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Venezuela, Venezuela

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Ya no nos cabe tanta desinformación en nuestras abultadas, no por la cerveza, barrigas

 
Es muy emotiva y bonita la música, la letra y todo lo que conlleva la canción venezolana que lleva por título Alma Llanera, y, en cuanto suena, es como el himno oficial y más real que nos ubica por aquellos bellos lugares. Pero ahora, a veces, con esa hermosa música de fondo y del fondo del alma llanera, los mal pagados, pero a sueldo; los lentejeros llenos de piedras y de cucos de una prensa occidental pro-sistema, con la foto de alguna botella de detergente, o con un rollo de papel higiénico, y con una voz en of, se quejan de que el cerco económico, pero no lo denominan cerco, sino mal gobierno, la inutilidad de gobernante, está carcomiendo la tierra del Libertador, todo similar y semejante a lo ejercitado sobre Cuba y sobre otros países con rabo socialista, a los que el sistema ataca y cerca económicamente entre aplausos de palmeros interesados que se hacen trasnacionales, que sobrepasan las fronteras de los intereses lógicos de sus propios países, para hacerse tristes ciudadanos del sistema por cuatro cochinos dólares o euros, o vaya usted a saber qué villanías más.
Creíamos, sinceramente, que se estaba  amortiguando aquel hecho histórico de que a los ojos de un nativo de un territorio apartado, selvático o alejado, la visión de otro nativo perteneciente a otra tribu, no lo consideraba como un ser semejante, y actuaba contra el visitante o el emigrante con el que se había topado, con el mismo posicionamiento sentimental como si se tratara de un jaguar o una alimaña cualquiera. Y está claro que tal comportamiento de grupo social, no es o fue algo novedoso de las tribus o agrupaciones humanas que llamamos atrasadas, porque el mismo Vaticano necesitó del paso de más cincuenta años y de tener reuniones en todos los lugares habidos y por haber, incluido, como no, camas de altos y bajos cochones, para diagnosticar con cierta tibieza y sin mucho convencimiento, que los habitantes que moraban por las tierras del poniente, por Las Indias, los aborígenes que sorpresivamente fueron surgiendo al conocimiento de los europeos, eran humanos: hijos de dios lo mismico que uno que hubiera nacido en Mazarrón o en Moratalla de la santísima España.
En el colmo de la estupidez que infecta las televisiones al servicio descarado y decidido del amo peor pagador que nunca vieron los siglos; el señorito más tacaño a la hora de premiar a sus voceros de ocasión y de plantilla, de Venezuela, por acá, por estas tierras donde la lluvia es un asombro, donde media España no tiene húmeda ni la boca para tragar saliva conociendo como conocemos la energía eólica, la solar y la desalación de la mar, te dibujan, te anuncian, te bombardean, con noticias tan estúpidas como hablar de las grandes sequias venezolanas, de las escasez de agua de Venezuela, cuando con un solo río de allí, el Orinoco por ejemplo, sin mencionar cualquier sinclair natural y almacenes en bolsas subterráneas, aquel país nos inundarían a toda la Península Ibérica con agua al cuello, y ni se notarían los chorricos de orines y excremento en el que nuestros preocupados mandamases por todo lo venezolano, preocupación que le han trasladado a buena parte del elenco palmero que los sigue, han convertido los ríos que un día serpentearon orgullosos de sus aguas por esta tierra hipotecada a la desinformación y el interés del sistema, y las migajas de los voceros.
El sabio griego Pitágoras, que más que griego fue un isleño de Samos, y Samos es una isla más asiática que europea, con la buena cabeza y tiempo y clima para pensar que caracterizaba a una gente que por cultura tenían asegurada, casi, la comida para el año y no tenían, por tanto, necesidad ni conocimiento, como si lo tienen los indios Ticunas del Amazonas o de la Guayanas de que de la planta Mavacure se obtiene el mejor veneno curare del mundo, entre otras cosas porque en la isla de Samos no había colegio cardenalicio alguno ni había que nombrar papa, mientras el isleño Pitágoras sesteaba sin tener ni idea de lo que era el curare, comparaba los elementos sólidos en su doctrina de los números, y comparaba la Tierra con un cubo, el fuego con una pirámide, el aire con el octaedro, el agua con el icosaedro, la esfera con el dodecaedro. Y, claro, ahora  nos faltaría saber con qué basurero o muladar nos compararía al sistema y a sus voceros, palmeros, aplaudidores y espontáneos seguidores, incapaces de llamar a las cosas por su nombre, y decir que la Venezuela actual, la que gobierna Maduro,  faltan alimentos porque un gobierno, el que sea, no tiene capacidad ni intelecto para comprar en el extranjero aquellos productos que sean necesarios en su país, y no dicen que simplemente, tan simple como que si te quedas con un solo pie estás haciendo el pino, pero si levantas los dos te caes, así de simple es visualizar todo la rabia y el coraje de las multinacionales acostumbradas a llevarse los recursos de los países por su cara bonita y por el entorno de opinión que crean repartiendo cuatro dólares o euros en los centros televisivos o la redacciones de los periódicos.
Y así nos va a los hombres de la tierra, que ya no nos cabe tanta desinformación en nuestras abultadas, no por la cerveza, barrigas.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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