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Una incruenta guerra

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En París el Rey de España fue recibido con abucheos, insultos y hasta piedras y demás objetos que los parisinos enfurecidos pudieran lanzar y darle…

Entre 1870 y 1871 hubo una guerra entre Francia y Prusia, de la cual salió vencedor el país germano, y poco después, en 1883 el rey de España Alfonso XII hizo una «gira» a Francia, Austria, Bélgica y Alemania. En este último, durante un banquete con Bismarck se dio a entender que España ayudaría a los alemanes si por casualidad se repetía una guerra con Francia, además de que fue elegido como coronel honorario de la guarnición de Hulanos en Alsacia por lo que como no, le regalaron un bonito uniforme prusiano.
Todo transcurrió bien hasta que llegó el momento de volver a su querido país. Y para eso debía pasar por Francia. Y a nuestro querido monarca no se le ocurrió mejor idea que pasar por el país que pocos años antes perdió una guerra contra sus aliados prusianos, vistiendo el uniforme prusiano. Y puede que los franceses sean unos finolis recatados, pero cuando vieron al Rey vestido con aquel uniforme, les sentó como una patada en los mismísimos, y en París fue recibido con abucheos, insultos y hasta piedras y demás objetos que los parisinos enfurecidos pudieran lanzar y darle. Sin embargo el Rey se tomó aquello con calma y cuando finalmente volvió a Madrid, fue recibido con vítores de sus ciudadanos en señal de apoyó. Pero es aquí donde empieza la historia de verdad.
Pero aunque el incidente en París quedo resuelto y perdonado, al pueblo de Lijar (Andalucia) aquello les pareció una afrenta demasiado grave como para dejarla pasar, y el 14 de octubre de ese mismo año, el ayuntamiento redactó un acta declarando la guerra a toda Francia.
«[…] Por el Presidente se hizo saber al Ayuntamiento, que al pasar por la Ciudad de París, el Rey D. Alfonso de regreso de su viaje el día veinte y nueve de septiembre último, fue insultado, apedreado y cobardemente ofendido por turbas miserables, pertenecientes a la Nación Francesa.
Que el más insignificante Pueblo de la Sierra de los Filabres, debe de protestar en contra de semejante atentado, y hacer presente, recordar y publicar, que solamente una mujer vieja y achacosa, pero hija de España, degolló por si sola treinta franceses que se albergaron, cuando la invasión del año ocho en su casa. Que este ejemplo solo, es muy bastante para que sepan los habitantes del Territorio Frances, que el pueblo de Líjar, que se compone únicamente de trescientos vecinos y seiscientos hombres útiles, está dispuesto a declararle guerra a toda la Francia, computando por cada diez mil franceses un habitante de esta villa. Pues es necesario que sepa el Territorio Francés, que España ostenta en su escudo, la insignia de más valor que puede ostentar la primera nación del Mundo. Tiene en la nada menos que un León. Cuenta la Historia Española, un Sagunto, un San marcial, Bailén, Zaragoza, Otumba, Lepanto y un Pavía, que ninguna Historia de las que se conocen hasta el día puede presentar ejemplos tan terribles.
Que un Carlos Primero de España, supo hacer prisionero a un Rey Francés, y cuando lo guardaba en Castilla, con cuantas consideraciones se albergan únicamente en pechos Españoles, supo el solo atravesar, la Francia aterrorizando con su figura el Mundo. Que también hubo un Felipe Segundo, que en su reinado supo abarcar de uno a otro confín de la Tierra y que ahora, cuando el Pueblo de España, no cuenta ni con un Gonzalo de Córdoba, ni con un D. Juan Chacón, ni con un Conde de Gabia, ni un Dureña Ponce, hay todavía vergüenza y valor para hacer desaparecer del mapa de los Continentes a la Cobarde Nación Francesa.
El Ayuntamiento tomando en consideración lo expuesto por el Alcalde, acuerda unánimemente declararle Guerra a la Nación Francesa, dirigiendo comunicado en forma debida directamente al Presidente de la República Francesa, anunciando previamente al Gobierno de España esta Resolución.
No teniendo ninguna otra cosa que acordar, se levantó la Sesión, estampando la presente acta, que firman los Srs que sabían y los que no signan, de que yo el Secretario Certifico. Sesión Ordinaria del Ayuntamiento. 14 de octubre de 1883 «

En resumen, los lijareños, con menos de mil hombres y un armamento agrícola, le habían declarado con dos cojones la guerra a una nación con uno de los ejércitos más grandes de la época. Pero como no, aquella declaración fue tomada a broma por los franceses, que siendo yo francesa, me habría reído un buen rato sí llego a estar allí cuando la leyeron. Evidentemente no llegó a haber ninguna batalla entre el pueblo y el país durante el tiempo que duró aquella guerra incruenta, lo cual, por inverosímil que parezca, duró ni más ni menos que cien años.

Finalmente, el 30 de octubre de 1983, se firmó la paz entre ambos bandos. En la firma se reunieron el cónsul y vicecónsul de Francia en Málaga y Almería y el alcalde de Lijar, Diego Sánchez Cortés.
«En la villa de Líjar, provincia de Almería, siendo las doce horas del día treinta de Octubre de mil novecientos ochenta y tres.
Reunidos en la plaza pública de esta villa, por una parte los representantes de la Nación Francesa, en las personas del cónsul y vicecónsul de Málaga y Almería, y por otra la Corporación Municipal del Ayuntamiento de Líjar, presidido por su Alcalde D. Diego Sánchez Cortés, siendo testigos de excepción autoridades civiles y militares de la provincia. Se acuerda firmar la Paz entre Líjar y Francia, tras cien años de guerra incruenta, declarada por este Ayuntamiento el catorce de Octubre de mil ochocientos ochenta y tres.
Y para dejar constancia firman de una parte los representantes del Estado Francés, y de la otra la Corporación Municipal del Ayuntamiento de Líjar, firmando como testigos de excepción autoridades civiles y militares de la provincia y toda la población de Líjar, de lo que yo la secretaria certifico.»
Y así terminó esta guerra.
 
Nil D. 15/07/15

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