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Respondiendo a la provocación del compañero Alex Heny

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Las mejores verduras de La Habana las cosechaban los chinos en las inmediaciones de lo que hoy se conoce como Ciudad Deportiva.

A ver, socito. Las mejores verduras de La Habana las cosechaban los chinos en las inmediaciones de lo que hoy se conoce como Ciudad Deportiva; eran terrenos bajos e inundables, apropiados para el cultivo de la verdolaga. Mi abuelo Armando me contaba que el ciclón del 26 (léase 1926 y no quiero alusiones ni jueguitos con la cadena ni el mono) murieron varios chinos ahogados en aquellos humedales fértiles.
Luego, pasado muchos años, unos chinos con plata abrieron un restaurante en Legazpi (sur de Madrid) y en Majadahonda (noroeste de ídem), donde pusieron de encargada a Cristina, un pseudo, como aquel Anselmo del Casino Chung Wa habanero), que es la única china que yo he conocido con tetas porque se las puso en Colombia, siempre según el relato que me hizo, polque allí las tetas son más balatas (sic).
Poco a poco fui haciendo guara con Cristina y un día me pidió que subiéramos a la planta alta del restaurante con unos reservados sin sillas, donde se come arrodillado y con palitos; aunque ella siempre tiene cucharas a mano para los que amamos otro tipo de palitos.
Te confieso que cuando entré al reservado me acojoné un poco porque está decorado en rojo y negro y tuve la rara sensación de que habían vuelto los sandinistas y que de aquellas cortinas saldrían Carlos Mejía Godoy y su combo, ataviados con sus brazaletes rojinegros y con los ojos operados para parecer narritas.
Pero un arroz espléndido con un sabor inenarrable y acompañado solamente por unas tiritas fritas de malanga, que se infiltraban entre el cereal que supuse cocido con un caldo sinfónico de Ling Lun.
Cristina tuvo el detalle de preguntarme qué me apetecía de segundo plato y le dije que más arroz. Y mi petición desató en ella una ponderación de la malanga y de sus innumerables virtudes, incluidas las ornamentales.
Como la china me estaba ganando el juego, balbucee que los cubanos comíamos (subrayo el pasado) la malanga en puré cuando éramos bebés, cuando estábamos enfermos del estómago o cuando se nos caían los dientes y que de malanguitas en el agua naranja de la China porque atraían mosquitos y ya no teníamos a Carlos J. Finlay con nosotros.
Lógicamente, le conté nuestra pasión por la malanga frita y por las frituras de malanga con ajo, sal y perejil. A lo que ella, repuso: como en la cocina cantonesa. Apunté que los fundadores de la colonia china en Cuba, procedían de San Francisco (USA) y que el Chinatown habanero se había nutrido de narritas expulsados (no era Trump), tras haber trabajado en la construcción del ferrocarril del oeste.
Cristina me escuchaba con los ojos cerrados, haciendo muecas con la boca y con sus tetas postizas en posición de ¡Firmes, para recibir la bandera, por la izquierda!
La alegría a tus compatriotas -dije- les duró poco porque el entonces gobierno cubano promulgó una ley que obligaba a que el 50% de las plantillas laborales fueran cubiches y asi fue como muchos chinos, por no decir todos, se bautizaron como José, Fernando, Amalia y Teresa.
Toda aquella cháchara arrocera derivó en que Cristina me convocara a una segunda tanda de malanga en varios formatos y frijoles negros (o parecían) fermentados, acompañados de salsas que nunca ponen en las mesas de los occidentales y de licores variados que ella proponía beber según la variante malanguera.
Aquella sinfonía de malanga, la retribuí con una exquisitez extremeña: bombones de higos; que ella descubrió atolondrada, pero repuesta de la sorpresa, se trajo otro licor para darse unos palitos después de cada bombón; que engullía sin miseria.
Y Cristina se guardó un as en la manga para el final: este plato puedes hacerlo con malanga, pero también con yuca; aunque debes elegir una yuca que sea fresca porque es muy tóxica y puede echar a perder el arroz.
¿Y el caldo, Cristina? Ah, no, tu querer sabel mucho, pero el caldo para el arroz con yuca es diferente al del arroz con malanga porque la malanga es el Ying y la yuca, el Yang.
¿Tú estás segura, Cristina, o me estás contando una milonga? Malanga, es la malanga; Carlos; en China no tenemos la milonga; y ordenó el ritual té con tres dedales y un conjuro de narrita arrodillá.

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