¿Qué había de hacer yo, jovencilla, Reina a los catorce años, sin ningún freno a mi voluntad?
Cuando Isabel II asumió la corona era una jovencita con poca preparación, sus estudios eran poco profundos, ninguno de sus preceptores se preocupó en demasía por ella, solo destaco en las clases de piano y canto, tenía una muy bella y educada voz de soprano.
Como tampoco se preocuparon de cuidar su alimentación que junto con su tendencia al sobrepeso lo que unido a sus once embarazos ocasiono su rotunda figura, más rotunda de lo que los pintores de corte nos presentan.
Ella misma dijo a Galdós:
« ¿Qué había de hacer yo, jovencilla, reina a los catorce años, sin ningún freno a mi voluntad, con todo el dinero a mano para mis antojos y para darme el gusto de favorecer a los necesitados, no viendo al lado mío más que personas que se doblaban como cañas, ni oyendo más que voces de adulación que me aturdían ¿Qué había de hacer yo?… Póngase en mi caso…» («La reina Isabel», en Memoranda, p. 22).
Posiblemente eso fuese deliberado para poder así influir más fácilmente en ella como ejemplo la actitud de Salustiano Olózaga, jefe del Partido Progresista que, acusado de haber forzado a la reina niña para que firmase la disolución de las Cortes contra su voluntad, era destituido a los nueve días.
Isabel fue una reina muy querida por el pueblo, y lo fue hasta los últimos días de su reinado, hasta sus oponente coinciden que era extremadamente generosa y desprendida en lo económico, parecía no tener consciencia de lo que era el dinero, algunos quisieron acusarla de enriquecerse con las concesiones ferroviarias pero eso es falso, el afán de acumular riqueza le era ajeno, sí que lo hizo su madre y su padrastro a quien ella ennobleció nombrándole Marques de Riansares que se asoció con el Marqués de Salamanca en los negocios de la época.
Como muestra esta carta remitida a O Donell:
«No pudiendo compartir en estas tristes circunstancias, porque así lo ha considerado conveniente el Gobierno, los riesgos que corren muchos de mis súbditos con motivo de la epidemia reinante, te envío un millón de reales de mi patrimonio para que le remedien con ellos todas las desgracias que sean posibles y en la forma que juzgue oportuna el Gobierno; sintiendo mucho no poder disponer de más actualmente para aplicarlo á este objeto.
Isabel»
Era una mujer tan sumamente desprendida, que cuando no tenía dinero para entregar a quien se lo pedía, le daba las joyas que en ese momento portase, ocasionado que las damas que la acompañasen se lanzaran sobre el que las recibía ansiosas por comprarla sabedoras de su valor, fue una gran compradora de joyas.
Se cuenta que ya mayor en su exilio parisino una tarde de otoño salió sola a pasear por el parque y que una rama de engancho en la aparatosa falda que entonces se usaban, como era gorda y torpona una mendiga se la desengancho, miro en su bolso y como había salido sin dinero sin pensarlo dos veces se soltó el grueso collar de oro que portaba y se lo entregó a la asombrada mujer, sobre su exilio hablaré más adelante.
Gracias también a su generosidad hoy los españoles podemos estar orgullosos del Museo del Prado, casi todo lo que en el esta era propiedad privada suya, y sin recibir nada a cambio lo donó a la nación.
Lo que marcó profundamente su reinado fue la boda impuesta con Francisco de Asís a los 16 años, de todos los candidatos se le eligió por ser el que no suscitaba ningún problema ni inconveniente ni a los políticos ni a las potencias extranjeras, pero la verdad es que tampoco tenía ninguna virtud, y sobre todo era totalmente opuesto a lo que la reina necesitaba, Francisco de Asís era un hombre blandengue y poco viril justo lo contrario a los gustos de Isabel.
Al respecto se dice que Cuando en 1860, el general O, Donell fue a despedirse de Isabel II antes de irse a la guerra de África, la reina le dijo cariñosamente que si ella fuera hombre iría con él. Francisco de Asís, que estaba presente, añadió: «Lo mismo te digo, O, Donell, lo mismo te digo».
Isabel era una muchacha alegre y cariñosa en el trato con todo el mundo y con ganas de vivir, y pronto encontró otros hombres que le daban lo que su marido no podía o quería. Le gustaban los hombre viriles y los militares valientes y su marido no era nada de eso, en toda la guerra carlista no piso un frente de batalla.
Eso genero lo que se llamó la “cuestión de palacio” que sería usada por sus adversarios de la época para desprestigiarla pero parece que el tema interesaba más a los políticos que al pueblo que directamente la amaba, y así se lo demostró siempre en sus frecuentes viajes por toda España, y ella le correspondía dejando generosas donaciones para los necesitados en cada una de las localidades que visitaba.
Tampoco la “cuestión de palacio” fue algo que influyese en los temas del gobierno, pasar por la cama de la reina no proporcionaba un ministerio ni mucho menos, y al respeto cuando era bien aconsejada sabía hacer lo correcto.
Por ejemplo en el caso de Enrique Puigmoltó al que casi todos los historiadores creen padre de Alfonso XII, su pretensión de ascenderlo encontró la oposición de Narváez y su gobierno, ante el escándalo el padre Claret su confesor le dijo que no era bueno que el padre del heredero estuviese cerca de su hijo por el bien de la nación y la corona, cuando nació Alfonso XII su supuesto padre ya estaba destinado en la embajada Londres como agregado militar.
Su reinado fue una época de gobiernos cambiantes no por que Isabel los cambiase a su capricho como algunos quieren hacer creer, más de 50 gobiernos se sucedieron entre 1833 y1868, producto ello de las divisiones entre moderados y progresistas y dentro de cada partido entre las diversas tendencias.
Isabel II careció durante todo su reinado de alguien que la aconsejara de manera verdaderamente leal, desinteresada y apartidista, incluso su madre la intenta manipular en beneficio de sus propios intereses, la acusación de que personajes como sor Patrocinio y su confesor el padre Claret influían en las decisiones políticas es más fruto de las novelas que de la realidad, Isabel siempre intento hacer lo que considero mejor para España, muestra de ello es su firma en leyes desamortizadoras de propiedades eclesiásticas que firmo en contra de su conciencia siendo ella ferviente católica.
Visto desde la perspectiva actual su reinado fue fecundo y supuso un cambio radical para España, entre los logros de su reinado esta la creación de una red de ferrocarriles que modernizo España, también se promulgo la primera ley de universalización de la educación “la Ley Moyano” se asentó un sistema político parlamentario y los partidos políticos, todo ello en un clima de continua inestabilidad política.
De época isabelina es también el auge de la prensa escrita que tan mal la trató por cierto.
De su preocupación por Madrid saben bien los madrileños que en los recibos del agua aun hoy en día leen su nombre, el canal de Isabel II fue una gran obra que suplió un problema crónico del Madrid de la época, la escasez de agua de calidad, esa obra se puede decir que también la pagó ella de su bolsillo personal, un año antes del inicio de las obras perdonó al estado 90 millones de reales que le adeudaba de atrasos de su asignación económica, el coste de la obra fue de 80 millones de reales.
También se produjo un cambio social muy importante, en el régimen anterior se llegaba al poder político y económico por los éxitos en el campo de batalla, como por ejemplo Serrano o Prim, gente de cuna humilde que por los éxitos de las armas llegaron al poder político, en el reinado de Isabel nació un nuevo tipo de ascenso social. ejemplificado por gente como el Marqués de Salamanca o el Marqués de San Luis, gente también de cuna humilde que llegaron a la nobleza y el poder político a través de la riqueza obtenida en los negocios.
Antes de Isabel II la riqueza se obtenía a través de los títulos obtenidos por las armas y esos títulos con las rentas asociadas eran los que te hacían rico, en la sociedad isabelina, primero te hacías rico y después obtenías los títulos.
Se puede alegar que los cambios deberían ser más profundos, pero no se debe perder de vista que un sector de la población era muy conservadora, y el antiguo régimen tenia seguidores dispuestos a secundar los levantamientos carlistas si los cambios avanzaban demasiado rápido.
«El reinado de Isabel se irá borrando de la memoria, y los males que trajo, así como los bienes que produjo, pasarán sin dejar rastro. La pobre Reina, tan fervorosamente amada en su niñez, esperanza y alegría del pueblo, emblema de la libertad, después hollada, escarnecida y arrojada del reino, baja al sepulcro sin que su muerte avive los entusiasmos ni los odios de otros días. Se juzgará su reinado con crítica severa: en él se verá el origen y el embrión de no pocos vicios de nuestra política; pero nadie niega ni desconoce la inmensa ternura de aquella alma ingenua, indolente, fácil a la piedad, al perdón, a la caridad, como incapaz de toda resolución tenaz y vigorosa. Doña Isabel vivió en perpetua infancia, y el mayor de sus infortunios fue haber nacido Reina y llevar en su mano la dirección moral de un pueblo, pesada obligación para tan tierna mano».
Este texto lo escribió Galdós, tras su muerte, para mi gusto Galdós y Valle Inclán en sus novelas crea una imagen distorsionada de su reinado, aunque claro siendo novelista y no historiador es lógico que sucumba a la tentación de dar protagonismo a personajes tan jugosos y pintorescos como sor Patrocinio.
Sobre todo se equivoca cuando dice que su reinado pasara sin dejar rastro, la España de hoy es hija de la España isabelina sin ella no se puede explicar el siglo XIX ni el XX.
Ella sí que podría decir aquello de “Otros vendrán que buena me harán” tras ella vino Amadeo de Saboya, que pese a estar más preparado fracaso lamentablemente, por no hablar del fracaso de la posterior República.