de la industrialización. Tenía, lo reitero, solamente 17 años.
De vez en cuando la Seguridad del Estado, con sus múltiples agentes en el exterior y en el interior, me sacan esos poemas y me incluyen en el mismo saco de ‘Guillén, el malo’, como le llamaba Pablo Neruda (otro malo) a Nicolás Guillén, y hacen su Colacao especial para intentar cagarme o como mínimo estropear la visión que se tiene de mi. Es lo que acaba de hacer este tiparraco que se hace llamar OLPL, sumándose a la larga lista de agentes en mi contra.
Entiendo que debe de ser muy tormentoso para una persona con tantas ambiciones acumuladas el haber empezado a escribir tarde inducido por las premuras de los segurosos castristas en Cagonia. Comprendo además que empezar a escribir con casi cincuenta años en las costillas, mientras todavía se estudia en una universidad norteamericana con todo pagado, sin trabajar como debiera ya trabajar con tantas canas en los huevos, seguramente es muy frustrante. También es frustrante que pese a los empujones de Yoani Sánchez, y los de Rosa María Payá, la otra mujer tablita de salvación a la que le dieron la orden de asirse para que no se hundiera él sino para que hundiera al MCL, y sus mediocres libros plagiados de los juegos de palabras de Guillermo Cabrera Infante, y sus intenciones de parecer un intelectual en los programas televisivos mayameros, es frustrante, repito, que pese a todo ese empuje de tantos politiqueros en Washington y un etcétera y demás bien largo, no venda ni un libro y sea un perfecto desconocido impulsado solamente por el cariz politiquero y mediocrón de sus oportunistas acciones vinculadas a la realidad cubana, al Cuba INC.
Tanto a Rosa María Payá, su entrampada (ya no tanto) mujer, como a Ofelia Acevedo, su madre, las recibí en mi casa en París. A la primera le di mi cuarto y a la segunda le di el cuarto de mi hija. Yo me fui a dormir al sofá de la sala, con mucho gusto. A la hora de mencionar en una entrevista quién le había dado apoyo en París, la señora Rosa María Payá, en un periódico muy sospechoso del exilio, declaró que «una escritora muy conocida», sin mencionar mi nombre en ese diario que siempre me ha hecho la guerra por una sola cosa, porque su jefe de redacción me tendrá que agradecer eternamente que la primera vez que recibió una beca, la del Parlamento Mundial de Escritores, la recibió gracias a mi, renuncié a ella para cedérsela a él, y no gracias a su querida amigueta Reina María Rodríguez, la poetisa oficial del castrismo.
A OLPL lo conocí también en París. Desde Islandia, donde estuvo becado durante un año, por el mismo Parlamento Mundial de Escritores, y desde donde según él resistía, con todo el peso del verbo ‘resistir’ desde los maravillosos parajes islandeses, me escribía a cada rato por Twitter, como he podido probar por este medio, y me suplicaba que nos encontráramos en París, en uno de sus viajes, invitado por la Alcaldía de París, cosa rara, después de que Raúl Castro fuera invitado y su séquito dejara sus huellas y sus instrucciones.
Tras tanta insistencia de su parte vi a OLPL en París, fue él quien quiso conocerme y no a la inversa. Me ‘invitó’ a un café que fue más que un café, le di cita en el café Hugo de la Place de Vosges, uno de los más ‘branchés’ del momento. Hablamos, digo, hablé yo, él se quejó, no paró de quejarse, y por ahí lo calculé. Pagué yo. Y hasta el día de hoy. En aquel entonces pude comprobar mis sospechas y no tuve que apartarme, porque yo vivo apartada, sólo decliné, por usar el mejor verbo. No quise cortarle el agua y la luz para observar hasta dónde llegaba. Y llegó todavía más lejos que meterse en la cama de la hija de un opositor verdadero asesinado, hizo uno de sus juegos maléficos y malabarispatético y soltó una de sus graciesitas en contra de Estados Unidos, y de alguna manera alabó el terrorismo perpetrado por Al Qaeda contra las Torres Gemelas, para enseguida recurvar y escribir un artículo extenso con la intención de mostrar que no había sido así como los pobres ‘idiotas’ que somos lo habíamos entendido, que él lo que había querido expresar era todo lo contrario a lo manifestado en el post original, entonces soltó horrores en contra de prestigiosos periodistas de Miami, e inclusive los acusó de lo que probablemente sea él, de agentes de la seguridad del Estado Cubano.
Esa acusación de agente, sobre su persona, emergió a la palestra pública a través de varias personalidades de renombre del exilio que hoy callan, pero que aseguraban lo siguiente: «A Rosa María Payá le han sembrado a un seguroso en el mismísimo colchón». Pese a esas sospechas, este poetastro de baja estofa, este escritorzuelo inventado por Yoani Sánchez y su séquito que fue la que lanzó su primer librejo en La Cabaña, durante una Feria del Libro oficial castrista, para probar que la bichidisidencia ‘light’ desafiaba al régimen -¡a esta hora con ese recado!-, pese a ese Curriculum ‘Mortae’ y siendo ya un viejo con canas en el ojete, este mediocre sigue yendo por la vida de joven escritor cubano, de disidente, y de lo que es peor, de valiente e inmune, cuando no es más que un cobarde.
Allá se daba la lengua con los hijitos de los criminales que vivieron como Carmelina, y se la sigue dando desde Radio Martí, donde hoy trabajan esos mismos hijitos de criminales, que para colmo también redactan o les redactan libros-desmemorias.
Continuaré repitiendo lo que ya he dicho. Mi vida es un libro abierto. Todo está publicado. No me arrepiento de nada de lo escrito. A mi madre la saqué de Cuba en cuanto se lo permitieron, y no hice como hizo él con la suya, no la devolví a Cagonia a que se hacinara entre la mierda. Porque a mi madre, entre otras cosas, le hicieron cientos de mítines de repudio solamente por el mero hecho de que su hija editaba libros en contra del régimen.
Aunque sí, por otro lado, me arrepiento de algo, de mi estúpida bondad, de haber recibido a toda esta chusma en mi casa, de haberles dado espacio en mi valioso templo, y de haberles regalado mi tiempo. No lo merecían ni lo merecen.
Esperaré tranquilamente como he esperado siempre, desde orillas del Sena. Un día se sabrá todo.
Zoé Valdés.

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