«…La historia de Porlier es, porque para eso era español, increíble y algo, digamos, inesperada. En septiembre de 1819 tenemos a nuestro intrépido hombre doblando el cabo de Hornos a bordo de un navío llamado San Telmo con 644 tripulantes a bordo. Se dirigían a Perú, donde tenían instrucciones de sofocar las incipientes revueltas que acabarían llevando al país a la independencia. La Armada que comandaba Porlier estaba formada por tres barcos y a Dios gracias. Tan justos de fuerzas iban que ellos mismos no las tenían todas consigo y se daban cuenta de que la misión que les habían encomendado pintaba más que mal.
Así que allí están, con las proas puestas en el cabo maldito, cuando, de pronto, se desata un atroz temporal. El viento golpea de todas partes, las olas se levantan poderosas ante ellos y las corrientes de poniente les impiden avanzar. Los españoles de 1819 no tendrían la moral más alta del mundo, pero sabían qué hacer cuando estaban a bordo de un navío. Así las cosas, los 644 del San Telmo se remangan y lo dan todo durante unas horas angustiosas. Sin embargo, el temporal arrecia y Porlier comprueba que, desdichadamente, se les ha roto el timón. En teoría, esto supone un problema mayúsculo, pero aquella gente se sabía hecha de otra pasta y conocía el modo de gobernar a una bestia del tamaño del San Telmo utilizando el…»
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