José Gabriel Barrenechea.
A la pregunta de arriba solo puedo responder que Miguel Díaz-Canel, por supuesto.
La voluntad de gobernar a la manera de Fidel Castro, de modo absoluto, metiendo sus narices en todos los asuntos del país, ya la explicitó en su discurso de clausura del pasado periodo ordinario de sesiones de la Asamblea Nacional. Y sin duda algo así no se atreve a hacerlo público alguien que todavía no tiene bien agarrado en la mano el mando del televisor nacional; a la manera de aquel chiste que corrió por el país hace poco más de un año, a su ascenso al poder, de que Raúl le había dejado el televisor, pero no el mando.
Por otra parte ya es imposible no ver los cambios a lo alto y a lo largo de la estructura administrativa y partidista del país, que solo responden a su interés personal de poner a su gente en los puestos claves del país; cambios que, aunque más discretos, y desde que fuera ascendido a Delfín, también se han venido dando en el MININT. Tampoco cabe obviar la evidente campaña de imposición al público de su imagen y su nombre por parte de los medios oficiales, que ha llegado a niveles solo vistos durante los primeros años de la Revolución, cuando algo parecido se hizo con la imagen y el nombre de Fidel Castro. Esto es más que significativo porque en muchos casos la campaña pareciera ser impulsada de modo espontáneo por muchos directores de medios, para ponerse en buenas; y dejémonos de invento, si alguien se huele muy bien quién manda en Cuba, además de los segurosos, son los periodistas oficialistas cubanos.
Lo cierto es que incluso por la propia naturaleza del modo de transición del poder, ya le es imposible a Raúl Castro echar atrás su decisión de dejarlo a cargo. El dejar para el último momento la elección del sucesor, a la vez que se le cortaba las alas a todos sus posibles rivales, tiene el inconveniente de que es una decisión que no puede ser echada atrás porque simplemente con un Raúl Castro de 88 años, con graves problemas de salud, ya no hay tiempo de volver a comenzar el proceso. Que hay que comerse al Elegido, y que esto ya de por sí lo empodera, lo saben en Cuba hasta los gatos. Exclusión hecha de algunos disidentes que siguen viviendo de los cuentos más entendibles para los extranjeros, para los cuales la verdadera realidad cubana resulta muy poco entendible, por lo exótico de nuestras circunstancias, y que por ello, por ser el convencer a esos extranjeros más que buscar la verdad su intención final, se ven obligados a insistir una y otra vez en lo de las sucesiones familiares… sin pararse a ver que culturalmente entre Cuba y Norcorea no hay comparaciones posibles.
¿Qué DC tiene opositores dentro de la actual estructura administrativa del estado, dentro del Partido, y quizás sobre todo dentro de las instituciones armadas…? Innegable. Para no pocos de los que estaban a su mismo nivel de jerarquía hace 10, 5 años, Miguel Díaz-Canel no puede ser más un igual; lo que por otra parte los hace preguntarse que por qué él sí y ellos no. Mas ello tampoco niega el hecho evidente de que quien detenta el poder en Cuba es él. Solo que ese poder que tiene la voluntad de ejercerlo tan absolutistamente como Fidel Castro, en su caso se encuentra rodeado por unas circunstancias muy diferentes, que son las que ya comienzan a marcar las diferencias que luego maduraran en un régimen nuevo: El Canelato, cuantitativa y cualitativamente distinto del Castrismo, en cualquiera de sus dos versiones, el Fidelismo o el Raulato.
En todo caso ese hecho nos permite predecir algunos de los primeros pasos del nuevo régimen: En algún momento, que no tiene por qué extenderse hasta que el nonagenario Raúl le ceda la Secretaría del Partido, Díaz-Canel mandará a plan pijama a unos cuantos (Lazo sin duda el primero). Es esto algo inevitable, que ya sucedió en Cuba Revolucionaria cuando Raúl le dio un Golpe de Estado al orden semi-colegiado que dejara Fidel Castro, el 31 de julio de 2006[i].
Pero hay más: En algún momento, cuando los “históricos” terminen de desaparecer, los miembros de sus familias comenzarán a caer de sus posiciones de privilegio, tras resultar expuestos en la televisión nacional, ante el pueblo, por haber traicionado “el espíritu de sacrificio de sus padres, o de sus tíos”. De hecho los confusos hechos ocurridos en mayo alrededor de la marcha del orgullo gay, como algunos han interpretado atinadamente, parecieran haber formado parte de una compleja jugada para ir desplazando del poder a la única integrante del clan Castro con suficiente acceso a los medios nacionales, y la única con una posición desde la que podría presentarse al poder: Mariela Castro.
En esto se comprobaría algo que por ahora solo intuimos: Que la primera institución que se ha puesto por entero a la orden del Nuevo Caudillo ha sido la Seguridad del Estado. Tanto por las relaciones íntimas entre la institución segurosa y DC, que parecen haber existido desde los inicios de su carrera política, como porque es evidente que la decisión de Raúl solo pudo haberse tomado tras encargar a la misma el hurgar en la vida de los posibles candidatos, y presentar sendos informes. El resultado de esa elección, que solo pudo hacerse gracias a esos estudios, demuestra a las claras hacia quién se dirige la complacencia del G2, lo cual a su vez obliga al nuevo líder hacia ella. Alguien que, como todo el que llega nuevo a algo, solo puede contar con muy pocos conocidos seguros para empezar, y en este caso: ¿Qué aliado más seguro que aquel a quien le debe en no poca medida su posición actual, quien tan bien “informó” de él?
Sin duda Díaz-Canel basa hoy su poder en aumento en el apoyo decidido de la Seguridad del Estado, y esto, repetimos, no parece tener que ver solo con su particular circunstancia de novato, sino con la formación de aquel jovenzuelo que parece haber sido reclutado muy temprano por la institución, allá en los años en que muchos soñaban con convertirse en los David de En silencio ha tenido que ser…
Antes hemos hablado de que por lo tardío de su elección, Díaz-Canel ya tiene de por sí el poder asegurado. Mas esto no quiere decir que puede hacer con el poder lo que se le dé su real gana. Esto también condiciona la forma en que puede gobernar, que no puede ser más que la autoritaria: A Raúl y los “históricos” les interesa no tanto la conservación de unos muy difusos principios revolucionarios[ii], como la conservación de una forma de gobierno. Para ellos, que creen a la colegiabilidad del poder el principio del fin de la Revolución, que la temen por sobre todo lo demás, solo es aceptable un gobierno centralizado en una persona.
O sea, que no es solo que Díaz-Canel tenga la voluntad de querer ser el dueño de los caballitos, sino que para mantener tranquilos y contentos a los “históricos”, y a las autoritarias y caudillistas bases del castrismo, debe demostrar una clara voluntad de poder… Porque muchas de esas imágenes que constantemente vemos en los medios cubanos, en que Díaz-Canel adopta, o se le hace adoptar posturas a lo Mao, o a lo Stalin, tienen por sobre todo tranquilizar a gentes como Ramiro Valdés, Machado Ventura, o al general a cargo del siniestro edificio en la esquina de Línea y A…
No nos engañemos: quien hoy reprime en Cuba, y de verdad, no solo como riposta a las acciones con que el sector más activo de la oposición obliga a las estructuras represivas a actuar y desenmascararse, no son unos supuestos sectores retrógrados que le ponen zancadillas al buenazo del presidente; es Díaz-Canel mismo, quien tanto por sus compromisos como por su personalidad representa precisamente a lo más retrógrado en las estructuras del estado post-castrista.
Porque es bueno que entendamos que si hasta ahora el régimen ha reprimido desde la defensiva, sobre todo ante el sector de la oposición que se propuso torpedear los acuerdos con Obama, y que evidentemente lo logró debido a la debilidad del régimen que no puede permitirse ni el más mínimo grado de protesta comunitaria, ahora con el nuevo Caballo lo que hace es pasar a la ofensiva[iii]: La represión va contra todo lo que tiene potencialidades de convertirse en canales efectivos para conformar la protesta: las redes inalámbricas, los medios “neutrales”, la intelectualidad independiente, los sectores que se declaran oposición “leal” (para la mentalidad que hereda DC, fuertemente enraizada en su conciencia retrograda, no puede haber una combinación de tales palabras), los socialistas verdaderos, y todos aquellos que simple y llanamente pretendan vivir sus vidas y realizar sus aspiraciones fuera del control del Estado.
Lo hace por necesidad de presentarse ante los históricos o el cuadro administrativo que hereda, y al que está demasiado ligado tanto racional como emocionalmente para desprenderse, pero también, y esto es cada vez más claro para el que no tenga su inteligencia tapiada a la realidad, por su propia personalidad.
No será, me
pregunto, que nuestro actual señor presidente es descendiente de su coterráneo
Gerardo Machado…
[i] Fidel Castro, hasta más o menos finales de 2007, esperaba regresar al poder. Por otra parte, su idea con respecto a lo de su herencia parece haber sido el a su muerte dejar tras de sí un sistema colegiado, en que las figuras claves serían los jóvenes que había venido seleccionando y preparando en su Grupo de Apoyo, por años. En su mente, la de un hombre que se hizo de lo esencial de su cultura política en los treinta y los cuarenta, cuando todavía la Revolución del 30 era algo muy concreto, le cedería el poder a la FEU, solo que a una FEU que él, el revolucionario esencial, había sido capaz de curar de sus viejos males. A esto se oponía casi por entero la clase de los “históricos”, para quienes la evolución soviética estuvo marcada por el ascenso de ciertos niveles de colegiabilidad tras la muerte de Stalin, y por ello apoyaron el Golpe de Estado de Raúl Castro. Los detalles quizás nunca salgan a la luz, pero esto fue lo que sucedió, sin duda: Raúl militarizó al país de inmediato, y con el apoyo de los “históricos”, y de unas bases de apoyo del castrismo más afines ideológicamente a un sistema centralizado en un Caudillo que a uno colegiado dirigido por un grupo de “muchachitos”, poco a poco fue quitando poder a los demás miembros del gobierno colegiado; hasta que finalmente cuando ya Fidel Castro aceptó que no podía volver, y retiró su mano de encima de sus protégées, los sacó del poder bajo acusaciones que podrían haber servido igualmente para dejar fuera a él mismo, o a muchos de los “históricos”, o de los nuevos por venir.
[ii] Recordemos aquella definición de Fidel Castro en que nada se define. Ejercicio mediocre de poesía, pero no de clara racionalidad política, y bajo el cual es prácticamente asimilable cualquier postura asumida por quienes manden autoritariamente, valga la redundancia, en el momento dado.
[iii] Perdónenme, pero esta es la verdad. La represión de 2016 es esencialmente diferente de la de ahora en lo adelante. Aquella era de riposta a los empeñados en desbaratar el acercamiento, por no estar dispuestos a la menor transacción, o por estar interesados en la extensión ad aeternas del régimen que les permite ser personalidades con atención mediática, y ciertos recursos; esta es de ofensiva, y va dirigida contra los sectores que realmente el régimen comprende que son sus verdaderos enemigos, y no comparsa que desde el extremismo le echan combustible.