Sin novedad, mi Führer

Por: Juan Eladio Palmis.

Sabía algo de la estafa que significa en sumisión, en domesticación, Europa; pero no me podía figurar que la dependencia hacia el “maquillado de amarillo”, el Führer de este siglo, llegara a tanto.

Sabía de lo malísimo que es el grano de Ucrania para un europeo; lo poco que calienta el gas natural ruso. Sabía de la larga vida que se alcanza comiendo comida norte americana, llevando la gorra con la visera para atrás, y la camisa por encima del jersey; pero reconozco que creía que Europa, que el siglo pasado tuvo que acuñar la palabra nueva, desconocida, de genocidio, había aprendido lo fatal para la vida que son los iluminados.

Y lo peor de todo puede radicar en que si un iluminado, el führer Hitler, estuvo apoyado a tope por un pueblo, el alemán, que presumía y se auto intitulaba como un pueblo culto, avanzado y desarrollado, con pleno conocimiento de causa y de lo que se hacía y se pretendía, el führer maquillado de amarillo que dirige actualmente el mundo suyo, su continente, y el europeo, prácticamente hasta los montes Urales, al peso, puestos todos en una balanza de precisión pera determinar cuánto pesa la cordura que en su momento pesó el pueblo alemán, y lo que pesan ahora todos juntos los adoradores de los genocidios, es probable que gramo arriba o abajo la balanza esté equilibrada, porque el asolar, el matar, el humillar parece entrar de lleno en la casilla de la cultura humana.

Dicen los entendidos, que todo radica en que más bien temprano que tarde, la China y los EE.UU, se van a tener que enfrentar con la fuerza de las armas. Y que cuando ese momento llegue, si el mundo se ha ido al carajo, algunos lo harán ricos podridos. Y si no está podridos de riqueza para ese encuentro armamentístico, seguro que a no tardar lo van a estar.

Por tanto, todo esos cuentos que nos están contando de que el petróleo ya no se necesita porque algunos hombres se han quemado las pestañas ideando cosas nuevas, energías alternativas para aplicarlas, es un mentira más de las muchas que nos suelen contar. Y que el führer de amarillo, el moderno, un visionario de la misma talla y peso que el formidable Hitler, quiere el petróleo de Venezuela, las reservas venezolanas de petróleo crudo porque son el futuro de la futura inmediata guerra, que acabe con todo el posible futuro del planeta Tierra.

Y algo tan repugnante, tan horripilante como una idea o un propósito así, es a lo que está haciendo amén Europa, la OEA y la ONU; mientras las gentes de la calle no entendemos nada, y nos sentimos estafados, humillados, porque creíamos que era verdad que lo de los molinos eléctrico, que lo de las placas fotovoltaicas era una realidad de avance en lo de captar nuevas energías, y ya, aunque fuera soñando, veíamos un mundo sin petróleo, y lo que es peor, las empresas petroleras.

En un descuido informativo, alguien ha dicho que las máquinas perforadoras de las petroleras ya se hunden en la corteza terrestre superando con creces los veinte kilómetros de profundidad, y que, por tanto, es verdad la otra noticia que se escapó también en su día de que en la zona del Golfo de Méjico habían roto las petroleras, como si fuera una cáscara de huevo, la corteza terrestre que da sustento a la parte terrestre del planeta que emerge por fuera de los mares.

Aunque de pequeños nos enseñaron una premisa que decía que la esperanza es lo último que se pierde, está claro que viendo el gesto del presidente del gobierno español Pedro Sánchez, viendo lo nada que hace Europa, viendo la cara de los presentadores de los telediarios españoles, viendo lo que dice y está haciendo el führer Trump, uno se queda sentado en su lugar habitual, y cuando repasa la Historia, se hunde aún más en la tristeza porque están presentes y activos, mandando y ordenando, los mismos intereses en la sombra, y los mismos actores en el redondel de la pista del mundo luciendo los mismos uniformes y los mismo hábitos de cuando hubo necesidad de acuñar la palabra genocidio.

Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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