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Manchester, bomba por bombas y bombarderos

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El portugués José Manuel Durao Barroso después de aquella reunión de rencor y muerte en las islas de Los Azores, manifestó que a él personalmente, el español Aznar lo había engañado.

Seguramente por mucho que se chuleen ante las cámaras y los reporteros los cuatro conserjes (perdón a los conserjes) al servicio del gran capital que estuvieron en la reunión del odio y del rencor asesino en las citadas islas de Los Azores, salvo que sean de escayola, y los presumidos a tope, cualquiera de los cuatro tontinas que estuvieron en la reunión, algunas noches de esas que se hayan pasado un poco en la cena, cuando estén dando vueltas en la cama, se les aparezcan el montón de millones de muertos que han generado y los millones de toneladas de bombas que por su tino y acierto, tanto contribuyeron, entre aplausos, a que, con urgencia, se llevara a cabo.
Pero los “cuatro” peleles de Los Azores, están en la calle y libres; no se les ha tocado un pelo, y, en contra de todo orden moral mundial, son ciudadanos de alto estima por el servicio prestado de muerte y desolación al nuevo y viejo orden mundial, marcado y basado en el principio de donde te pille te jodo, aunque solo sea por el placer de joder, arrasar y asolar.
Sería curioso, penoso y desalentador tener conocimiento de la cantidad de toneladas de bombas y de recursos bélicos que se han utilizado como consecuencia directa de aquel mandato que con tanto cariño y chulería realizaron, siempre aplaudidos y glosados por la golfería mundial y la incultura, los cuatro de Los Azores, que, todos, por vivir con el lujo que siguen viviendo y con la impunidad que lo hacen, lo volverían hacer y así, con chulería, lo manifiestan.
Cuando se produce por el efecto de la reacción una devolución de bomba, caso de Manchester reciente, todo el mundo de los que nos consideramos los buenos, guarda un silencio de dolor, y pocas son las voces que se alzan pidiendo cordura porque lo de bomba por bomba, dentro de la barbarie, es el camino lógico, el saldo lógico, digan los buenos y sus bailaguas lo que digan. Ocurriendo que los que enviaron (petroleros, armamentistas y clericales) a los cuatro peleles a los Azores, suelen vivir en paraísos seguros, escondidos además como conejos, para que nunca les llegue a ellos la bomba de devolución.
Resulta muy imperial, muy en la línea marcada por los conserjes del imperialismo que se reunieron en las Islas de Los Azores, que ellos, las multinacionales a las que representaban, sí pueden destrozar a bombazo limpio lo que le venga bien a su intereses, y el problema donde radica es que hay unas personas, malas, muy malas, que no se mueren callando, en silencio, dando las gracias porque los maten los buenos del sistema, que son los únicos que por designio del dinero y del dios que han creado, un días al que ellos le ofrecen préstamos a bajo interés o donaciones, los faculta para matar entre aplausos.
Para este minuto que está corriendo, si hubiese la más mínima decencia, si existiera la más mínima cordura en el mundo, Barroso, Bush, Aznar y Bleir por prestarse gustosos, por hacerse fotos para la posteridad, las deberían tener expuestas, colgadas, en una celda a la que fueran solo para dormir, después de una larga jornada picando piedra, porque con la muerte de seres inocentes, como muy poco, como mínimo, no se debe de chulear nadie ni tampoco sacarle rendimiento económico para ellos y sus familias.
Aquellos míticos navegantes lusitanos, para el caso concreto de las nueve Islas que constituyen las atlánticas llenas de aves de las denominadas como Azores, los Velho Cabral, los Diego Silves, poco podían imaginar que llegaría un día que el hombre tendría en sus manos el poder de construir, o de destruir en un pis pas el mundo a cambio de nada. Y, con toda la estupidez del mundo, el hombre, en aquellas islas que para los navegantes fueron una esperanza de vida, por culpa de cuatro viejos prostáticos que les sale ya el dinero por las orejas, por el sádico placer de destruir, decidieron en esas islas donde se masca el aire océano, donde el mundo es más real, los cuatro gilipollas que se reunieron entre los aplausos de millones, son cómplices de necesidad de todos los atentados que están ocurriendo por su culpa.
Guardar minutos de silencio. Atentado, borrón y cuenta de bombardero y más bombas nuevas, es la locura del ahora verás. Un ahora verás que en modo alguno las gentes de buena voluntad pueden defender. Pero resulta que el hombre de buena voluntad, en nuestra sociedad actual está desplazado por el exaltado interesado que se mira al espejo y entiende que todos los demás están demás, por no haber nacido a su imagen, creencia, y semejanza. Y se siente con capacidad y legalidad que se da él mismo para aniquilar y exterminar seres inocentes.
Todo lo tenemos visto. Escribir en estos términos no gusta a los exaltados que entienden que unas son muertes dolorosas, y las de los pobres, necesarias porque hay muchos pobres.
Salud y Felicidad. Juan Eladio Palmis.

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  1. LO PRIMERO
    Fue primero.
    Mucho antes que existiera
    el mundo,
    el trigo,
    el árbol,
    el camino,
    el caminante,
    el lobo,
    el miedo,
    ya estabas tú,
    seguro,
    bien guardado,
    lo primero.
    Pero no el que corre callejero,
    que va de mano en mano,
    de bolsa a cartera,
    o talego.
    El que se gana
    sin que nadie
    te sesgue de un tajo
    de alfanje moro,
    o de sable de Toledo,
    o te queme la bomba de napalm,
    o el gas mostaza
    te envenene traicionero,
    antes,
    mucho antes,
    ya estabas tú,
    seguro,
    bien guardado,
    a buen recaudo:
    el dinero que acapara y cuenta,
    el avariento clero,
    el que no cuenta en la calle
    y se amontona en caja fuerte,
    seguro antes que el hombre:
    seguro lo primero de lo primero.

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