No temáis por una hecatombe en España, que no la habrá

 
Complaciendo peticiones, por Carlos Cabrera Pérez
La moción de censura que ha desalojado a Mariano Rajoy de la Moncloa es el penúltimo intento del bipartidismo español por intentar mantener la hegemonía política, como venía ocurriendo desde 1978.
La aparición de actores nuevos como C’s y Podemos, además de los nacionalismos periféricos, incluido Bildu, que es la conversión a la política de ETA, y cuyos votos han servido para que Pedro Sánchez sea presidente; fue mal encarada por PP y PSOE, que no supieron advertir a tiempo el peligro que representaban para sus intereses.
El PP jaleó a Podemos hasta que descubrió que lo votaba parte de su electorado; el PSOE jaleó a C’s hasta que comprobó que atraía a parte de sus votantes, desde entonces, ambos partidos no han dejado de perder votos y escaños.
¿Qué ha cambiado en España? Los ciudadanos. El elector, gracias a la democracia y a la prosperidad construida entre todos los españoles, se ha despojado de cualquier corsé ideológico y discrimina a la hora de votar. Hay votantes que votan una opción para su pueblo, otra para su autonomía y otra para la nación. Y este cambio cualitativo, no ha sido advertido por los políticos que han seguido -con pequeñas variaciones- machacando sus discursos ideológicos con el uso del miedo.
Si ganan los fachas (PP) os van a quitar las pensiones y recortar libertades; si ganan los rojos (PSOE, Podemos, etcétera) van a implantar otra Cuba, etcétera, etc.
Todo esta mediocridad ha estado acompañada de un proceso de desguace paulatino del Estado en favor de las Comunidades Autónomas, en aras de la descentralización, incluidos variados intentos de formular y aprobar Estatutos autonómicos que se pretendían miniconstituciones.
Qué pasaba realmente. Pues que PSOE y PP no fueron ni son capaces de alcanzar un pacto a la alemana que preserve a España de los lógicos egoísmos de nacionalistas. El PSOE -Zapatero mediante- intentó aislar al PP con el Pacto de Tinell, estableciendo un cinturón quirúrgico en que les valía cualquier aliado, siempre que fuera contra su principal adversario. Aznar hizo méritos para ello, de hecho ERC es una criatura suya; pero resulta inconcebible que un partido constitucionalista pretenda aislar a otro igual, valiéndose del apoyo de antiespañoles.
En paralelo, España padecía las inmadureces de Rodríguez Zapatero, aquel que prometió en Barcelona aprobar en el Congreso de los Diputados lo que saliera del Parlamento catalán y que gobernaba con sonrisas y buen rollo hasta que sendas llamadas de teléfono de Obama y Merkel lo sacaron de Panglós y modificó la Constitución Española en un santiamén, con el apoyo del PP.
El desastre estaba servido y, a la postre, ZP se convirtió en el más eficaz militante del Partido Popular, al que facilitó un triunfo histórico en 2011, aunque Rajoy sabía que tendría que gobernar para perder las próximas elecciones, pues España estaba al borde del rescate y la presiones de la UE y de Washington eran inapelables.
Quizá aquella victoria, que ha sido la última por goleada, fue la más amarga para un presidente que se había quedado a las puertas de gobernar en 2004 y que había perdido en 2008.
Si Aznar cortó la priización a la mexicana de España, Rajoy la salvó de la debacle, pero no tuvo reflejos para percatarse que otro peligro -aún mayor- se cernía sobre el PP, la corrupción de una parte de sus dirigentes y avispados empresarios que aprovecharon la coyuntura para hacerse muy ricos.
La falta de reflejos de Mariano Rajoy frente a la corrupción de parte de su partido ha sido suicida y desleal. Suicida porque se comportó como el capitán del Titanic desoyendo los avisos de icebergs en la ruta, pretendiendo hacer creer a los perplejos ciudadanos, votantes y militantes que la corrupción es cosa del pasado, y que él estaría en Júpiter o Urano fundando delegaciones del PP, en aquella época.
Y desleal porque ha abandonado a antiguos compañeros, a los que ha sometido a pena de telediario, con su consabido estribillo de «esa persona por la que usted pregunta…» Rodrigo Rato y Cristina Cifuentes son dos ejemplos de esta estrategia envenenada.

Cambridge y Oxford jamás abandonan a sus remeros, cuando pierden la tradicional regata, y el PSOE que ha sido condenado por FILESA y que acumula numerosos sumarios por corrupción, el PER andaluz sin ir más lejos, cuida y protege a sus corruptos hasta las últimas consecuencias, y no tiene escrúpulos en usar los resortes del Estado para salvaguardar a sus mangantes.

El nuevo PP no, creyó que arrojando a los infieles a la pira, se iba a salvar, ignorando que tantos años de gobiernos de PSOE ha ido generando una clase de funcionarios con diferentes niveles de estómagos agradecidos y que se sienten a gustito cuando los manda el PSOE.
Y como el gobierno de Rajoy era un gobierno de tecnócratas, todos primeros expedientes de sus promociones como abogados del estado y otras fruslerías, pues carecía de pulso político para gobernar a favor y no en contra de sus legítimos intereses políticos. Los ciudadanos votan para que los elegidos tomen decisiones no para que dejen gobernar -de facto- a los funcionarios.
La sentencia de Gurtel -que llevaba días recorriendo redacciones con filtraciones interesadas- tenía que haber sido conocida por el Ministro de Justicia con antelación, como también se sabía que dos jueces -a los que se presupone que tienen los ojos vendados- pretendieron publicarla el día antes de la votación de los presupuestos en el Congreso de los diputados para joder al PP y a Rajoy.
¿Qué necesidad había de aprobar unos Presupuestos, pasteleando con el PNV, que le ha sacado el hígado a España, no a Rajoy? Lo sensato hubiera sido sentarse con el PSOE y decir, a ver, en qué estamos de acuerdo, en qué discrepamos, y cuáles son las líneas rojas y si no era posible el acuerdo, pues a presupuestos prorrogados y fin del problema hasta 2019, en que ya daba igual convocar elecciones.
Pero no, había que obviar a Pedro Sánchez e intentarlo con los nacionalistas para eternizarlo en Ajuria Enea y colgarse la medalla de dialogante. Pues no, señor, con quienes quieren la división y la destrucción de España, no hay nada que pactar.
Y -lógicamente- con la dureza de una sentencia como la de la Fase I de Gurtel más la que aguardan, los nacionalistas vascos -que ya se habían garantizado la paz social en su territorio con el aumento de las pensiones y un chorro de inversiones; no iban a tragarse el sapo de sostener a Rajoy, al que ya tampoco necesitaban porque los socialistas son sus socios en Euskadi.
Ante este panorama, Rajoy volvió a mostrar falta de reflejos para comparecer en la televisión en prime time, pedir disculpas a todos los españoles por la corrupción de la clase política y, particularmente, la de su partido y anunciar la convocatoria de elecciones generales.
El posibilismo y el tacticismo ha hecho mucho daño al PP que -desde la sustitución de Álvarez Cascos por el joven Arenas, un favor de Aznar a Polanco- carece de estrategia política y ha convivido con la ilusión de llevarse bien con los rojos para que nos perdonen nuestros pecados. Los rojos sectarios -y el PSOE actual lo es porque se ha reducido a un partido andaluz, asturiano y extremeño con apoyos de C’s, IU y Podemos- jamás perdonan los pecados de los fachas. Allá el que crea otra cosa.
Fijaros en la diferencia de suerte que han corrido Eduardo Zaplana y un ex barón socialista, cuando de ambos se comentaban que andaban en las mismas piruetas.
Y cuando el PP advierte que la salida de Moncloa es inevitable, entonces tira de argumentario y recuerda que Pedro Sánchez, al que hacía menos de una semana había puesto de ejemplo de lealtad, va a gobernar con el apoyo de Bildu, Podemos (esos chicos peligrosos de chalet de 600 mil euros), y demás tribus nacionalistas.
Todos esos señores están legitimados por el sistema electoral y la Constitución española y si el PP pensaba así de ellos porqué optó un 155 light en Cataluña, permitió que Puigdemont y demás fugado escaparan y consintió que la televisión catalana asesine todos los días a España.
Pero eso no es lo peor, lo terrible es que en el nuevo escenario, los socios de investidura de Sánchez van a suavizar el tono reivindicativo, van a contribuir al éxito del buen gobierno del único presidente no elegido por el voto popular y aplazaran sus demandas más caras para ver si consiguen hundir a C’s y al PP de cara a las próximas generales.
Por tanto, no estamos ante un escenario de elecciones generales a corto plazo, pues no las quiere nadie, excepto Alberto Rivera y parte del PP y del PSOE. Hay socialistas amargados a esta hora porque ya conocen el coste político que tendrá en las urnas para su partido la cabriola de Pedro Sánchez, pero era la única manera que tenía el bipartidismo de salvar los muebles ante la debacle. La investidura será rentable para Pedro, pero carísima para el PSOE, sobre todo en sus feudos residuales.
El PP también necesita de que pase el drama y se alejen las elecciones, aunque el horizonte jurídico que le aguarda, no permite tener tranquilidad a medio plazo, así que cuanto más tarde haya elecciones, mejor para Génova, que está abocada a un imprescindible proceso de regeneración y reforma, eligiendo nuevas caras con valía y CVs normalitos, como el de la mayoría de los ciudadanos.
Por tanto, no temáis por una hecatombe en España, que no la habrá. La clase política, incluidos los nacionalistas y podemitas más beligerantes han aprendido a jugar con la cadena, pero nunca con el mono y ninguno osará en alterar el status quo vigente de capitalismo desigual, pero con colchones sociales, que los españoles entronizaron en la Constitución de 1977, aunque ahora una gran mayoría no se sienta representada por la clase política.
Todos esos Torquemadas de la regeneración que anuncian el Armagedón para el mes que viene, suavizarán sus anatemas, en cuanto el BOE los ponga a comer caliente y no os imagináis el poder de persuasión que tiene el BOE.
Incluso, una vez que se les pase el berrinche, PSOE y PP llegarán a acuerdos mutuamente ventajosos, como ya hicieron para el Banco de España o para preservar las retribuciones de altos cargos; marginando a Ciudadanos y al resto de fuerzas políticas, que elevarán la voz y amagarán con la ruptura, pero sabiendo que Sánchez y Rajoy son preferibles a cualquier otro experimento. Así que nadie se extrañe si pasado mañana, PSOE y PP votan juntos temas en el Congreso.
Sánchez no debe tocar los Presupuestos que aprobaron PP-C’s y PNV hace menos de una semana, asi que fíjense si hay margen o no para el consenso, palabra inventada por los notables del islam ante la muerte de Mahoma, al quedarse sin profeta.
Por supuesto, estas estrategia encabronarán a muchos votantes del PP, PSOE y a C´s, pero las encuestas (que son termómetros fieles del momento en que se hacen) mantienen la tendencia a que ningún partido tendrá mayoría absoluta por decisión sabia de los ciudadanos, por tanto, todos los actores políticos españoles están llamados a entenderse, a negociar y a pactar hasta los desacuerdos.

De hecho, si yo hubiera estado en la tesitura de Rajoy en 2015 habría intentado pactar con el PSOE y con Podemos. Pablo y Pedro darían mucho juego como vicepresidentes de la patria y se habrían empleado a fondo en sus funciones porque son chicos comprometidos con el bien común.

Pío Cabanillas (padre) ya había avisado que la política hace extraños compañeros de cama y luego matizó: en política, nunca jamás, es hasta dentro de cinco minutos.
Y con la corrupción, que nadie se rasgue las vestiduras, ya lo dijo ese gran gitano que simboliza el verdadero ideario español, y no el Quijote como pretende el discurso políticamente correcto:
-Ay, señorito, no me lo dé. Póngame donde lo haiga, que yo me lo lampo…

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