Otro año más

Y la cosa no pinta a mejor, porque existe una voluntad provocada por los medios de opinión, por los anuncios y la propaganda, que nos lleva derechicos de cabeza a que ya se acepte sin discutir, que donde mejor cobijo se puede tener es en el patio trasero, refugiados, en la casa de una derechona capitalista absurda, que exhibe sin rubor ni vergüenza alguna que en su teléfono móvil lleva el número y el wasap de un dios, que cada día lo amolda en semejanza a su placentera necesidad de seguir jodiendo a la gente.

En países como España donde el Estado es un ministerio (lo que no deja de tener su misterio) más de los muchos que tiene el estado Vaticano, donde el poder político está todo él acondicionado y dirigido por la curia, el poner la urnas los días indicados para las votaciones, es un gasto totalmente inútil, supuesto que está más que claro que en España la iglesia católica tiene bajo su sotana, en una sociedad de mayoría y disposición del accionariado a lo eclesial, pero a la derecha nacional le va muy bien el reparto de beneficios y ambas partes están, con el asunto como está, felices y contentos y cada día con más acciones.

La llamada izquierda española, que cuando alcanza una cota de poder y puede disponer de los recursos públicos, lo derrocha sin control, como en estado de borrachera regalándoselos al clero (todo el que dude que se informe de lo que pasa en la cortijá murciana de España), con la esperanza de que la iglesia católica se fije en ellos, los catalogue como gente buena, que no irán a las novenas; pero, a la hora de ponerle medallas de paga a las vírgenes; a la hora de regalarle bastones de mando de alcaldía a los altares; a la hora de arreglar iglesias, fachadas y palacios episcopales, no le gana la derechona.

Pero, ¡ingratitud de la vida!, la llamada izquierda española por más que se esfuerza en regalar dinero al clero, por más que asoma su “patica por debajo de la puerta de las parroquias”, no hay manera de que las bandadas de beatas y beatos y profesionales de la sotana y el hábito, a la hora de las urnas le depositen sus votos a plena confianza como lo hacen con “los suyos” desde los llamados “Reyes Católicos” para acá, con la breve salvedad de algún bienio histórico en el pasado; pero que, el más próximo a nuestros días fue en el año del 1.931.

En las tapias de los patios españoles, en algunos huertos tapiados de aquellos años de la piedra y la cal, las cumbreras de las tapias que le ponían unos afilados y desgarradores de carnes, pacientes pedazos de cristales por si alguno quería saltar, al margen de que no lograban su propósito disuasorio, eran como banderas de la época en los balcones actuales, que nos indicaban quienes iban a misa y quienes no; en una época a reventar de cristales o puntas de lanzas en los hierros de la verjas con adornos.

El año termina poco a poco para unos, y para otros, vuelan sus días (entre los que servidor se encuentra), y la tristeza es que los pobres de la tierra, los desheredados que en estos días se utilizan para dar sus “panzazos de caridad cristiana” los de las paredes de sus patios con cristales, son los que se están encontrando mandando y haciendo leyes al otro lado de las tapias, los de las pateras cuando consiguen, dejándose la piel, pasar.

No se ve indicativo alguno de que la cosa vaya a cambiar, y, más bien al contrario, aumentan los votos en las urnas de los que tienen cristales o banderas en sus posesiones. Por tanto puede resultar y sonar a puro cachondeo el desear felicidad de año nuevo a un mundo que, al parecer, ni la necesita ni le hace falta. No solo por el hecho de las bandericas y los cristales en sí, con los votos que conlleva, sino que no hay cara de mayor felicidad que cuando un obrero es nombrado por su nombre por el patrón, y con ojos aguanosos le dice que necesita su voto para que la empresa (“nuestra empresa” suele decir) siga adelante.

Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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