José Gabriel Barrenechea.
Es bueno, cuando se emprende una campaña, tener una meta concreta, y es mejor cuando es realista.
En nuestro caso una amalgama de fuerzas políticas que van desde la izquierda democrática hasta la derecha evangélica, neoconservadora, nos hemos propuesto enfrentar al régimen postcastrista en el Referendo del 24 de febrero.
No obstante, las condiciones que hemos tenido para ese enfrentamiento electoral solo podían ser peores en los oscuros años del Castrismo en expansión, allá por 1976; cuando por hacer lo que yo ahora en este escrito, por ejemplo, podían haberme caído 10 o 20 años de cárcel.
Hoy, tal vez eso no suceda, pero es evidente que se encuentra absolutamente prohibido hacer campaña por el NO, mientras en cambio el régimen empapela el país con pancartas en que se pide el Sí, o la televisión nos muestra constantemente a ciudadanos progubernamentales que nos exigen casi que marquemos con una “X” junto a ese monosílabo en la boleta electoral, o a artistas, como aquel reconocido tracatán y esclavo aun en lo profundo de su ser, que canta aquello de “deja que Raúl se entere”, rimándole chambeloneramente a la opción oficialista.
Promover el NO, cualquier No, es arriesgarse a una golpiza, a que no te permitan salir de casa, o a dormir encerrado de aquí hasta el domingo en la tarde. De hecho muchos pasaremos la noche del sábado, y buena parte del 24, encerrados por lo que se les ocurra inventar a las autoridades.
En estas condiciones, con una ciudadanía a la que no se nos permite llegar con nuestras razones y argumentos, encerrada en esa burbuja informativa que alrededor suyo ha sabido crear el Castrismo, muchos votaran Sí porque simplemente no se darán cuenta de las posibilidades del NO debajo; otros, por automatismo, mientras piensan en ese instante en cómo conseguirán aceite o carne para comer esa tarde; algunos, incluso, lo harán por miedo a los cambios en una sociedad muy envejecida, en que cualquier cambios, aun para mejor, es visto con suspicacia.
Esto nos deja ante la realidad de que muy difícilmente lograremos que todos los No combinados derroten al Sí.
Mas hay algo que sí podemos lograr: Conseguir que los que voten Sí no superen los 5 473 534 que lo hicieron así en el anterior Referendo de 1976, para aprobar la anterior Constitución.
Téngase en cuenta que en febrero de 1976 el registro electoral incluía 5 717 266 electores, y ahora, en la versión oficial del anterior proceso electoral, en marzo de 2018, ascendía a 8 639 989 votantes.
O sea, del régimen conseguir menos de 5 473 534 votos afirmativos, significaría que su nueva Constitución ha obtenido menos votos que la anterior, de la que quieren salir por su todavía mayor impresentabilidad; y que ello ha sucedido a pesar de que el registro electoral casi se ha doblado en estos 43 años.
Lo que dejaría en evidencia a una Constitución profundamente unanimista, que solo puede alcanzar algún grado de legitimidad si es aprobada por la absoluta mayoría de la población.
Para ello se necesita que convenzamos a 3 166 455 electores a NO asistir, a votar No, a anular o a dejar en blanco.
Es, sinceramente lo creo, una meta alcanzable. Facebook, lo digo, debe ser nuestra prensa, nuestra radio y nuestra tribuna.