Los norteamericanos, siempre tan inteligentes, avanzados y sobresalientes, inventaron el concepto del “fuego amigo”; un fuego de armas de guerra que como están fabricadas o disparadas por amigos o compañeros, te mata; pero es una muerte que dice Trump y sus sesudos asesores (normalmente sus verdaderos asesores tienen un buen par de tetas, porque el genio nos ha salido putero) que es una muerte dulce, y que enseguida recomponen tus pedazos, y te puedes sentar cómodamente en el lado celestial que tienen los blancos en el cielo y rezar el rosario veinte veces por día.
En Europa (vamos para la ocasión a considerar a España como Europa) los servidores políticos de los intereses gringos, votados en inmensa mayoría por españoles de los que suelen comprar las gorras hechas con la visera hacia atrás, o supervivientes culeros de colegios religiosos católicos trinitarios, han ideado, fabrican y venden (con patente yanqui) la bomba que mata sólo a los que tu quieres que mate, según informe, a diferencia de los asesores bien dotados de pectorales de Trump, de gente piadosa con alzacuellos y manos con olor a palomino.
La Europa que firmaron las 26 banderas de países en la comuna luxemburquesa de Schengen llevaba el fin premeditado que dice la conseja popular que dividiendo vences con más facilidad, y Europa puso en marcha un plan para cuando los esclavos que entran de emigrantes están dispersados, los puedes hacer desaparecer sin apenas hacer ruido. Pero el plan se jodió cuando los emigrantes, en virtud primera de que los robos de sus recursos en origen se han disparado a términos de hasta cernir las arenas de los desiertos por si hubiera algo de valor, a ir a plantar melones y robarles el agua; porque en el argot resultante del blanco, el emigrante como realmente alcanza la felicidad es llevando en la mano un teléfono móvil y una aplicación para ver el valor del coeficiente de la prima de riesgo.
Y como se han vendido muchos teléfonos, señal de que muchos para no morirse de hambre en sus países, lo pueden hacer aquí más ricamente y con el móvil en las manos, lo de la comuna de Chengen, lo firmado de libre circulación de hombres (lo de las mercancías, sigue, especialmente en “ciertas” mercancías) lo han tenido que dejar en papel mojado, y las cuchillas fronterizas sureñas modelo opus dei, ideadas en un máster de expertos en bombas y fronteras de nuestras serías universidades, su filo y corte, no pasan de ser una simple pelufa de caña para lo que les hacen a los emigrantes que creyendo que lo de Chengen era universal y valido para todos los que vivían en Europa, osan aparecer en un punto fronterizo con dos banderas democráticas diferentes.
Me refería un viejo camionero experto en ver cosas por este mundo, que no muy lejos de Luxemburgo, en un punto fronterizo de libre circulación para los con papeles, la humillación, los gritos, y la prohibición más fascistas de continuar viaje a una familia que llevaba tres hijos, lo hizo removerse en el asiento de su camión, y sintió vergüenza de su condición de español y de ser humano.
El siglo pasado, el XIX, un servidor lo tiene clasificado en su carpeta personal como el siglo de los genocidios, de las grandes matanzas, donde entre todas las guerras, y hambrunas, sin contar las enfermedades probablemente muchos más de cien millones de personas solamente en Europa tuvieron la osadía de complicarle la vida a los encargados de recibirlos en esa otra vida donde, según, se está tan cojonudamente que nadie vuelve. Y este siglo, que va por su año dieciocho en la cuenta, tiene base estúpida suficiente, dirigentes todavía más tontarrones que los que gestionaron el pasado siglo o de los genocidios, como para que las fronteras con cuchillas fronterizas, modelo opus deis, inventadas en España (España a efectos de chuchillas fronterizas es Europa) sean unos cortes físicos más llevaderos que los psíquicos que se le tienen que grabar a los niños de ver el modo como la autoridad trata a sus papis.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.
Un Máster para bombas inteligentes
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PRONUNCIANDO NOMBRES
Aquí,
día y noche,
noche y día,
pronunciando nombres
de gentes,
de hombres,
que vuelan sin alas
y ni picos tienen
de paloma
para señalar
donde realmente
está lo bueno
y donde
la maldad.
Entre el vecino anónimo,
entre la gente,
está y lo veo,
al hombre bueno,
que hace y crea
otoño, verano,
primavera e invierno
de estación
y de bondad.
Gente de silencio
con sonrisa de cuna
que del tiempo del tiempo
arriban
sonríen y aman la libertad.
Y cosas de la vida
vivida,
sin buscar nombres,
totalmente opuestos
al vecino
llamado libertad,
me han venido nombres
como
clero,
ametralladora,
altar,
imperio,
caudillo,
y algo que no comprendo:
democracia por desarrollar.