Mayor General Vicente García

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Las cosas como sean, pero entre las muchas cosas que le jodieron a los muchos generales en jefes, no en jefes, o medrando para ser jefes, de los españoles que marcharon para Cuba, voluntarios la gran mayoría, fue el hecho que un general cubano, con un nombre perfectamente válido para ser soldado, todo lo más sargento, que se llame, como por ejemplo Vicente García González, así a secas, sin apellidos compuestos, sea mayor general y encima gane las batallas, es para ponerse de muy mala ostia.
Aquella gente, del estilo del mayor general Vicente García González, que vio la luz del sol cubano por primera en las Tunas, corriendo el año de 1.833, y en la zona de Río Chico, en  Barlovento, departamento de Miranda, en Venezuela, con 53 años de edad entregó la cuchara, nunca mejor dicho porque murió por causa de la comida, que la envenenó un español de su confianza, un tal Ramón Dávila (apellido de altas traiciones en las tierras firmes continentales americanas) mientras el rebelde cubano comía una aderezada con vidrio molido ración de quimbombó,  eran gentes, que, precisamente, no se la solían coger con papel de fumar a la hora de expresar y poner sobre los caballos sus sentires.
El “León de Santa Rita” apodo popular que las gentes cubanas de las Tunas le adjudicaron al mayor general Vicente García, no fue por hacerle la pelota precisamente, porque al general demónimo de Las Tunas, al parecer no le tembló la mano a la hora de “Tunas te prendo candela, pero te prefiero quemada antes que esclava”.
Y aunque todo este decir pueda obedecer a dichos populares cubanos sin base histórica, lo que sí está muy mantenido en la tradición oral tunera, (servidor es un enamorado de la ciudad de Las Tunas) es que en San Agustín del Zanjón, en aquella fecha conservada del día 10 de febrero de 1.878, a las tropas que iban bajo el mando del mayor general del Ejército Revolucionario Cubano Vicente García González, los mandamases españoles se deshicieron en honores y consideraciones hacia su persona y campaña, porque sabían que el general estaba allí por obedecer órdenes, pero en absoluto porque estuviera conforme con aquella pamplina de cara a la galería del acto que se llamó la Paz del Zanjón.
En Cartagena de España, por citar un Cantón que acabó con un horrible baño de sangre porque desde Madrid no se anduvieron con psicologías de entendimiento y encendieron una a una todas las mechas de los cañones tal y como le gusta a la especie humana cuando delante tienen “pueblo” para dar, lo que ellos llaman, un escarmiento, desde el día 12 de julio de 1.873, hasta el 12 de Enero de 1.874, durante seis meses escasos, la Cartagena de murcianos recibió bombas de las enviadas “con gana” desde la capital, gestando una horrible masacre de las que se dicen que dios manda.
En el lado de cubano que actuaron en contra de España para intentar lograr su independencia más que de un imperio orientador y emprendedor, de un parásito que se bebía todo el zumo cubano y después lo eructaba en su cara, tampoco fue un bando denso y uniforme, porque como suele ocurrir frecuentemente en lo español y lo que desde España siempre se han considerado sus cortijos, la envidia malsana crece sin necesidad de abono alguno, y el hecho más que constatado de la valía de un Carlos Manuel de Céspedes, pronto levantó en la gente, especialmente entre aquellos que, como el rico marqués Salvador Cisneros Betancourt, entienden que el poder y el mando son ellos.
La destitución del primer Presidente de La República de Cuba, don Carlos Manuel de Céspedes, destitución bajo el modelo de la envidia española, llevó a que gente del valor y sinceridad política y calidad humana del mayor general Vicente García González, declarara en esa bonita localidad de Holguín, que lleva un nombre de origen alemán, un cantón al estilo de los que se declaran años de antes en España. Y desde el día 17 de septiembre de 1.877 hasta el 9 de febrero, es decir poco más de cinco meses, las tropas bajo el mando de Vicente García, dijeron que ellos no se movían de su zona y no le hacían el agua gorda a gente que no estaban en la revolución tocando en el mismo tambor que ellos.
Lo que se conoce en la crónica como el Cantón de Holguín o la Sedición de Santa Rosa, actitud de honesta rebeldía ante el proceder del grueso del Ejercito Libertador Cubano que no resiste la prueba del algodón para demostrar su blancura y limpieza, una aptitud que dos años de antes, en 1.875, ya se había también tomado en lo que se denominó la Sedición de las Lagunas de Varona (las sutilezas del español, el hombre es el barón, cuando se trata de una mujer Barona, se suele escribir así: Varona). Y los combates propios, entre cubanos, realizados en la llanada de Juan Mulato, aunque sin tanta sangre para romper el cantón como pasó en España, especialmente en Cartagena de murcianos. llevarían a una página triste para los apellidos simples, y muy de exhibir para los apellidos compuestos, como fue el protocolo del acuerdo del alto el fuego de San Agustín del Zanjón.
Una herida que la cerraron en falso.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

  1. Este poema iba para el otro trabajo sobre Europa que también se publica hoy; pero se ve que como no he ido a pedirle naica a los palos secos durante la semana del despilfarro del dinero público en devociones particulares y privadas, me están tirando con la recortá.
    COSAS REPUBLICANAS
    Cosas que me contaban
    y me cuentan
    todavía,
    los que ya,
    casi reliquia son,
    porque de verdad fueron,
    republicanos de España,
    de una guerra que ellos hicieron,
    pero que la considero
    como guerra,
    también,
    mía.
    Francia,
    ya se sabe:
    siempre a lo francés.
    Italia:
    ¿Existe en el mundo
    algo más disparejo
    que un italiano
    dando la cara?
    Alemania,
    siempre contando,
    un, dos, tres.
    Y vuelta a empezar
    a contar del revés.
    Rusia:
    de allí,
    nos vino el silencio,
    la boca apretada
    y callada,
    mirando siempre
    hacia donde no se podía ver
    nunca nada.
    La España republicana,
    sola.
    Aquella España
    que se sirvió del mundo,
    haciendo ella,
    por los que se decían
    patriotas,
    de criada.
    España.
    España sola.
    Dejada a su mala suerte
    desde los púlpitos
    orquestada:
    A una mala suerte
    de gentes
    que quieren estar mandando
    aunque llenen los cementerios,
    no haya risas por la calle,
    y el miedo
    llegue a los trigales,
    y den malas cosechas
    de un año y del siguiente,
    que con hambre, según su credo,
    es más dócil la gente.
    Así fue
    la España sola:
    la España mejor que ha habido:
    Aquella España de esperanza
    e ilusión,
    de aire puro:
    la republicana.

  2. Hola Eladio;
    Al fin encontramos un tema donde no coincidimos: la ciudad de las Tunas no me gusta por varias causas, pero sobre todo porque está llena de chivatos y gente hostil. Allí sufrí maltratos, calabozos, pogroms…puah, qué asco….
    Lo que sigue es una síntesis de Vicente García en la revolución, de un libro en preparación. Disculpe si no le gusta…
    Nuestra historia está llena de los ejemplos más sublimes como las respuestas de Gómez y Agramonte al nuevo llamado de la patria y de los actos más vulgares que dieron al traste con la Revolución.
    La deposición de Céspedes fue como una maldición para la Revolución; las pueriles acusaciones contra él sentaron un precedente de indisciplina que floreció en Lagunas de Varona y Santa Rita, dejando en manos del imprevisible general Vicente García la caja de Pandora que desataría todo lo peor de las pasiones humanas del cubano. Vicente García no dió un solo hombre para el primer contingente oriental que llegó a Camagüey con Antonio Maceo al frente, a petición de Gómez para la invasión de Las Villas; y todo sin una protesta formal, solamente dejando de cumplir las órdenes del Gobierno, que tuvo a bien premiarlo con la Secretaría de Guerra, cargo al que nunca asistió y se quedó en su territorio. No pudo realizarse la invasión de Las Villas en ese año. El primer contingente regresó a sus predios y el segundo nunca pudo salir para Camagüey porque Calixto García había sido apresado el 6 de Septiembre de 1874 en San Antonio de Baja, entre Manzanillo y Bayamo, adonde se había dirigido a escuchar proposiciones de paz del gobierno español, emitidas por el jefe de la División de Bayamo, según carta de un corresponsal de García en Manzanillo, Esteban de Varona, preso en Gerona, que temía por su vida. García había enviado al Gobierno con Ismael Céspedes las propuestas, que contemplaban entre otras cosas el reconocimiento de Cuba como Estado Federal de la República Española y de los grados del Ejército Libertador en el Ejército Español. Calixto García había mandado a toda su tropa a por yuca y boniato y se había quedado sólo con sus ayudantes y un práctico. Intentó el suicidio pero sin éxito. En ese hecho encontró el Gobierno su justificación para premiar a Vicente García por su última indisciplina y le dió el mando del Cuerpo de Ejército de Oriente. La moral combativa en Camagüey y Las Villas era muy buena y Gómez decidiٕó en Consejo de Jefes y Oficiales no informar al Gobierno de su decisión de marchar hacia Occidente, en donde tuvo gran éxito, cruzando La Trocha entre el 4 y el 12 de Enero de 1875 y logrando arrebatarle al enemigo numerosas armas y municiones.
    El Segundo Contingente Oriental llegaba a Las Tunas en su marcha hacia Occidente, al mando del coronel Félix Francisco Borrero y allí fue seducido por García, encontrando cada día una razón para no continuar viaje, por lo que el Gobierno de Cisneros decidió ir a Las Tunas a investigar, en donde lo esperó García sólo para levantar campamento, desobedeciendo las órdenes y dirigiéndose a Lagunas de Varona donde ya las tropas de Tunas por caudillismo, Bayamo por su amistad con Céspedes, y Holguín por sus ansias de Cantón independiente, habían sido soliviantadas por Vicente García y sus secuaces, aprovechándose del regionalismo. Una de las razones de Vicente García era su oposición a que el manzanillero Manuel Titá Calvar fuera nombrado jefe de Holguín, quien junto a otros oficiales orientales como el Teniente Coronel Rius Rivera y los Generales José Maceo y Modesto Díaz, se opuso a la asonada militar. Vicente García fue proclamado Jefe del Movimiento. Se desconocía al gobierno cubano legítimo.
    Estabilizado el nuevo gobierno y con condiciones óptimas en todo el territorio beligerante, un nuevo movimiento regionalista comenzaba a rechazar a los jefes no villareños en el Tercer Cuerpo de Las Villas y en este caso al propio Máximo Gómez quien, en su característico complejo de extranjero, entregó el mando al polaco General Carlos Roloff, líder de la sociedad secreta Unidad Republicana, responsable de aquella política regionalista, el 1º de Octubre de 1876 en Los Pozos y muy probablemente buscando venganza porque Gómez lo había destituído en Septiembre de 1875 como jefe del distrito de Villa Clara y Sagua. El gobierno y la Cámara decidieron al fin que el Presidente de la República, Tomás Estrada Palma fuera también General en Jefe y designó a Máximo Gómez como Secretario de Guerra. Para sustituir a Gómez en Las Villas el Gobierno necesitaba un hombre eficiente y valiente. Este hombre resultó ser, naturalmente, Vicente García, que utilizó toda la morosidad del mundo para desvirtuar la orden recibida. No fue García a Las Villas. Convocó una conferencia en Sabanita en donde sólo expresó que iba a cumplir las órdenes del gobierno. Allí acampado, el 29 de Mayo de 1877 el gobierno se enteró de que la formidable división camagüeyana se había desbandado; los tres regimientos de infantería habían desertado para integrarse al cuartel general de Vicente García en Las Tunas, que los había citado allí y a donde se había dirigido con antelación. Antes de la conferencia en Sabanita había hecho circular un manifiesto político, el 11 de Mayo de 1877, desconociendo al gobierno, proclamándose como jefe y exigiendo nuevamente reformas políticas. García continuó tranquilamente en Las Tunas y el mismo gobierno, inerte, siguió funcionando formalmente. El error fue haberlo convocado a Las Villas.
    Esteban de Varona fue fusilado el 7 de Octubre de 1877 en San Martín de Viaya por traer por segunda vez propuestas de paz. Había contactado desde Manzanillo al Coronel Antonio Bello, que fue condenado igualmente a muerte y se salvó por un tecnicismo legal. Todo esto solamente tres meses antes de negociarse lo mismo con Martínez Campos. La situación desastrosa de la Revolución y el apresamiento de Estrada Palma, que llevaron a la designación de Vicente García como Presidente de la República, parecían ser el retablo macabro de la representación de la muerte de la República, desplomada en los brazos del hijo necio.
    El Pacto del Zanjón y la Protesta de Baraguá fueron sólo el broche de oro.
    Las revoluciones después de Danton y Robespierre se simbolizan como a Saturno, devorando a sus hijos.
    En Cuba las revoluciones siempre han sido un escorpión, que se clava el aguijón a sí mismo.

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