Sitiados en San Isidro. El régimen no es la víctima

José Gabriel Barrenechea.

Un amigo me escribe por Messenger, preocupado de que “la gente de San Isidro está poniéndole zancadillas al regreso a la política de Obama… esto es una provocación para coaccionar al gobierno norteamericano, bajo el argumento de que el régimen aprovecha cualquier relajamiento en las presiones que se ejercen sobre él para endurecer la represión”.

Partamos de que si un grupo de jóvenes que recitan poesía, en protesta por la detención y enjuiciamiento arbitrario de un compañero, es una tan temible provocación para el régimen castro-canelo, pues no queda más que renunciar a intentar no ya ablandarlo, sino simplemente convivir con él: Resulta una contraparte demasiado susceptible para cualquier trato racional y no psiquiátrico.

Mas actuar así, sin embargo, es hacer lo que quiere la Seguridad del Estado. Esta institución, que hace mucho impone su poder sobre todas las demás del régimen, no quiere vuelta atrás. Los esbirros de la Seguridad del Estado aman a Trump, porque simplemente viven de la atmósfera de confrontación que justifica su existencia y su poder omnímodo y ubicuo sobre y al interior de la sociedad isleña. Me atrevo a asegurar que en las oficinas de los agentes de la Gestapo cubana hubo más desilusión con la derrota del Agente Naranja, que en los hogares de los cubanoamericanos más rabiosamente trumpistas.

Dejemos claro: esta ola represiva de ahora no ha tenido su causa inicial en alguna acción de la Oposición, sobre todo en ninguna acción que en cualquier otra parte de este mundo nadie clasificaría de provocación más que en broma. Ha sido el régimen, casi de seguro arrastrado a ello por la Seguridad del Estado, quien detuvo a un joven, no porque organizara una sublevación popular, un sabotaje, un atentado, o sonsacara a algún militar para levantarse en armas.

Es necesario por lo tanto dejar de lado esa actitud de muchos que se dejan manipular por la hipersensibilidad del régimen, y en consecuencia sus mayores esfuerzos los dedican a no provocarlo. Inútil tarea, porque el régimen castro-canelo es como uno de esos personajes que manipulan a todos alrededor haciéndose pasar por víctimas, incluso cuando es el quien da los palos, u ofende, o desprestigia.

No hay que darle el gusto al régimen. No hay que dejar de actuar para no “provocarlo”, pero tampoco hay que buscar darle las condiciones ideales de aislamiento tipo Corea del Norte con que sueñan tipos como Díaz- Canel, que no en balde su primer viaje tras su asunción presidencial fue a aquel manicomio, a pasearse y ronronearle al Gordito Siniestro.

Hay que hacer labor opositora, de iluminación de conciencias y también de calle, cada vez más, al tiempo que no entorpecemos los pasos de otros para hacer aquello que recomendaba Juan Pablo II: Hacer que el Mundo se abra a Cuba, para que a la vez el régimen continuista que vive en el pasado y la confrontación se enfrente al efecto disolvente de la realidad del presente, y del Acercamiento a otras formas de vida social.

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