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Rafael Marquina… después de llegar a Cuba

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Como periodista, su artículo “El Día del Abogado”, le mereció el Premio Periodístico Ignacio Agramonte en 1947.

 

Leonardo Depestre Catony, El Heraldo de MadridEl nombre de Rafael Marquina permaneció por muchos años vinculado al periodismo y la dramaturgia cubana, aunque más exacto sería decir al quehacer literario, por cuanto fueron varios los géneros en que incursionó y bastante conocida su participación en la vida intelectual.
Antes de llegar a Cuba, pues nació en Barcelona el 24 de agosto de 1887, hizo estudios en la Universidad de su Barcelona natal y también realizó publicaciones, escribió obras para el teatro y periodismo. Cuarenta y ocho años y renombre lo avalaban cuando llegó a Cuba en 1935, donde se le abrió un espacio prontamente en el diario Información, para que atendiera la sección “Vida cultural y artística”, que redactó hasta su muerte en La Habana el 24 de abril de 1960.
El largo lapso de su vida que transcurrió en Cuba explica que el profesor Max Henríquez Ureña acertadamente lo considere “un escritor español incorporado a la vida cubana”.
Entre las publicaciones donde colaboró figuran la Revista de avance, Alerta, Grafos, Lyceum, Nuestro Tiempo, Diario de La Marina, Bohemia, Carteles, Revista de la Biblioteca Nacional José Martí… También descolló en su labor de conferencista en las sedes del Lyceum del Vedado y la Institución Hispano Cubana de Cultura. Y apuntemos al respecto que fue un estudioso de la presencia de las mujeres en la historia.
Se le nombró en 1940 director del Teatro Biblioteca del Pueblo, grupo teatral ambulante que montaba obras de José Martí y de otros autores para llevarlas a los niños, pues le animaba el interés de divulgar la cultura tanto como el ejercicio mismo de la literatura. Presidió además la Asociación de Autores Teatrales e integró la Unión de Escritores y Artistas de Cuba que con las siglas UEAC se fundó a finales del decenio del 30 con el propósito de aglutinar a los creadores nacionales y presidió la Federación Provincial de Escritores de Las Habana en los años cincuenta.
Como periodista, su artículo “El Día del Abogado”, le mereció el Premio Periodístico Ignacio Agramonte en 1947. En su condición de historiador, a Rafael Marquina se deben varios estudios biográficos. Uno, titulado Antonio Maceo. Héroe Epónimo, de 1943. Del propio género aparecieron sus libros Gertrudis Gómez de Avellaneda. La Peregrina, 1939; La ciudad de Marta y Marta de la ciudad, 1950; Alma y vida de Marta Abreu, 1951; Mi hermano y yo, 1951, que fue su discurso de ingreso a la Academia Nacional de Artes y Letras; Juan Gualberto Gómez en sí, 1956; La mujer, alma del mundo, 1959…
Junto a Félix Lisazo se encargó de la redacción de los cuadros de Estampas Martianas, cinco en total, que abarcan “El primer discurso de Martí ante el tribunal que lo juzga por infidencia”, “La bandera que nadie conocía”, “Reconciliación cubana”, “El viajero iluminado” y “Muerte en el campamento”. Participó en la preparación de las Obras Completas de José Martí, en su edición de 1946, y fue miembro de la Academia Cubana de la Lengua.
Se le otorgó la Orden Carlos Manuel de Céspedes y la Orden de Caballero de la Corona Italiana, lo cual ilustra acerca de la relevancia de Rafael Marquina dentro del panorama de la cultura cubana en las décadas que marcan la mitad del siglo XX.

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