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Para iniciar una Revolución en el Referendo

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José Gabriel Barrenechea.
Existe la muy extendida idea de la necesidad de formar un bloque unido de la oposición cubana para derrocar al régimen.
Por desgracia, excepto para aquellos que nunca logran deshacer sus maletas de tantos y continuos eventos “unificadores” a los que viajan en el exterior, tal unidad es imposible. O quizás sería mejor decir que por fortuna, porque en realidad una tal unidad lo que serviría es para sustituir al totalitarismo castrista por un autoritarismo incoherente, populachero y reclamacionista.
No para comenzar a construir una Sociedad Abierta en Cuba.
Partamos de comprender que los que enfrentan a una dictadura-si no lo hacen simple y descaradamente por no encontrar acomodo en el bando gubernamental presente, y por lo tanto por apostar a la llegada de uno nuevo-lo hacemos por nuestra necesidad de libertad, de ampliar los horizontes de una vida, la nuestra, que el régimen enfrentado no ha hecho más que recortarnos. En este sentido el integrarse a alguna organización piramidal, jerarquizada, disciplinada… es lo último que haría el tal enfrentado, al menos si es verdaderamente consecuente con los motivos que lo llevan al enfrentamiento; que agreguemos que son los únicos motivos que en realidad impulsan un verdadero cambio a una verdadera democracia (los logreros oportunistas, por el contrario, solo impulsan cambios falsos a democracias de fantasía y oropel).
No nos engañemos: No se construye la democracia con estructuras piramidales, jerarquizadas, disciplinadas… con ello solo se le sacan copias en negativo al régimen que ahora coarta nuestras libertades concretas. La libertad siempre es un bien concreto, personal, que reclamo yo frente a lo que me impide su disfrute: la libertad de hacer algo, de pensar algo, de poseer algo, de Vivir con mayúsculas más que nada. Es por lo tanto mucho más y mucho menos que esa consigna romántica por la que los poetas decimonónicos se hacían matar, y gracias a cuya muerte no tardaban en salir de debajo de sus piedras los logrero-oportunistas, para arrimarse a las estructuras y aprovecharse del buen nombre que dejaban atrás los apóstoles.
De hecho esa independencia, ese encontrarse los motivos de la acción de enfrentamiento en el individuo mismo más que en las “jerarquizadas y disciplinadas oposiciones”, es la verdadera fuerza incontenible de la democratización. Tanto por el espíritu mismo de que dota al enfrentado, al convertirlo en un superhombre nietzscheano, como por la extremada disgregación que provoca en el movimiento opositor, que solo así puede superar, desbordar, la actividad que en procura de su limitación llevan adelante las desproporcionadas herramientas de control social y político con que cuenta el régimen (sobre todo la Seguridad del Estado).
Es todo esto más cierto y realista todavía cuando se cuenta con los mecanismos electorales para expresar el descontento individual. Como es el caso ahora, en que en Cuba las autoridades se aprestan a consultarnos en un referendo.
No sé si todos somos conscientes de las posibilidades que se abren con este plebiscito. Por eso me referiré a ellas:
Es cierto que en dicho referendo solo deberemos responder si aceptamos o no la Reforma Constitucional que se nos propondrá. Pero lo que se puede responder con un mayoritario “NO” va mucho más allá de la aceptación o no de lo poco que por escrito se nos concederá en la Reforma-si es que algo se concede.
Al resultar evidente para todos, o por lo menos para casi todos los que no hemos nacido en el Jurásico, incluido el gobierno que tan poco afín se ha demostrado a aceptar cambios, que el viejo texto constitucional ya no es suficiente, un masivo “NO” solo puede significar una cosa: Que la Mayoría considera que la Reforma propuesta es insuficiente, y que esperamos que se la profundice.
Un mayoritario “NO” sería por lo tanto más que una derrota para el actual gobierno, una grito de presión popular inocultable para que se profundice la Reforma.
¿Cómo lograr ese mayoritario “NO” de la Nación?
Para ello no se requiere que los líderes presentes de la oposición interior, y del exilio, efectúen cinco o seis reuniones, unificadoras, en algún resort del extranjero. De hecho, “como la candela es aquí” y no hablando cáscara de piña por ahí, no se requiere de líderes políticos, ya que cada cual puede serlo perfectamente de sí mismo en el momento de marcar “NO”. Si acaso solo se requiere de líderes de opinión, que aclaren al ciudadano sus posibilidades presentes para ampliar los horizontes de sus vidas… para que esos aclarados a su vez se conviertan en nuevos líderes de opinión hasta que en Cuba todos seamos líderes de sí mismos.
Basta con que cada uno de quienes somos conscientes de esta posibilidad, al momento presente, veamos con qué recursos contamos para hacer conscientes de ella también a nuestros vecinos y conciudadanos.
No se necesita presentar a los conciudadanos grandes y profundos programas de Reforma, sino una diversidad inmensa de ellos, para que la mayor cantidad de compatriotas se vean reflejados en alguna de esas demandas, y las haga suyas, al punto de marcar “NO” en la espera de que en una próxima consulta pueda hacerlo por el “SÍ”. Así se mezclaran en el “NO” desde el individuo preocupado sobre todo por su economía y que no acepta porque esperaba que la Constitución asegurara su estatus legal como propietario o cuentapropista, que estableciera un claro marco legal para la actividad económica legal, o el derecho a la importación por los ciudadanos… con el que solo exige una Ley de Prensa, de Cine, de Cultos, de Protección Animal, y también con quien exige un nuevo ordenamiento de la sociedad y el estado.
Le repito a la oposición y al exilio en particular: No se requiere de tantos recursos. Hay muchos medios para llegar a la población. Desde Radio Martí, que mantiene una audiencia de entre el 3 y 5% a pesar de la interferencia y la falta de radiorreceptores, hasta las redes sociales, sobre todo Facebook, que hoy alcanza a casi toda la población joven de la Isla, pasando, claro, por el contacto hombre a hombre, o de la proclama impresa con mil trabajos, o la memory flash, que corren de mano en mano entre las opacidades que la sociedad cubana le presenta hoy al régimen y sus instrumentos de control total.
Hagamos nuestro el Referendo. Reconvirtamos las respuestas de “sí” o “no” al texto propuesto en si sí o no estamos dispuestos a conformarnos con lo poco que se nos concede desde el poder. Queramos más, y al hacernos capitanes de nosotros mismos construyamos la sociedad democrática y abierta que nos mereceremos-la única libertad que vale es la que se conquista por nuestros propios esfuerzos.
Un “NO” rotundo, lo cual es alcanzable según demuestra la evolución del voto en los procesos electorales de los últimos seis años, puede licuar toda la en apariencias roca sólida sobre la que se asienta el régimen castrista.
No perdamos la oportunidad de ampliar los horizontes de nuestras vidas. No perdamos tampoco la oportunidad de demostrarle a un Mundo que se precipita en una nueva Edad Oscura que la verdadera democracia es alcanzable, y que una verdadera revolución democrática no es un sueño.
No somos un pueblo menor, asumámoslo.

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